El “Seguro” a la altura de las circunstancias actuales
Desde que el hombre se procuró hogar y sustento y pudo con los excedentes iniciar el comercio, ha existido la necesidad en la sociedad de asegurar los bienes. Los anales del seguro se pierden en las antigüedades de la historia del hombre, pero es sin duda con las primeras civilizaciones donde se establecen de alguna forma estos antecedentes. Así, entre las evidencias del comercio y su regulación en la antigua Babilonia o en Egipto, como de la experiencia del bien común de estas primeras sociedades y el reparto de las cargas como forma de afrontar mejor las adversidades, es como se iría conformando el germen del seguro en aquellas primeras civilizaciones que anotaban sus transacciones en tablillas de barro o en papiro.
Hoy, tras leer la noticia de que “El seguro crea un fondo de 37 millones para proteger a los sanitarios que se enfrentan al COVID-19” me siento muy orgulloso de ser abogado de compañías de seguros. Ya sé que habrá quien diga que eso es calderilla para el sector, pero podían no haberlo hecho y sin embargo lo han hecho. Aseguran a más de 700.000 profesionales, según el comunicado de Unespa, y entre ellos a mi mujer, nefróloga en el hospital público Virgen de las Nieves de Granada y a todos sus compañeros. Y yo agradezco mucho el gesto, porque creo que se merecen cuanto se pueda hacer por ellos, tras estar dándolo todo a pesar de trabajar sin los medios de protección adecuados, lo que como ya sabemos ha supuesto que un porcentaje elevado de los contagiados sea personal sanitario. Solo puedo decir, muchas gracias con mayúscula y ojalá no haga falta nunca hacer uso de esa póliza.
Creo que esta vez “el sector asegurador” ha estado a la altura de tan magnifica institución del derecho como es el seguro. “El español no siempre es consciente de la trascendencia del seguro para sus vidas” dijo el que fuera director general de Helvetia Seguros, José María Paagman, en una interesante entrevista. Yo añadiría que la historia del seguro es sin duda la historia del avance de la autonomía personal, pues la finalidad de los seguros es prevenir contingencias. “El seguro, como actividad humana que es, guarda una relación bilateral con los avances sociales a los que favorece y de los que recibe impulsos que le obligan a evolucionar. Esto ha sido así desde sus orígenes históricos más remotos”. Con esta frase comenzaba en el año 2000 su estudio 'Importancia económica y social del seguro' la entonces directora general de seguros y fondos de pensiones, Pilar González de Frutos, que lo fue hasta diciembre de 2002 y que desde 2003 -hace ya diecisiete años- es la presidenta de Unespa, la asociación empresarial fundada en 1977 que representa al 96% del sector asegurador de España.
Un seguro se puede definir como un sistema que permite prever las consecuencias económicas de los hechos futuros e inciertos, cuya eventual realización teme la empresa o persona asegurada y, además, busca anular sus efectos. En resumen se puede decir que los seguros constituyen un sistema de transferencia de riesgos. De hecho es célebre la frase de Garrigues que lo define: “El seguro es el antídoto del riesgo”. En España la cultura del seguro empieza a crearse, aunque todavía se halla muy lejos de los países desarrollados, en los que un padre de familia invierte en seguros hasta un 7% de sus ingresos y una empresa pequeña adquiere la mayoría de los seguros que hay en el mercado. Pero todo llegará, pues cada día somos más conscientes del gran papel que desempeña el seguro en el sustento del llamado 'estado del bienestar', favoreciendo el desarrollo y cubriendo esa necesidad -que ha sentido el hombre desde la noche de los tiempos- de proveer para el futuro. Lo que está claro es que en las circunstancias actuales de pandemia, el “Seguro” en España ha sabido estar a la altura.