El Granada bipolar de Rossi
Marcel Domingo había pedido un dineral por volver a ser entrenador del Granada al finalizar la temporada 1968-69. Su importancia como técnico había crecido y el Atlético de Madrid le ofrecía unas condiciones con las que el Granada no podía competir. Por esa razón el presidente Cándido Gómez miró al otro lado del charco y sorprendió a todo el mundo al decidir el fichaje para el banquillo rojiblanco de alguien de gran prestigio internacional pero sin vinculación alguna con el fútbol español: Néstor “Pipo” Rossi.
Como futbolista en los años cuarenta y cincuenta había militado en el River Plate y en el mítico Millonarios de Bogotá, “el Ballet Azul”, y había sido muchas veces internacional, y después como entrenador pasó por el banquillo de equipos también de primera fila como River, Racing y Boca, además de ocupar durante un breve periodo de tiempo el cargo de seleccionador nacional argentino.
El 21 de julio de 1969 Armstrong y Aldrin se dieron un garbeo por la Luna, como se sabe. Ese mismo día tenía prevista su llegada a Granada el nuevo técnico, pero su alunizaje en nuestra tierra se produjo una semana más tarde, el 28 de julio, e inmediatamente alcanzó un acuerdo económico con Candi y firmó su contrato como entrenador del Granada por una temporada. Al día siguiente era presentado a la plantilla y a los medios. «Sólo conozco el fútbol español por las revistas, pero esto no será un contratiempo», fueron sus primeras palabras en el acto de presentación. También dijo a la prensa que no conocía a ningún jugador del Granada y sólo tenía referencias de algunos, y que a él le gustaba jugar al ataque.
Pipo Rossi, que además de ese apodo también es conocido en su país por los de narigón, patón, gritón y otros, era en sus tiempos de jugador en activo la personificación de lo que en argentina llaman (o llamaban) “centrojás”, trascripción de la voz inglesa centre-half, o sea, el 5 a la antigua, el medio centro, el tipo que manda y ordena a su equipo, el líder carismático y temperamental que se impone a los demás con su arrolladora personalidad. Y esas notas de su carácter las transmitió a los hombres que formaban la plantilla rojiblanca de la 69-70. Al menos al principio fue así.
La temporada comenzó bastante bien, con dos positivos fruto de la victoria a domicilio en Pontevedra en la primera jornada. Y el optimismo fue creciendo conforme iban llegando los triunfos, sobre todo cuando en noviembre, jornadas 8 a 11, se encadenaron cuatro victorias consecutivas, racha positiva que sólo se ha repetido, jugando en Primera División, en la 73-74, alcanzando la cifra insólita por estos pagos de cinco positivos. El Granada sorprendió en los primeros compases de la liga y consiguió encaramarse en las primeras posiciones de la tabla, acabando una gran primera vuelta el cuarto y con cuatro positivos.
Rossi se atrevió a poner en práctica en el fútbol hispano y dentro de él en un modesto club, tácticas y planteamientos técnicos que para la España de los años sesenta-setenta resultaban, cuando menos, novedosos. Al principio su experimento funcionó muy por encima de las previsiones de los más optimistas; los aficionados disfrutaban con los triunfos y agradecían el juego claramente ofensivo que desplegaba un equipo sin figuras de renombre pero al que la mano de Rossi hacía mostrarse como un bloque compacto. Otra novedad, en la época y en España, que introdujo el argentino fue el marcaje por zonas frente al usual marcaje al hombre que desplegaban todos los equipos en la parte de atrás.
Después de las magníficas quince primeras jornadas del campeonato nadie podía sospechar lo que ocurrió en las quince restantes, y fue que el equipo se desmoronó por completo y si la liga hubiera durado una o dos jornadas más, no se habría podido evitar el descenso. Si en la primera vuelta se habían visto buenísimas cosas futboleras del todo insólitas por estas tierras, en la segunda se vieron también cosas insólitas, pero en un sentido totalmente opuesto. La segunda vuelta empezó con victoria (1-0) en Los Cármenes al Pontevedra, jornada dieciséis, pero para asistir a una nueva victoria liguera rojiblanca habrá ya que esperar hasta la temporada siguiente. Y para colmo, en los siete partidos que se jugaron en Los Cármenes en toda esa segunda vuelta (sin contar el primero) los hinchas rojiblancos sólo pudieron celebrar un único gol, que para más inri fue de penalti. En catorce partidos, los que quedaban para el final de la liga, todos saldados sin una mísera victoria que llevarse a la andorga hinchística, sólo consiguió el Granada seis puntos de otros tantos empates y sólo marcó tres goles, acabando con su casillero a cero en once ocasiones. Gracias a la excelente primera vuelta no se perdió la categoría, pero la cuarta posición y los cuatro positivos con que acabó la primera mitad se transformaron al final en el puesto 12º y cuatro negativos, sólo un punto por encima del descenso. Y menos mal que a Pipo le gustaba jugar al ataque, pero lo cierto es que aquella temporada el Granada estableció un récord negativo absoluto todavía vigente: fue la liga en la que menos goles a favor consiguió de toda su historia, sólo 20 (si exceptuamos las cortas ligas de apenas seis jornadas de sus primeros años, cuando militaba en regional o tercera). Las entusiastas alabanzas hacia los innovadores métodos de Rossi cuando todo iba bien se convirtieron en grandes críticas y comentarios negativos entre la hinchada y en la prensa cuando empezaron a acumularse los puntos negativos, pidiendo volver a un sistema de juego más acorde con las posibilidades de una plantilla ciertamente muy limitada.
¿Qué le pasó al equipo para ser otro completamente distinto en la segunda vuelta a pesar de que jugaban los mismos hombres? Quizá fuera que los métodos de Rossi, innovadores al principio, para la segunda vuelta ya empezaban a estar muy “calados” por los rivales. Quizá fue que a esas alturas ya había el argentino extraído todo el jugo posible a una plantilla muy corta y más bien descompensada. El bajón físico del equipo en la segunda mitad de la liga fue muy acusado, y eso que, por primera vez en la historia del club, el entrenador, Rossi, se ocupó sólo de la parte técnica, dejando la preparación física en manos del segundo, Manolo Ibáñez, aunque casi toda la temporada fue esta parcela responsabilidad del entrenador del Recreativo, Emilio Aldecoa, por enfermedad de Ibáñez. Quizá fuera que los jugadores se habían cansado de las maneras autoritarias de Rossi, que se pasaba los noventa minutos de juego gritando sin cesar a sus pupilos desde la banda, por algo lo llamaban “el gritón de América”. En fin, quizá lo que ocurrió fue lo que la quintilla de una caroca del Corpus 1970 decía bajo un dibujo en el que estaban caricaturizados algunos rojiblancos corriéndose una juerga: «Ya los hinchas optimistas / soñaban copa de ferias. / Mas luego los futbolistas / redujeron sus conquistas / a otras copas menos serias».
El nombre de Pipo Rossi parecía al principio que iba a quedar inscrito con letras de oro en la historia rojiblanca, pero como lo que cuenta es el resultado final, fue a salir del Granada por la puerta falsa y ni siquiera llegó a terminar la temporada para la que había sido contratado, como si de Jekyll y Hyde se tratara. Al acabar la angustiosa liga 69-70 todavía dirigió al equipo desde el banquillo en la primera eliminatoria de Copa del Generalísimo, frente al Rayo Vallecano en XVI, pero para la siguiente, octavos frente al Valencia, fin de la aventura copera rojiblanca, llegó a un acuerdo con Candi y se marchó en mayo porque ya estaba contratado el míster que lo sustituiría en la 70-71: Joseíto.
Sobre la estancia granadina de Néstor Raúl Rossi cabe hacer un paralelismo con la llegada del hombre a la Luna: llegó como el Apolo 11 en julio de 1969, trayendo algo muy nuevo y que encandiló al espectador, pero su salida de Granada se pareció más al Apolo 13 de casi un año después, que (fubolísticamente hablando) por poco acaba en tragedia por su mal funcionamiento.
En el mundo ocurrían simultáneamente cosas de trascendencia histórica tales como la que se llamó Guerra del Fútbol, a la que en El Salvador llaman Guerra de la Legítima Defensa y en Honduras Guerra de las 100 Horas, un enfrentamiento armado entre esos dos países vecinos que se saldó con cientos de víctimas. También en el verano del 69, pero en agosto, ocurrieron los crímenes de la Familia Manson, y a los pocos días tuvo lugar el mítico festival de Woodstock. Ya en otoño se sucedieron en USA por todo el país manifestaciones multitudinarias en contra de la guerra de Vietnam. Y también en ese otoño nació Arpanet, el primer vagido de algo que en la actualidad está omnipresente en todo el mundo y sin el cual casi ni nos explicaríamos a nosotros mismos hoy día: Internet. Poco tiempo después se separaron The Beatles.
Mientras en España, en julio de 1969, Franco designaba sucesor en la persona de Juan Carlos de Borbón haciendo uso de la prerrogativa que le concedía la Ley de Sucesión en la Jefatura del Estado, aprobada en 1947 por las Cortes franquistas y ratificada con el 90% de votos favorables (¡faltaría más!) en referéndum por el pueblo español en una de las poquísimas veces a lo largo de todo el franquismo en que se desempolvaron las urnas para dar la imagen al exterior de que en España no regía una dictadura sino que el régimen de Franco era una democracia… orgánica, eso sí.
Y en la historia más doméstica, en Granada, estábamos en el comienzo del despegue económico que anunciaban entusiasmados los políticos de la cosa azul, y el Polo de Desarrollo, celebrado hacía un año en loor de multitudes de pancarta, alsina y bocadillo subvencionados, empezaba a traer industrias tan “importantes” como una fábrica de cañas de pescar que daba trabajo a un paisano; ya sólo faltaba emplear a los otros 9.999 que según lo dicho en su día iban a encontrar tajo aquí para no tener que poner proa a la Europa central. Por otro lado, el gran aeropuerto internacional de la señorita Pepis de que disfrutamos acababa de empezar a construirse, y por entonces era (o iba a ser) sólo de Chauchina.
Tan sólo tres días después de la excelsa conmemoración del XXXIV aniversario del Glorioso Alzamiento, en el verano de 1970, en Granada, se escribía con sangre uno de los últimos capítulos de la historia de la represión franquista, cuando en la puerta de los Sindicatos verticales del nacionalsindicalismo, en la llamada por entonces avenida de Calvo Sotelo, unos pocos miles de albañiles pedían acabar con salarios de hambre y explotación y se les respondió con pistolas. Tres huelguistas del ramo de la construcción perdieron la vida en un nunca aclarado suceso que quedó impune.
Comentarios
2 comentarios en “El Granada bipolar de Rossi”
José Luis Entrala
16 de julio de 2019 at 20:19
Yo soy uno de los que admiró el estilo Rossi y las maravillas de la primera vuelta. Y es más, me gustó tanto que siempre tuve la esperanza de que la debacle era cosa pasajera y el Granada retornaría al de los cinco positivos y el cuarto puesto. Creo que el Granada de aquella primera vuelta es el que ha hecho un fútbol más bonito de siempre. Muy buena la historia y la de los enormes acontecimientos del entorno. Debo confesar y confieso que mi mujer, nuestro recién nacido vástago y yo estábamos ese día en el hotel España de Lanjarón y a las cuatro de la mañana, cuando la cápsula lunar del Apolo 11 alunizaba felizmente, nosotros dormíamos como angelitos.
JL Ramos Torres
17 de julio de 2019 at 09:45
Menos mal que aquellas ligas eran más cortas. Con que hubiera durado una jornada más hubiéramos ido al hoyo sin remedio.
Gracias una vez más por tus elogios.