El precio de un partido

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Román Callejón @RomanCallejon
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El fútbol es el deporte mayoritario en España, a priori, es un deporte barato de practicar: con una pelota, más o menos buena –incluso de papel y cinta adhesiva-, una explanada y cualquier cosa que sirva para delimitar una portería, tenemos más que suficiente. O, ¿acaso nunca han visto a un grupo de niños jugando en las placetas, con un balón de plástico y con los abrigos usados como postes de una figurada meta?

Para niños principiantes no está mal, pero a medida que el infante va creciendo y va ‘profesionalizándose’, el coste del equipamiento va subiendo: que si espinilleras, que si medias, que si camisetas térmicas, que si botas con filigranas… hasta alcanzar un coste mayor.

Esta inversión, con suerte, trabajo y talento, hará que algún día, ese partido que estamos desarrollando desde una placeta cualquiera, acabe siendo un encuentro de liga de primera división, por ejemplo, el UD Almería – Granada CF, que se vivió el pasado sábado en el Estadio de los Juegos Mediterráneos, donde el Almería se impuso al Granada por 3-0.

Este tipo de espectáculo, derbi regional, muy atractivo para el aficionado, tiene un coste. Los clubs de fútbol, especialmente los de primera, hacen inversiones ingentes de dinero para mantener una plantilla competitiva, con el fin de permanecer en la máxima categoría del balompié nacional, por lo que está más que justificado que quieran recaudar lo máximo posible en taquilla por ofrecer dicho espectáculo.

El precio de una entrada normal para este duelo rondaba entre los 40€ y los 50€, pero para un aficionado del Granada que quisiera desplazarse hasta Almería para ver jugar a su equipo habría que sumarle el desplazamiento, que, según la forma en la que se haga, podría ser, como mínimo, de 10€ en adelante por persona.

El partido y el desplazamiento implica pasar un buen número de horas fuera de casa, por lo que hay que pensar en que el hambre y la sed pueden hacer mella. Tirando a lo barato, se puede decidir equiparse con una mochila y llenarla de bocadillos, agua o refrescos.

Si pasamos de bocadillo y queremos disfrutar de la gastronomía del lugar, el precio podría dispararse.

Así, presumiblemente, el coste de ir a presenciar un partido como visitante, a un destino tan cercano como Almería, puede rondar desde los 60€ hasta donde el bolsillo de cada uno le permita.

Aunque este improvisado cálculo lo estamos realizando partiendo de los supuestos básicos y sin que ocurra nada extraordinario, como puede ser el caso que, a continuación, paso a exponer:

José Miguel Oliva es un modesto empresario granadino que regenta una nueva web de deporte en Granada, cuyo principal afán es hacer seguimiento del Granada CF. Con tal fin, nuestro protagonista organiza un desplazamiento con los redactores de su medio,  aportando su vehículo y sufragando los gastos que acarrea dicho desplazamiento. Todo muy normal hasta que el partido finaliza, es hora de regresar a Granada y, con tres goles en contra y varias horas de trabajo encima, el asunto aún puede ir a peor: encontrarse que te han reventado el cristal del pasajero y te han robado en el coche.

Ya no sólo el valor material del cristal roto y de los artículos detraídos, que suponen el perjuicio económico consiguiente , sino el daño moral de sentirse desvalido y tener que regresar por carretera, a altas horas de la madrugada, con un apaño poco efectivo en la ventanilla para evitar que el frío entre en el habitáculo.

 

Por cosas como estas es por lo que un partido fútbol, el esfuerzo de aficionados y, en este caso, de informadores, puede alcanzar un coste inaccesible para muchos bolsillos. Nadie está libre de sufrir una fechoría como la que ocurrió el pasado sábado.

No hay derecho a que cualquier persona, sea en condición de seguidor o trabajador, acuda a un estadio a presenciar un espectáculo y pasar un buen rato, y esto se convierta en un calvario y en un agravio mayor al bolsillo, ya exprimido para poder asistir al evento.

Sirva este artículo como denuncia para que los cuerpos de seguridad, tanto públicos como privados, agudicen sus sentidos y no permitan que un evento deportivo, que por sus características cuenta con un buen número de agentes velando por su normal discurrir,  sirva para albergar cualquier acto delictivo, sea del orden que sea.