El Granada se lo jugará todo al Dépor

El Granada llega al partido de Riazor con la obligación de ganar si quiere seguir opositando a una casi imposible permanencia

Granada CF - RC Deportivo de la Coruña
Andreas Pereira, durante una acción en el partido Granada-Dépor esta temporada | Foto: Antonio L. Juárez
Daniel Sánchez-Garrido @Danisgr
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No se trata de salir del descenso, ni de mantenerse cerca de los puestos fuera de peligro. Ganar en Riazor se ha convertido para el Granada en la única vía para poder seguir opositando a lograr una casi imposible permanencia. Con un partido de tal dimensión a la vuelta de la esquina, el Granada-Barça ha quedado en un segundo plano.No hay tiempo para pensar, por lo que la resaca de este choque se traduce en cómo puede afectar al próximo.

Sobre el partido ante el Barça, perder era lo normal. La imagen no fue del todo mala, lo que es positivo para lo que viene. Se aguantó en la primera mitad, gracias a un Ochoa inmenso, y se rozó la proeza en la segunda. A partir del gol de Boga, el Granada se destapó y buscó la meta de Ser Stegen, pero la lógica culé se impuso en Los Cármenes. Como notas más destacadas quedan la aciaga vuelta a la titularidad de Lombán, que no dio una a derechas; el crecimiento como jugador desde que llegó Alcaraz de Saunier, que dio el pase de gol; y la reincidencia de Uche en las expulsiones 'made in Novato'.

No se puede decir que el Granada no pusiera toda la artillería sobre el campo ante el Barça. Lucas Alcaraz sacó a relucir todo su atrevimiento, retando a que le sigan tildando de conservador. El granadino no se arrugó ante el Barça. En el descanso, con 0-1, metió a Boga en lugar de Angban; luego arriesgó con Adrián Ramos; por último, se ‘cargó’ su defensa de cinco para meter un atacante más, el comodín Isaac Cuenca.

Siempre quedará para la duda esa jugada de Wakaso sobre Busquets, que dejaba solo contra el portero al ghanés, pero que Jaime Latre desbarató pitando ‘faltita’. De todas formas, la victoria azulgrana fue totalmente merecida, aunque emborronada por el maleducado Rakitic, que eligió el peor momento para poner en duda los valores de su equipo -con toda la polémica de las declaraciones de Piqué sobre los valores del Real Madrid acechando-.

El futbolista croata reaccionó rematadamente mal a la cartulina amarilla que recibió tras un encontronazo con Andreas Pereira. Fue una tontería. Una pequeña discusión con un empujón del granadinista, que seguidamente se marchó. Pero Rakitic se lo tomó muy a pecho y fue a dar donde más duele a su rival: “Hijo de puta, bajáis a Segunda”. Un insulto para Andreas y una puñalada al corazón a toda una ciudad, que ya se rinde al más que probable descenso, sin necesidad que un jugador de uno de los clubes más grandes del mundo se lo recuerde.

Y así de cruda es la realidad en Granada. La visita del Barça ya queda para el recuerdo, y ya solo se habla en gallego. Si los números señalaban seis victorias, en Riazor ha de ser la primera. Si no se gana, las cuentas ya no saldrían ni regalando puntos en sitios insospechados: se trataría de lograr seis victorias en ocho partidos. Sí, pueden echar abajo el eslogan que tanto daño ha hecho en el fútbol -Impossible is nothing- y decirlo abiertamente: imposible.

Para añadir más leña al fuego, y quemarnos, el Granada lleva jugando ‘finales’ -traducido a partidos contra rivales directos- y perdiéndolas desde el principio de temporada. Los números no son precisamente alentadores. En siete partidos ante rivales directos se han registrado cuatro empates y tres derrotas, o sea, cuatro puntos de 21 posibles [Osasuna (1-1), Sporting (0-0, 3-1), Leganés (0-1, 1-0), Málaga (1-1) y Dépor (1-1)].

De esta forma, en Riazor, el Granada tendría que conseguir su primera victoria fuera de casa, su primera victoria de la seis que necesita para seguir soñando con la salvación y su primera victoria ante un rival directo en el presente curso. Casi nada.