El resurgir de la Abadía del Sacromonte | Vídeo
Muy pronto, la Abadía abrirá al público muchos de sus espacios 'ocultos', gracias a un proyecto integral de rehabilitación | Por el momento, se ha reformado y rehabilitado el edificio de recepción y están finalizando las obras en el exterior de las Santas Cuevas
La Abadía del Sacromonte está en el imaginario colectivo de los granadinos, pero, a diferencia de otros espacios idiosincrásicos de la ciudad, no todos conocen o se han interesado por su historia y su potencial arquitectónico y cultural. A lo largo de los años, la Abadía ha ido sumando y restando patrimonio, ganando y perdiendo tesoros; ha tenido épocas en las que ha sacado el pecho y otras en las que ha andado cabizbaja. Quizá, muchos recuerden el incendio del año 2000, que supuso, de alguna manera, la debacle final a la trayectoria académica y cultural de la Abadía. Sin embargo, un futuro mejor está por llegar, y no está muy lejos en el calendario.
RECUPERAR LA ABADÍA
El edificio más alto de la ciudad, con un patrimonio de más de 400 años de historia en sus pilares, recibe a los turistas con visitas guiadas para conocer el Claustro, la Colegiata, las Santas Cuevas y el Museo. Esta es la parte visible al público, pero la Abadía esconde muchos más rincones que, muy pronto, se podrán conocer, gracias a un gran proyecto de rehabilitación que ya está en marcha. El fruto de esas obras se podrá recoger en los próximos meses, cuando granadinos y visitantes podrán descubrir y adentrarse en una Abadía nunca vista, con varias de sus salas y edificios completamente reformados.
Allí, en el monte Valparaíso, al final de las “siete cuestas” del Sacromonte, las obras comenzaron hace unos meses, y ya se pueden palpar los resultados en algunas fachadas y salas, pero las reformas siguen. La quietud se mezcla con el murmullo de los turistas y el trasiego del personal de las obras. Detrás del ‘resurgir’ de la Abadía está su Fundación que han creado recientemente. Desde que se puso en marcha, en otoño de 2015, este patronato, encabezado por el arzobispo de Granada, Javier Martínez, no ha dejado de idear y, lo que es más importante, de materializar la forma de recuperar y acercar a la ciudadanía este conjunto monumental que se fue forjando, siglo tras siglo, tras el descubrimiento de las cenizas de San Cecilio, patrón de la ciudad.
“Queremos que vuelva a ser lo que fue, aunque con un formato propio del siglo XXI”, nos adelanta Javier Restán, director de la Fundación Abadía del Sacromonte. “Queremos que sea un lugar de vida religiosa, de cultura, de diálogo entre ellas, de generación y cobijo del arte, y sin olvidarnos de su dimensión académica. Así era antes la Abadía”, apostilla.
Javier no termina de contarnos aspectos sobre los avances en una fase concreta de la rehabilitación, cuando ya tiene en su boca los detalles de las próximas actuaciones que van a acometer. “No sé por dónde empezar a contaros. Estamos haciendo tantas cosas, y vamos a hacer otras tantas, que…”, se excusa cuando observa que sus apuntes van más rápido que las notas que estamos tomando. “Vayamos por partes”, decide Javier, quien nos adelante que vamos a poner los pies en lugares privilegiados, espacios de la Abadía que han estado ‘escondidos’ a los ojos del turismo.
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LA ABADÍA CUENTA YA CON SU RECEPCIÓN
Huele aún a pintura, y en el suelo queda aún polvo de obra. Estamos en el Centro de Recepción de la Abadía. Después de seis meses de trabajos, se han recuperado las fachadas de todo este edificio del siglo XVI. Y, aquí, en la planta baja que pisan nuestros pies, se ha generado un espacio amplio, conservando la piedra vista original y el gran techo de madera.
A la izquierda, hay una hilera con varias mesas. “Aquí irá una especie de barra para la cafetería”, señala Javier, mientras dibuja con sus manos el espacio que ocupará. La nueva recepción contará con cafetería/bar, venta de entradas, librería, tienda, sala de espera, así como una sala multiusos, lugar que hace años fue una cuadra.
Cerca de esa estancia, el director de la Fundación abre otra puerta que nos conduce a la cara opuesta de lo que acabamos de ver. Un espacio en ruinas y con escombros. No hay suelo físico en la segunda y tercera planta de ese edificio, pero se puede intuir. “Aquí tenemos pensado que vaya un centro de exposiciones”, nos adelanta Javier con los ojos clavados en un punto de este espacio. Esta obra sí está más pensada que se haga a largo plazo, pero la petición ya está remitida al Ministerio de Cultura. - ¿Por qué se ha tardado tanto en poner en valor este espacio, Javier?- le preguntamos, mientras paseamos por una de las zonas nobles, también cerrada al público, que alberga ropajes del siglo XVI, algunos bordados con hilo de oro.
Javier nos relata la muerte lenta de la Abadía. La desamortización eclesiástica, el cierre del colegio privado que albergó y el incendio que calcinó buena parte del colegio que se construyó supuso el mazazo definitivo para este espacio. “Los otros obispos de la ciudad tuvieron otras prioridades, ahora nuestro arzobispo pretende que éste sea uno de los grandes proyectos de la diócesis. Por eso creó la Fundación porque, para hacer todo lo que estamos haciendo y lo que queremos hacer, se necesita un instrumento civil de explotación”.
SU HISTORIA: APOGEO Y DEBACLE
La historia de la Abadía se ha escrito por capítulos. Su construcción fue progresiva con diversas ampliaciones para dar cobijo a diferentes usos. Es una historia larga, que trataremos de resumir. A finales del siglo XVI en unas cuevas excavadas en el monte Valparaíso se encontraron unas láminas sepulcrales, restos humanos y unos documentos escritos en árabe sobre láminas de plomo: los libros plúmbeos.
Estos documentos, que fueron altamente cuestionados, venían a afirmar, haciendo uso de una especie de parábola, la posibilidad de un diálogo y entendimiento real entre la religión cristiana y la árabe, una forma de cristianismo carente de rasgos ofensivos para los musulmanes. Estos libros fueron desautorizados por la Santa Sede, aunque actualmente están siendo estudiados por dos expertos de la Universidad de Leyden de Holanda.
Estos 21 libros aseguraban que en ese lugar sufrieron martirio los primeros evangelizadores de la Bética, entre ellos San Cecilio, patrón de Granada. La ciudad se conmovió de inmediato y el monte pasó a ser considerado sagrado. Se plagó de cruces (de las que aún perduran cuatro) y la peregrinación hacia ese lugar comenzó a tener más fuerza. D. Pedro de Castro, arzobispo de Granada (1534-1623), comenzó a edificar la Abadía como lugar de culto cristiano para honrar a los mártires. Primero construyeron, cerca del hallazgo, una capilla para atender a los peregrinos. En 1610 inauguró la Iglesia Colegial y, posteriormente, se levantó todo el resto del complejo que va desde el siglo XVII al XIX. Junto a la Colegiata construyó un centro para la educación de la juventud. Ese edificio, durante el siglo XVII fue Colegio de teólogos y juristas, después amplió su campo académico a la enseñanza de Derecho, Historia y Lenguas orientales. En la segunda mitad del siglo XX se creó otro edificio para acoger estudiantes de bachillerato y universitarios, que estuvo funcionando hasta 1975. En el año 2000, un incendio destruyó parte de la construcción conocida como Colegio Nuevo, que estaba a punto de inaugurarse y que dejó paralizado el proyecto de la hospedería. Por suerte, por caprichos de las llamas, se salvó la colección personal de libros de D. Pedro de Castro.
TURISMO Y ALQUILER, LOS ALIADOS DE LA ABADÍA
Javier nos muestra algunas de las salas que están disponibles para alquilar para eventos y reuniones en la Abadía, como el viejo comedor de estudiantes, que conserva las mesas con las típicas inscripciones hechas, seguramente, con algún cuchillo del comedor. Ya se han celebrado varios banquetes de bodas y otros eventos privados, como una pasarela de moda de la diseñadora granadina Pilar Dalbat o las dos presentaciones de productos de Cervezas Alhambra, entre otros.
Estos alquileres suponen una parte de los ingresos que recibe la Abadía y que se suman a los que genera su mejor aliado: el turismo. Se estima que este año, más de 35.000 personas habrán visitado la Abadía, 10.000 más que el pasado. El precio de las visitas guiadas es de 4 euros, por lo que, en 2016, la Fundación pudo ingresar alrededor de 100.000 euros. Por otro lado, la Fundación se nutre también de donativos particulares, que suponen el 5 por ciento de los ingresos totales.
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Nuestra visita llega al origen de la Abadía. Unas escaleras nos sumergen a las grutas y empieza a ser complicado andar completamente erguidos. Avanzamos con el silencio como compañía. "Aquí empezó todo. Aquí hallaron los restos de San Cecilio". -¿Y esa cruz?-, preguntamos. "Esa cruz pertenece a San Juan de Dios", responde nuestro particular guía. "Cuando tuvo lugar la invasión napoleónica, los tesoros de San Juan de Dios se escondieron en estas grutas, y como forma de agradecimiento terminaron regalandola", completa la información Julián Alonso, coordinador y 'amo de llaves' de la Abadía, entre otras muchas funciones.
La luz exterior se cuela tímidamente por una ventana, espacio desde el cual los peregrinos contemplaban el hallazgo. "Tenemos pensado reformar ese ventanal con una plancha de metacrilato para que se pueda vez por completo el interior de la gruta desde fuera", comenta Javier. No es el único espacio de culto que hay en esas grutas. En ese laberinto de roca bajo el suelo, cerca de los hornos de cal donde aparecieron los vestigios, visitamos la capilla que decidieron construir para atender a los peregrinos, así como la habitación donde vivían dos sacerdotes; y otra capilla, a la que llaman ‘la de piedra’, ya que el retablo está construido con mármol de Sierra Nevada.
Regresamos al exterior. Varios obreros trabajan sobre la fachada del edificio que alberga en su 'sótano' las grutas. "Se van a recuperar los muros y el suelo empedrado que están muy deteriorados", prosigue Javier. Además, el cementerio que hay colindante, que era para los canónigos, se va a rehabilitar entero. SE RECUPERA LA IGLESIA DE SAN DIONISIO La Iglesia de San Dionisio, otro de los espacios cerrado al público, también está terminado su rehabilitación. Javier nos abre la puerta. El espacio está ‘desnudo’ pero diáfano gracias a unas vidrieras. La rehabilitación de este espacio ha consistido en la reforma integral de los tejados de esta iglesia de estilo neogótico.
El director de la Fundación nos muestra los jardines de la iglesia. También se van a rehabilitar. De hecho, ya hay una persona encargada del proyecto de restauración botánica, así como un arquitecto rediseñando el espacio, que cuenta con una fuente ornamental, que, en su día, fue una piscina para los estudiantes de la Abadía.
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Regresamos sobre nuestros pasos a la Colegiata, a la Iglesia de la Asunción. Junto al altar mayor, a la derecha, está la Capilla del fundador, D. Pedro de Castro y Cabeza de Vaca. De pequeñas dimensiones, alberga el mausoleo del fundador, que aparece de rodillas y en actitud orante. Hace unos meses, y después de 200 años, se abrió y se limpió. “Estamos pensando rehabilitar este espacio y abrirlo al público, como lo tiene la Capilla Real de la Catedral con los Reyes Católicos”, nos comenta Javier.
También están pendientes de una subvención para la restauración del retablo de la iglesia. “Está bien conservado, pero tiene mucho polvo”, apostilla Javier. Arriba está la Sala del Coro, con un órgano que aún se usa. “La Abadía es una de las más importantes de España por su riqueza en patrimonio cultural musicológico”, apunta Javier Restán.
La Abadía cuenta también con un taller de restauración. Lourdes y Lola Blanca son las guardianas de este lugar. “Este taller se está convirtiendo en unos de los más importantes de Granada”, introduce Restán. “Principalmente, atiende las demandas de la Abadía, aunque ellas trabajan para toda la Archidiócesis granadina”, añade.
EL GOYA ROBADO
Otra de las joyas de la Abadía es su coqueto museo, que acumula un valioso patrimonio artístico y documental, aunque quedan sueltas muchas obras en otras estancias de la Abadía. Destacan entre sus expositores las obras La Virgen de la Rosa y la Conoración de la Virgen de José Risueño. La parte central del Museo también está en obras, pero entre los plásticos protectores se deja vez un enorme tapiz flamenco que se ha tardado cinco años en su restauración. “Y todavía quedan varios más. No creo que pueda verlos terminados”, asegura, entre risas, Javier.
De una pared del museo cuelga un ‘Goya’, el retrato de uno de los antiguos alumnos, el de Francisco Saavedra, ministro de Carlos IV. “Fue robado y apareció a los 15 años”, relata Javier.
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Muy a nuestro pesar, nuestra visita llega a su fin, pero con un plato fuerte. Tenemos el gran privilegio de visitar la biblioteca de la Abadía, a la que nadie tiene acceso, salvo el bibliotecario y el archivero. La puerta se abre y entramos en un espacio oscuro, con una hilera de estanterías abarrotadas de libros. Huele a papel y a historia. Esta ha sido la segunda ‘casa’ de los libros en la Abadía, después del incendio de 2000 que obligó a cambiar todos estos tesoros de papel a esta sala provisional. Allí se conservan miles de libros que se han ido atesorando durante años, entre ellos, la colección personal de Don Pedro de Castro, los primeros libros que formaron este archivo de gran valor.
Este núcleo primigenio, estimado en unos 1.300 títulos, representa el sector más escogido y rico de todo el conjunto. En él se encuentran representadas todas las áreas del conocimiento y en distintos soportes y lenguas. En la actualidad, después de años de adquisiciones y donaciones, la biblioteca histórica, ya catalogada, cuenta con más de 22.000 títulos impresos.
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Javier, la persona elegida para liderar el resurgir de la Abadía, cierra la puerta de la biblioteca. Este madrileño, cuya vida ha girado en torno a la Educación y a la Cooperación al Desarrollo (y al periodismo también) está completamente ilusionado con este proyecto de rehabilitación que, en apenas un año, ya empieza a ser visible. “Para mí es un desafío precioso”, confiesa con cierto brillo en los ojos. “Queremos que los granadinos formen parte de ella, que la quieran más porque consigan conocerla más aún”, concluye nuestro guía particular.
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Comentarios
Un comentario en “El resurgir de la Abadía del Sacromonte | Vídeo”
Antonio Luis Cabrera
2 de octubre de 2017 at 16:42
Que tiempos tan bonitos pase en el Ilustre.real y Pontificio colegio del Sacromonte años 1964-65 cuando estaba Don Luis Roldán de director y Don Zotico Royo de Abad