El que tira el penalti es el que lo falla

pedro sanchez
El presidente del Gobierno. Pedro Sánchez | Foto: Archivo
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Decíamos en mi barrio que el que tira el penalti es el que lo falla. Es decir, que ante las circunstancias que se presentan en la vida cada cual debe asumir la responsabilidad que le ha tocado en destino por estar en el puesto que estaba cuando sobrevino lo inesperado. Quien no tira penalti -quien no asume responsabilidades- no falla nunca. Y en todo caso, aunque esa responsabilidad no le correspondiese, queda un poco fuera de lugar que se dedique a criticar a quien no eludió su obligación.

Lo siento si molesto a quienes no piensen como yo, pero creo que estos días de tragedia que vivimos desde hace mes y medio arrojarían en esencia los mismos trágicos resultados esté o estuviera quien esté o haya estado en la Moncloa. Si en lugar de Sánchez estuviese al frente del Gobierno Suárez, González, Aznar, Zapatero o Rajoy y hasta Calvo Sotelo, que no pasó por las urnas, las cifras de infectados, el número de fallecidos, las decisiones que se están tomando creo que serían más o menos los mismos.

Lo siento si molesto a quienes no estén de acuerdo, pero creo que los errores y precipitaciones que haya podido cometer o esté cometiendo o pueda todavía cometer en este tiempo el Gobierno al que por una pirueta del destino le ha tocado en suerte afrontar la lucha contra esta pandemia son más fruto de la magnitud del problema, de la falta de antecedentes o referentes que de la propia incapacidad o torpeza que pueda reunir en su seno este equipo del Ministerio y su presidente del Gobierno. Cuando todavía se discute sobre la utilidad o no de la mascarilla, cuando científicos y expertos establecen sus controversias sobre el mejor camino para atajar el mal...

Lo siento si molesto a quienes piensen de otra forma, pero aunque el Gobierno está y estaba obligado a tomarse las cosas en serio mientras el común de los ciudadanos nos tomábamos a chanza lo que se nos venía encima, la respuesta de este presidente y su equipo no ha sido distinta a la que desarrollaron otros países cuando sonaron las primeras trompetas del Apocalipsis. Es cierto que cuando los primeros síntomas aparecieron en España ya existían suficientes referencias en Italia sobre la gravedad del coronavirus como para haber mostrado una mayor prevención y celeridad, pero es cierto también que cuando el virus fue una realidad en Francia, en el Reino Unido o en Estados Unidos, en esos países ya existían los precedentes no solo de Italia sino también el de España. Y no reaccionaron hasta que el problema estuvo sobre sus cabezas.

Lo siento si molesto a quienes opinen lo contrario, pero aunque el Gobierno y su presidente Pedro Sánchez no acelerasen la provisión de mascarillas, test y respiradores en los días finales de enero y todo el mes de febrero, cuando la Organización Mundial de la Salud (OMS) ya había lanzado una alerta mundial, nada impedía al común de los diecisiete gobiernos de las diecisiete comunidades autónomas que colorean la España autonómica haberse procurado las correspondientes unidades que por miles y millones ahora necesitamos. La centralización de esfuerzos en el Ministerio vino después; antes, todas las autonomías gozaban de autonomía para haber tomado la iniciativa autonómica de la compra. Ahí estaba ese consejero zumbón de una autonomía muy conocida por este sur peninsular que afirmaba antes de la cuarentena la de mascarillas, test y respiradores con los que contábamos, suficientes... Decía...

Lo siento si molesto a quienes disientan pero episodios como el de las mascarillas o test defectuosos que se compraron y no estaban homologadas los han sufrido en mayor o menor medida también esas autonomías que no encontraban aviones y que se han visto abocadas a tomar decisiones acuciadas ante la magnitud de una tragedia de la que no existen precedentes ni referencias sobre las que elaborar una estrategia en tiempo real, sin plazos para la duda o la reflexión, inmersos además en un mercado que de repente se estrechó y al que acudieron como competidores todos los países del globo terráqueo. Esos episodios de test inservibles y aviones que no aparecen, al menos mientras dure la pandemia, deben movernos a la solidaridad son quien haya sido engañado antes que a la crítica. Que ya habrá tiempo para ejercerla.

Lo siento si molesto a quienes juzgan en estos días como ocultación de datos la dificultad de establecer el número real de víctimas o afectados sin tener en cuenta que son los gobiernos regionales, cada uno con su baremo particular para medir, quienes facilitan las cifras. Cifras que, por otra parte, probablemente nunca se sabrán, como están advirtiendo científicos y autoridades de todo el mundo, conscientes de la imposibilidad de establecer la relación cierta y en su totalidad de los fallecidos en estos días por distintas circunstancias que quizá también estaban relacionadas con el coronavirus. Vale esta reflexión también para la medida de la transparencia que esté ejerciendo el Gobierno central, mientras hay autonomías que no han dado ni una rueda de prensa y otras que amenazan a su personal sanitario como osen disentir de sus datos o criticar la falta de medios.

Sí hay cosas que en España nos diferencian del resto: empezando por las diecisiete autonomías de la España autonómica y siguiendo por ese simpar honorable y supremacista Torra. Autonomías que un día piden que se endurezcan las condiciones del confinamiento y el día que se endurecen las condiciones del confinamiento ponen el grito en el cielo. Hay más cosas que nos diferencias: el menos número de camas y personal sanitario por habitante, que ya era menor que el índice europeo, pero agravado después por los recortes. Pero, sobre todo, es ese 'A degüello' que dice la leyenda que sonó día y noche durante el asedió del general Santana a El Álamo y que los cuarteles generales de la derecha y la ultraderecha han convertido en banda sonora de estos días. Mientras, se despliegan por las redes sociales mensajes mentirosos de la realidad con desprecio a la verdad, inventados -como el del imbécil ese que inventó lo del respirador de Carmena- o manipulados como el de los ataúdes en la Gran Vía, siempre jaleados por la puntualidad de sus portadas amigas, todo ello en un maremágnum que certifica que para algunos la prioridad es sacar a Sánchez de la Moncloa antes que contener la pandemia y que dejan en entredicho las virtudes cristianas de piedad y caridad que como cristianos deberían practicar. Y ya, en plan más local, esas cosas que son inequívocamente 'granaínas', como nuestro internacionalizado y fantomático 'Spirimán', ese hombre devorado por su personaje que estuvo diciendo hasta un minuto antes de la cuarentena que esto del coronavirus no iba más allá de una gripe común y ahora anatemiza a todo el que se mueva...







Comentarios

Un comentario en “El que tira el penalti es el que lo falla

  1. ???? me ha encantado, no de puede decir mejor!