En el Día del Padre

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Cuántas veces me dije que la paternidad debía reclamar libros de instrucciones, rutas de vuelo, un Gran Hermano que todo lo resolviera…  al final, ni tan siquiera tenemos el derecho de surtirnos de unas cuantas hojas de reclamaciones por material, en ocasiones y a ratos, defectuoso.

-Créetelo, Dani, es así. Cuando seas mayor, ya lo comprobarás.

Explicarle esto, a un día de la celebración en Carrefour y el Corte Inglés del Día del Padre, es algo cuando menos arriesgado, si uno, al fin y al cabo, lo que ansía es que cada año se acuerden que al menos en tu casa, sigues siendo el importante.

Entre tantos y tantos libros acerca de la paternidad, entre tanto sentimiento de frustración por no ser mejor padre, entre tanta montaña rusa y alguna encrucijada en el día a día de la educación de Dani, finalmente vives con el consuelo de que, equivocado o no, hiciste lo que creíste correcto: educar lo mejor que sabías y te dejaron. Ese será tu único diploma cuando cum laude te doctoren y abandonen tu casa, como ley de vida que es.

Porque hasta la imperfección es responsable si se ejerce en beneficio de nuestros hijos. Porque hasta la frustración y el desconcierto pueden ser positivos si en la suma se alternan alegrías y amores filiales infinitos. Porque hasta el error es una bendición, si al final del día posemos la valentía de mirarle a la cara y decirle: “Perdona, Dani, me he equivocado”. Es el sino de ser simplemente eso, humano. De todo hay en la viña del Señor.

“Mira Dani, cuando naciste, dejé de saber dónde estaba mi ombligo. A través de ti entendí lo que es sentirse imprescindible, formar parte de lo indispensable para otro, estudiar orillado en la vida cómo ser mejor persona, cómo darte lo mejor de mí”.

El auténtico vértigo. El que cuando introduces la llave en la cerradura de la casa se dispone a dar lo mejor de uno mismo a pesar de un maldito día; el que desde pequeños cuando comienzan a balbucear, se dispone siempre a dialogar mirando de frente y comprendiendo sus problemas, aunque en ocasiones la garganta se seque o no demos respuesta adecuada a sus inquietudes. El que al final descubre, a pesar de consejos de abuelitos, regalos de tíos, o gloriosas tardes con amigos, que nadie es más padre o madre del niño, sino su padre o su madre, y que ese cariño nunca lo pone en entredicho…

Cuando hoy falta un día para que celebremos el Día del Padre, a pesar de los montajes, de la parafernalia, de saberme entrometido en un auténtico montaje de la industria, a pesar del gasto y del dispendio, a pesar de todo ello, espero con impaciencia el regalo que, con un poco de suerte, llegará entero y en el que trabajó durante días en el cole; agradecerle el tiempo que empleó en acordarse de mí para comprar ese detalle; el de la cola que guardó en Zara para que le envolvieran el cinturón…

“Lo estoy esperando, Dani, no lo olvides. Siempre supe que, cada 19 de marzo, eras tú, y nadie más, mi verdadero Rey Mago”.