En pie de igualdad
En los casi dos siglos que median entre Mariana Pineda y María Jesús Montero, el feminismo ha desplegado una intensa acción orientada a combatir y erradicar la desigualdad
Hace unos días llamaba mi atención una foto publicada en casi toda la prensa granadina, incluido este diario GranadaDigital. En el ayuntamiento, y con el cuadro de Mariana Pineda como fondo, la ministra de Hacienda, María Jesús Montero, firmaba un protocolo por el que el Gobierno de España va a invertir ocho millones de euros para recuperar la antigua Tabacalera como un hub (centro de operaciones) tecnológico y digital. La noticia se refería a la apuesta del Ayuntamiento por un modelo productivo basado en la ciencia y la tecnología, para generar, en palabras de nuestro alcalde Paco Cuenca, "empleo de calidad relacionado con la inteligencia artificial, la digitalización y la investigación". Una excelente noticia para Granada.
Pero mis ojos de historiadora, acostumbrados a buscar imágenes de mujeres en archivos y museos para construir esa historia que se nos ha robado, se fueron directos a la foto. Dos mujeres, en planos distintos y con itinerarios vitales diferentes, ocupaban el plano central. Me pareció de una fuerza extraordinaria y un excelente prólogo para los actos organizados en torno al 8 de marzo. Esa imagen representaba el avance logrado por las mujeres en apenas dos siglos, y la existencia de una genealogía propia que ha ido trenzando luchas, nuevas teorías, reivindicaciones, sueños, movilizaciones y conquistas, y que, como un hilo invisible, unía a ambas mujeres.
En los casi dos siglos que median entre ambas, el movimiento feminista ha desplegado una intensa acción orientada a combatir y erradicar la desigualdad profunda de las mujeres, que es parte constitutiva de nuestro modelo de sociedad. Su creatividad, fortaleza y resistencia frente a los más diversos embates han hecho de él uno de los movimientos sociales más potentes y transformadores de los últimos siglos. Los derechos conquistados han cambiado y están cambiando la vida de las mujeres y haciendo mejores, más democráticas y justas nuestras sociedades. Pero la igualdad real es un horizonte aún por alcanzar, y la reacción patriarcal ante los avances de las mujeres se abre camino en nuestro vida cotidiana con formas diversas, a veces sutiles y a veces burdas.
El día 8 de marzo las mujeres ocupamos las calles de Granada. Nuestras voces se hicieron oír de forma pacífica y alegre, reivindicativa y firme. La brecha salarial, las diferentes formas de violencia contra las mujeres, la mercantilización de nuestros cuerpos y la diferencia de trato y reconocimiento forman parte de esas preocupaciones que hoy atiende la agenda feminista.
Sabemos por la experiencia de estos siglos que para afrontar esos viejos y nuevos problemas son indispensables las políticas públicas de igualdad; organizaciones políticas que las defiendan e impulsen desde las instituciones, y que quienes las lideren cuenten con mujeres y hombres de firmes convicciones feministas. No sirven atajos, ni falsas caretas. El compromiso con las políticas de igualdad no es una pose, y las trayectorias en favor de los derechos de las mujeres no se improvisan.
Como me gusta distinguir esas trayectorias, nombrar mujeres que trabajan en favor de la igualdad y poner rostros a ese movimiento colectivo, vuelvo al ayuntamiento donde se producía la firma con la que iniciaba esta columna para descubrir y reconocer, en este caso, el trabajo realizado por las concejalas y, en particular, el de Ana Muñoz, responsable de las políticas municipales de igualdad. Ella, como Raquel Ruz, María Arnedo, María de Leyva y otras mujeres que forman la mitad de la candidatura socialista que encabeza Paco Cuenca a las elecciones municipales del próximo mayo, son, por su trayectoria y compromiso, una buena garantía para que el ayuntamiento piense y proyecte el presente y el futuro de Granada en pie de igualdad.