El efecto 'Pigmalion'
Podríamos decir que la economía no es más que una sucesión de ciclos y dientes de sierra puestos en un gráfico en los que las crisis se alternan con las épocas de bonanza y así sucesivamente. De tal manera que, cuando todavía a muchos no se nos había quitado la cara de espanto por todo lo acontecido en 2008 y lo que vino después, de nuevo nos hemos reencontrado con la palabra maldita: CRISIS. Aunque, si prestamos atención a sus características, observaremos que ambas son completamente distintas en cuanto a impacto económico, ajustes necesarios, duración, respuesta de los poderes públicos, etc.
Efectivamente, mientas que la crisis de 2008 supuso un colapso del sistema financiero a nivel global y la consecuente falta de crédito en la economía, lo que deprimió la demanda y requirió un fuerte esfuerzo para reactivar el flujo de crédito; la crisis actual ha supuesto una paralización temporal de oferta y demanda. La pandemia no ha generado desequilibrios macroeconómicos. Se trata de un shock temporal por la imposición de medidas sanitarias. Aunque las políticas públicas no estén yendo ni mucho menos al ritmo que nos gustaría por parte del gobierno y del BCE, sí que es cierto que el escenario económico del que se parte es algo más favorable para España, ya que empresas y familias afrontan la situación menos endeudadas que en 2008, aunque, eso sí, fiscalmente hablando salimos claramente perdiendo, con niveles de deuda pública en torno al 100% del PIB.
Como decía, a pesar de sus enormes diferencias, tanto una crisis como otra tienen una característica común: ¡Que nos las terminamos creyendo a fuerza de repetirnoslo! Me explico: tanto nos esforzamos en convencernos de que estábamos en crisis, que se metió en lo más profundo de nuestra cabeza. Por favor, que nadie me malinterprete. No quiero con esto decir, que nos la inventáramos, sino que no podemos estar permanentemente lamiéndonos las heridas y compadeciéndonos de nosotros mismos, por la sencilla razón de que eso no paga la hipoteca.
En psicología, existe un fenómeno conocido como el efecto 'Pigmalión', proceso mediante el cual las expectativas o creencias que depositemos en una persona modificarán su comportamiento, haciendo que cumpla dichas expectativas: “Trata a una persona tal y como es y seguirá siendo lo que es; trátala como puede y debe ser y se convertirá en lo que puede y debe ser”. En otras palabras, si a una persona cualquiera, otras cincuenta le decimos una y otra vez que es un inútil y no sirve para nada, posiblemente termine siendo de esa manera, porque la inseguridad que hemos instalado en él calará haciendo mella.
Les propongo que extrapolemos el efecto 'Pigmalión' al mundo de nuestra economía, la doméstica o la de la empresa, para ambas sirve. En un post que publiqué hace ahora un mes en la web de Escuela Internacional de Gerencia, me referí a la importancia de permanecer alejado de los pesimistas, de los negativos, de la gente gris y tóxica que, ante la falta de arrojo para salir adelante, intenta que otros tampoco lo hagan porque eso sería dejar al descubierto sus carencias y mediocridades. Como bien dijo en su día Thomas Edison: “A los incrédulos les pido que no molesten a los que lo intentamos”.
Pues eso, no les dejemos.
En definitiva, hay que ser realistas y no infravalorar el impacto del Covid19, pero también hay que afrontar las cosas con cierto optimismo o la vida nos come. O lo que estamos viviendo actualmente sirve para aprender, o no tiene sentido alguno sufrir.
Nos vemos dentro de quince días, saludos.