El “no es no”… hasta que llegó Susana
El 25S, el pasado domingo, se han celebrado las elecciones gallegas y vascas. ¿Resultado? Casi ninguna novedad. Que Feijóo saque mayoría absoluta en Galicia y el PNV de Urkullu aumente aumente su mayoría en Euskadi era de esperar. Que el PSOE bajase en ambos territorios y en consecuencia se produjese el sorpasso del PSOE por la izquierda tanto de la gallega en Marea como de la euskera Podemos, también era de esperar. Que Ciudadanos no sacase ningún diputado en ninguno de los dos ámbitos electorales también era previsible.
Que la Bildu de Otegui fuese la segunda fuerza más votada en Euskadi también era previsible, aunque hubiera sido deseable que Podemos le sacase más provecho a sus magníficos resultados de las anteriores elecciones generales, justo en Euskadi, donde tuvo el doble de votos que en esta ocasión. Señal de que los vascos quieren distinguir su voto para el Estado español de su voto para el interior de Euskadi. Cuestión de matiz que debe analizarse con atención y cuidado cuando se debata sobre la deriva del soberanismo vasco, pues esta diferenciación del voto puede ser interpretable en ambos sentidos: en el sentido de que el pueblo vasco se aleja del independentismo, como en el sentido de que sucede justo lo contrario. Y no conviene confundirse.
Así pues, la jornada del 25S hubiera pasado sin pena ni gloria si no fuera por las consecuencias que la derrota del PSOE en ambos territorios ha tenido en su interior. ¡La que se ha armado! Ayer por la tarde han dimitido 17 miembros de la Ejecutiva de Pedro Sánchez, y en consecuencia la estructura de mando de ese partido se ha partido por la mitad.
Se veía venir. Susana Díaz y otros barones regionales del PSOE esperaban la ocasión para asaltar el poder de Ferraz y han aprovechado la ocasión. Ha sido todo un golpe, con polémica acerca de la interpretación de los Estatutos, y todo. Un show para el ya de por sí escandalizado espectador-elector-ciudadano español que empieza a estar harto del vedetismo de la política en nuestro país.
Nadie duda de las dimensiones de esta división. Nunca había sido tan contestado un secretario general del PSOE por sus propios compañer@s. Nunca un secretario general se había resistido tanto a dejar el puesto: ni Almunia, ni Zapatero, ni Rubalcaba…
¿Qué es lo que hay detrás de este enfrentamiento suicida? Escarbando un poco se ve la mano de Susana Díaz, que aspira a ocupar el puesto de Pedro Sánchez. La prueba es la evidencia de que de 17 dimisionarios, 7 eran andaluces, incluidos Micaela Navarro, presidenta del PSOE, y Antonio Pradas, número tres en la Ejecutiva, y que fue el que presentó en el registro de Ferraz y ante los medios de comunicación las firmas de las dimisiones.
Escarbando otro poco más se ve la sombra de Felipe González, que ha salido a la palestra para descubrir el supuesto doble juego de Pedro Sánchez: el “no es no” a Rajoy quería convertirlo en una segunda votación en abstención. Y Felipe se siente engañado cuando observa que Sánchez empieza a convertir el “no es no” en la posibilidad de un gobierno alternativo por la izquierda. Ya se sabe que la vieja guardia del PSOE concibe la herencia socialdemócrata como una de las dos patas del capitalismo bipartidista, y en consecuencia, como un férreo escudo contra los izquierdismos, vengan de donde vengan, antes del PCE ó IU, y ahora de Unidos Podemos, las mareas, etc.
Pedro Sánchez distingue muy bien las posiciones: Felipe defiende la abstención, él y la militancia el no a Rajoy, y se pregunta –retóricamente- qué es lo que defiende Susana Díaz. Maíllo se ha adelantado a la pregunta respondiéndole a la aspirante: “quien no te conozca que te compre”. Y es que los de IU de Andalucía la conocemos muy bien. Estábamos gobernando juntos en Andalucía y rompió el gobierno progresista andaluz (el de la ley antidesahucios, la propuesta de una banca pública, o un turismo sostenible) con el vergonzoso propósito de darles plenas garantías a la banca y demás poderes fácticos del mercado de que en Andalucía no iban a avanzar las experiencias a la griega.
Felipe González y Susana Díaz están cortados por el mismo patrón: aliados con González (BBVA), Botín (Bansander), Endesa, Repsol y demás, son el azote de rojos que no dudará en romper en dos el PSOE para darle el gobierno a Rajoy y procurarle una relajada vejez a los jerarcas del Ibex 35.