El valor de la experiencia
Bueno, pues el verano se está acabando, pero la que no se acaba es la dichosa pandemia. Dicho lo cual, el otoño se presenta calentito tanto en lo sanitario como en lo económico. Y una de las cuestiones más acuciantes que tenemos pendiente como país es solucionar la endémica realidad de nuestro desempleo. Los datos correspondientes al segundo trimestre de la EPA son sencillamente escalofriantes: bajada de la ocupación en mas de 1.000.000 de personas, disminución de las horas trabajadas en un 22,59% e incremento del desempleo en 55.000 personas, las peores cifras de toda la UE…¡Para llorar!
Actualmente, los desempleados mayores de 45 años suponen el 50% de todos los parados en España, lo que supone 1.700.000 personas. Desgraciadamente y con toda seguridad, esta cifra irá a más con la oleada de ERES y despidos que ya han empezado a llevar a cabo las empresas.
Por lo tanto, urge preguntarnos qué lugar ocuparán los mayores a los que tanto hemos maltratado sanitariamente, dejando a muchos de ellos a su suerte, en el nuevo escenario económico. Y tendremos que hacerlo porque los sénior se perfilan como una nueva clase de trabajadores esenciales; una generación con capacidades profesionales especialmente adecuadas para un nuevo mercado laboral marcado por la incertidumbre y nuevas formas de actividad.
Las compañías se equivocan si prescinden de los profesionales más veteranos. Aquellos en los que la actitud, el conocimiento, la constancia, el liderazgo, la inteligencia emocional o la lealtad, capacidades demandadas en cualquier proceso de selección, se decantan claramente a su favor.
Sin embargo, la realidad nos muestra que las empresas tienen preferencias por los más jóvenes a la hora de contratar y el hecho de que, cuando llegan a cierta edad, se prescinde de los profesionales más veteranos. Se debe contar con aquellos profesionales que cuentan con más experiencia laboral. Pero ¡ojo! no confundir el talento sénior con la imagen de jubilados satisfechos de serlo ni menos aún con ancianos dando de comer a las palomas.
Los sénior son la voz de la experiencia, han vivido varios ciclos económicos y están capacitados para gestionar con eficiencia. Dominan los ajustes organizativos o las cuestiones de refinanciación como nadie, así que hay que poner esos perfiles en valor. Además, los sénior están acostumbrados a desarrollar mucho esfuerzo, paciencia y son más asertivos, por lo que sus egos están más satisfechos y eso les permite desdramatizar.
Debería haber más apoyo para que las empresas contraten a las generaciones mayores, que aportan compromiso y experiencia. La clave está en conseguir el equilibrio para prolongar la vida profesional teniendo en cuenta que hay una generación joven que tampoco tiene muchas oportunidades de incorporarse a la vida laboral.
Si de verdad se apreciase el valor del conocimiento y la experiencia, si las empresas tuviesen inventarios de competencias de todos sus trabajadores y si supiesen para que sirven, se haría visible el valor de cada persona y su capacidad de aportar valor, independientemente de su edad.
Como profesor de finanzas y consultor de empresas que soy, estoy plenamente convencido de que lo uno no quita lo otro. Jóvenes y viejos (no tan jóvenes) no deberían ser excluyentes en cualquier organización empresarial que se precie, muy al contrario, opino que existe una retroalimentación mutua de la cual se beneficia claramente (positivamente) la propia organización. Los jóvenes por supuesto que tienen mucho que aportar, pero se van a plantear situaciones que van más allá de su agilidad tecnológica y de su ambición por desarrollar una exitosa carrera profesional. Y aquí es donde cobran importancia los sénior. La capacidad de delegación y autonomía, las dotes de liderazgo, la serenidad, la capacidad para solucionar problemas e incertidumbres no previstos, que aportan los mayores y que se van depurando con el paso de los años, pueden convertirse en un factor decisivo para hacer frente a la que va a ser una crisis estructural y acelerar la superación de los obstáculos a los que tendremos que enfrentarnos en los próximos meses.
Las compañías deben ver como algo lógico la convivencia intergeneracional, en la que se deben conciliar diversos intereses, culturas, modelos de trabajo y de compromiso: tradicionalistas, Baby Boomer, Generación X, Millenials, y Generación Z. Todos suman.
Nos vemos dentro de quince días, saludos.