El Granada de Paco Bru y las 'no reformas' de Gallego Burín
La temporada 42-43, la segunda de la historia del Granada en máxima categoría, se caracterizó porque nuestro equipo estuvo prácticamente toda la liga (desde la jornada 9 hasta la 26 y última) ocupando puesto de promoción por la permanencia de la que finalmente no pudo escapar. Pero a pesar de que no se pueda decir que su papel en la liga fue muy bueno, aquel Granada entrenado por Paco Bru estableció un récord vigente todavía (no terminó a cero ningún partido) y protagonizó una recta final de campeonato sensacional, haciendo grandísimos partidos y marcando goles en abundancia para imponerse sin demasiados problemas en la promoción y quedarse un año más en primera.
Y la cosa tiene doble mérito si echamos un vistazo al calendario de las últimas cinco jornadas: Bilbao (fue campeón), Sevilla (quedó segundo), Valencia (iba quinto), R. Madrid (aunque no lo parezca fue el rival más flojo de los cinco: acabó 10º clasificado y se salvó de la promoción por los pelos) y para terminar el Barcelona (tercero).
En Bilbao los nuestros perdieron 4-1, pero ese resultado entraba dentro de lo normal porque el Athletic era entonces con diferencia el mejor equipo español. Al domingo siguiente nos visitaba el Sevilla de O’Connell y de los Stukas, todavía con posibilidades de dar alcance a los bilbaínos. La directiva de Martín Campos decidió declarar el partido como “día del club”, el primero de la historia del Granada, porque aunque era usual que en cada temporada en algún partido de lleno asegurado se estableciera la obligatoriedad de pagar todo el mundo un suplemento para acceder a las gradas, éste frente al Sevilla de la 42-43 es el primero que recibió esa denominación de día del club. El lleno en Los Cármenes fue de los de pasar a los anales, con hinchas venidos desde provincias vecinas y con varios miles de sevillanos viajeros en tren botijo fletado por Educación y Descanso.
El campo se llenó hasta la bandera, pero bastantes hinchas con el último bocado del almuerzo todavía entre las muelas, por más que quisieran correr se perdieron los dos primeros goles rojiblancos, muy tempraneros. Y es que los domingos de fútbol los tranvías con sus jardineras, al llegar a la mitad de Gran Vía amenazaban con descuajaringarse por las costuras y vistos desde la acera no eran sino un agitado muestrario de brazos, piernas y hasta cabezas saliendo por las ventanillas, momento que aprovechaban los señores tranviarios para detener la marcha y no continuarla hasta que cada viajero, incluidos los que hacían equilibrios en los topes y en los estribos, hubiera abonado los céntimos que costaba el trayecto.
Un Granada pletórico, a los diez minutos ya ganaba 2-0 con sendos goles de Trompi. A la media hora Sosa hacía el 3-0, pero el Sevilla consiguió llegar al descanso con 3-2 para empatar nada más comenzar la segunda mitad. El 4-3, de Aparicio faltando pocos minutos para el final, dejó los dos puntos en casa y desató la euforia de la parroquia local. Arbitrado por Escartín, que estuvo mal según las crónicas, fue un partido jugado con gran intensidad por dos equipos en muy buena forma y que no defraudó las grandes expectativas de espectáculo levantadas. También tuvo sus “cosillas”, en forma de una gran hostilidad por parte del forofismo hacia los forasteros, en especial al ariete Campanal, al que se le acusaba –infundadamente- de haber causado la muerte de Alberty en su última visita hacía un año, y también de la lesión del guardameta Martí, en Sevilla, en la ida de esta liga, con su juego excesivamente bronco y marrullero. La derrota dejó a los de blanco casi sin opciones de ganar la liga y escoció mucho a la vera de la Giralda, y cierta prensa sevillana habló de que se había calentado de forma malévola el ambiente en contra del Sevilla; que a Campanal hubo que ponerle una escolta de policía permanentemente para que lo protegiera desde que llegó a Granada; que en el partido hubo un continuo lanzamiento de piedras y almohadillas contra los sevillanos, etc. Todo fue desmentido por la prensa local. No obstante, el Comité de Competición a los pocos días sancionó al Granada con multa de 5.000 ptas. y prohibición del alquiler de almohadillas en el estadio, que quedó apercibido de clausura.
Al domingo siguiente otra vez en Los Cármenes el Granada sumó una nueva victoria, esta vez por 4-2 frente al Valencia en otro gran partido también cardiaco que estuvo empatado a dos goles hasta cerca del final, cuando Trompi, más artista que nuca, rompió el empate con un gol de tacón. En el Valencia debutaba un joven de 17 años llamado Bernardino Pérez Elizarán, Pasieguito para el fútbol (que treinta años después entrenará al Granada), y ese debut por poco le cuesta al Valencia el descenso o la promoción porque por entonces existía una norma hoy derogada según la cual para jugar en primera un futbolista tenía que tener al menos 18 años cumplidos, y la documentación de Pasieguito estaba falsificada, cosa que se conoció tiempo después y que le supuso a Pasiego la sanción de un año sin jugar.
Al domingo siguiente, en Chamartín, el Granada consiguió un empate a dos goles, pero los cronistas madrileños, a los que impresionó muy favorablemente el juego de los rojibancos, dicen que mereció la victoria. Ganaban los nuestros 0-2 pero no pudieron mantener el resultado y faltando poco para el final el árbitro Cruella anuló injustamente un gol de Trompi que hubiera dado los dos puntos y con ellos salir de los puestos de promoción a costa precisamente del R.Madrid, que era el inmediato clasificado. En la última jornada, con visita a Los Cármenes de un Barcelona sin ninguna opción, ya no dependía el Granada de su propio esfuerzo porque un empate del Madrid (como así sucedió) lo condenaba a la promoción aun ganando. Los catalanes se llevaron los dos puntos venciendo 2-3. Así a primeros de abril terminaba la liga sin premio final para nuestro equipo pese a merecerlo. Quedaba jugarse la primera a cara o cruz frente al Valladolid y dos semanas después en el campo neutral de Les Corts el Granada se aseguró un año más entre los grandes.
No fue demasiado buena la segunda temporada del Granada de Paco Bru en Primera División ya que no se consiguió la permanencia de forma directa, pero en esta liga estableció un récord todavía vigente porque es la única de las ochenta y cinco ligas ya disputadas -en cualquier categoría de las distintas en que nuestro equipo ha militado- en la que el Granada marcó al menos un gol en cada uno de los partidos del campeonato.
Por otro lado, en la crónica ciudadana, en abril de 1943 continuaban a buen ritmo los trabajos de adecentamiento del centro histórico de Granada que lo iban a transformar con la impronta del alcalde Gallego Burín, y en esos momentos le había tocado el turno al entorno de la Catedral y al entramado de callejuelas que en pleno centro conforman la Alcaicería, donde se acababa de modificar todo el pavimento.
No obstante, algunas reformas urbanas proyectadas se quedaron al final sólo en eso, en proyectos. El más llamativo que en su día -principios de 1943- recogió la prensa local fue la de reforma total de la fachada principal del Ayuntamiento buscando darle un aire más señorial. Con proyecto del arquitecto conservador de la Alhambra, Francisco Prieto Moreno, consistía en incorporar un gran cuerpo central que avanzaría tres metros sobre el terreno de la plaza del Carmen y a sus lados se instalarían sendas artísticas fuentes. Sobre ese cuerpo central se levantaría una gran logia o galería abovedada con cinco arcos de medio punto, que sustituiría al modesto balcón principal, reservando su uso exclusivamente para grandes solemnidades, como la del 2 de enero.
El proyecto de reforma se completaba con la construcción de una alta torre con su reloj, inspirada en la desaparecida torre del convento de Nuestra Señora del Carmen de la Cabeza (sobre cuyo solar se levanta el Ayuntamiento) que se puede ver en grabados antiguos. Y además también estaba prevista la construcción de un puentecillo o pasarela cubierta, formando un cobertizo, que comunicara la casa consistorial con la vecina, al otro lado de la calle Mariana Pineda, más conocida como casa de la Bernina, de titularidad municipal.
Todo iría construido en piedra y mármol pardo de Sierra Elvira, y con incrustaciones de serpentina del barranco de San Juan. Se trataba de dar a la casa consistorial un aire barroco que es el más genuinamente granadino, dejando al Ayuntamiento con un aspecto muy parecido al de la Real Chancillería de Plaza Nueva, con sus pinguruchos y todo. No sabemos si es que el proyecto era demasiado costoso o cuál fue la razón por la que finalmente no se llevara a cabo esta interesante intervención urbana.
Tampoco pasó de proyecto el dotar a la ciudad de un gran parque público que desde la entonces avenida de Calvo Sotelo llegaría hasta el Camino de Ronda, ocupando más o menos toda la zona del actual campus universitario de Fuentenueva. Para hacerlo posible, una orden ministerial de Gobernación dictada en enero aprobó la permuta del ex convento e iglesia de Santo Domingo, de propiedad estatal, con una extensa huerta en el camino de la Fuente Nueva, perteneciente a la orden dominica. Aunque no llegó a hacerse en estas calendas el gran parque que estaba previsto, andando el tiempo, con su cesión a la Universidad, la zona de Fuentenueva vino a convertirse en un parque público del que pueden disfrutar todos los granadinos, aunque no con las dimensiones que en principio se previeron.
Otro proyecto más que no se transformó en realidad (afortunadamente en este caso) consistía en la demolición de la vieja plaza de toros del Triunfo, levantada sobre terrenos de propiedad municipal, y construir edificios de viviendas en gran parte del solar resultante, trazando tres nuevas calles con una plaza semicircular en el centro donde se trasladaría la columna y monumento de la Inmaculada. Estos terrenos venían siendo objeto de un largo y antiguo pleito entre la corporación municipal y los propietarios de la plaza de toros. Seguramente el hecho de que tampoco en estas fechas se pusiera solución al contencioso fue lo que más influyó en que este espacio se salvara de la especulación y hoy podamos verlo como está.
Y otra reforma que no fue consistía en construir en la misma puerta principal del estadio de Los Cármenes una rotonda para evitar las aglomeraciones de peatones y vehículos que se formaban cada domingo de partido. Otra, aunque ésta sí se llevó finalmente a cabo… ¡cincuenta años después!, era la de derribo total del barrio de San Lázaro para construir en su centro una plaza peatonal rodeada de soportales; las casas que se levantaran serían destinadas a alojamiento de estudiantes con matricula en la cercana facultad de Medicina, que en esos momentos estaba terminándose de construir.
Comentarios
2 comentarios en “El Granada de Paco Bru y las 'no reformas' de Gallego Burín”
José Luis Entrala
3 de julio de 2019 at 10:25
Es que la ausencia de César, Bachiller y Liz pesaba como una losa al tiempo que Marín cumplía más años y se acercaba a los 40. Y ese portero de la foto; el canario Pérez fue un desastre total. Pero tu inteligencia y finura literarias salvan cualquier escollo y hacen interesante una temporada anodina. Enhorabuena y un abrazo
JL Ramos Torres
7 de julio de 2019 at 12:47
Pero es la única temporada de toda la historia en que el Granada marcó en todos los partidos. Gracias, tocayo. Un abrazo.