El Papa insta a asumir la "deuda" con los jóvenes, "marginados" y obligados a "emigrar" o "mendigar" por empleos
"Hemos condenando a nuestros jóvenes a no tener un espacio de real inserción", ha señalado Francisco
El Papa ha instado a asumir la "deuda" con los jóvenes, a los que se les debe dar un "lugar protagonista" ante las inmadureces de la sociedad. "Hemos creado una cultura que, por un lado, idolatra a la juventud queriéndola hacer eterna pero, paradójicamente, hemos condenando a nuestros jóvenes a no tener un espacio de real inserción, ya que lentamente les hemos ido marginando de la vida pública, obligándoles a emigrar o a mendigar por empleos que no existen o no les permiten proyectarse en un mañana", ha dicho.
Francisco ha hecho estas consideraciones durante la celebración de las primeras vísperas de la Solemnidad de María Santísima Madre de Dios, una ceremonia solemne celebrada en la basílica de San Pedro y en la que se ha entonado el 'Te Deum' de acción de gracias por el año pasado.
De este modo, ha hecho un llamamiento a la sociedad para reflexionar sobre el lugar que los jóvenes tienen en ella, donde se privilegia "la especulación en lugar de trabajos dignos y genuinos que les permitan ser protagonistas activos en la vida". A su vez, ha pedido que se abandone la "lógica de las "excepciones para unos y las exclusiones para otros".
El obispo de Roma ha querido aprovechar la última celebración litúrgica del año para lanzar un mensaje de esperanza hacia los jóvenes a los que se les exige -según el pontífice- que "sean fermento de futuro" pero a la vez se les discrimina y hasta se les condena "a golpear puertas que en su gran mayoría están cerradas".
Para el Pontífice, es preciso mirar el pesebre para asumir el desafío que supone que los jóvenes "no se dejen desilusionar" y "estimularles para que sean capaces de soñar y de luchar por sus sueños". "Mirando el pesebre nos encontramos con los rostros de José y María. Rostros jóvenes cargados de esperanzas e inquietudes, cargados de preguntas. Rostros jóvenes que miran hacia delante con la no fácil tarea de ayudar al Niño-Dios a crecer".
En este último día del año, según el Pontífice, es preciso dejar a un lado la lógica que se centra "en el privilegio, en las concesiones ni en los amiguismos" y pasar a la lógica "del encuentro, de la cercanía y la proximidad".
Francisco ha querido pedir especialmente un compromiso en todos los niveles de la sociedad para "ayudar" a los jóvenes a "recuperar, aquí en su tierra, en su patria, horizontes concretos de un futuro a construir". "No nos privemos de la fuerza de sus manos, de sus mentes, de su capacidad de profetizar los sueños de sus mayores. Si queremos apuntar a un futuro que sea digno para ellos, podremos lograrlo sólo apostando por una verdadera inclusión: esa que da el trabajo digno, libre, creativo, participativo y solidario", ha asegurado.
El Papa ha hecho un balance del año 2016 y ha recordado que Dios ha venido al mundo para "romper la cadena del privilegio que siempre genera exclusión, para inaugurar la caricia de la compasión que genera la inclusión, que hace brillar en cada persona la dignidad para la que fue creado". De este modo, ha explicado que Dios está cerca de todos aquellos que en su carne llevan el peso "de la lejanía y de la soledad, para que el pecado, la vergüenza, las heridas, el desconsuelo, la exclusión, no tengan la última palabra en la vida de sus hijos".
Por ello, ha avisado a los cristianos de que no sean "ingenuos" y no se dejen engañar por la tentación de la lógica del privilegio que "aparta-apartando, que excluye-excluyendo, que encierra-encerrando los sueños y la vida de tantos hermanos". En esta línea, ha advertido de la miopía que sufren aquellos que son "prisioneros de una actitud altamente integracionista de quien quiere hacer entrar por la fuerza a otros en sus propios esquemas".
Al terminar el año, el Papa ha querido recordar a todas aquellas personas que han encarnado "los signos de la generosidad divina", aquellos que "han sabido arriesgar" y han sido testimonios anónimos del amor de Dios. "Acción de gracias que no quiere ser nostalgia estéril o recuerdo vacío del pasado idealizado y desencarnado, sino memoria viva que ayude a despertar la creatividad personal y comunitaria porque sabemos que Dios está con nosotros. Mirar el pesebre es animarnos a asumir nuestro lugar en la historia sin lamentarnos ni amargarnos, sin encerrarnos o evadirnos, sin buscar atajos que nos privilegien", ha añadido.
La ceremonia eucarística ha comenzado cuando el Papa, ataviado con parámentos blancos, propios de este periodo, ha besado una representación del Niño Jesús ubicada a los pies del altar mayor al tiempo que el coro de la basílica entonaba "Noche de Paz".