VÍDEO | Una mañana en la frontera de la guerra: ¿Y usted, qué haría si Putin bombardeara su ciudad?
Familias como la de Tatiana y Valeri, con cinco niños pequeños, apelan a la fe de poder volver pronto a su ciudad Kiev mientras pasan su primera noche fuera de Ucrania acurrucados en su coche en el paso polaco de Dorohusk
El escritor rumano Mirçea Cartarescu visitó Andalucía la semana pasada para dejar perlas en una entrevista como la siguiente: "Es muy interesante comprobar cómo un concepto anticuado como el del heroísmo se ha reactivado ahora". En una frontera de guerra como la de Dorohusk (al este de Polonia) en esta mañana fría del 8 marzo –día número 13 de la invasión rusa de Ucrania– hay poco espacio para aquello del relato o la resignificación de las palabras. Las cosas son. Pasan. El sufrimiento es real. Y la lógica señala que puede ser llamado héroe o heroína por igual aquella persona que escapa del conflicto para jugar a la ruleta de empezar de cero en busca de un refugio o la que se la juega a defender lo que entiende por libertad, tal vez lo más importante en una vida. Héroes con la mayor desgracia, que lo último que querrían es tener que serlo. Heroínas improvisadas, sin desearlo lo más mínimo, como Tatiana acompañada de su marido Valeri, que cargan por todo el puesto fronterizo a sus cinco hijos: Arina (13 años), Nikita (12), las gemelas Lina y Angelina (8) y Nikolai que choca la mano simpático (4 años).
El 'check-point' es ese límite del bien y del mal que cantaba, no por casualidad, La Frontera. Es el sitio perfecto para practicar la empatía, para calzarse las botas del otro, en las más pesadas. El lugar idóneo para preguntarse, ¿qué haría yo? Porque, ¿qué haría usted si Putin bombardeara vilmente su ciudad? Si en vez de Kiev, Járkov, Lviv o Mariúpol el campo de batalla fuera en realidad su lugar de nacimiento.
Piense en familias como la de Tatiana y Valeri, con cinco niños pequeños, que apelan todavía a la fe de poder volver pronto a su ciudad Kiev mientras pasan su primera noche fuera de Ucrania acurrucados en su coche. "Spasiva, spasiva, spasiva" (gracias) y la mejor de sus sonrisas es lo que repite todo el rato Tatiana, de 40 años. Esta menuda mujer llegó de madrugada con su marido Valeri y sus cinco hijos, que se mantienen unidos y muestran su mejor cara. Ella con sus ojos abiertos, faros de cansancio, y con su prole alrededor explica su situación.
El 26 de febrero, dos días después del inicio de la guerra, empezaron a buscar la forma de salir de Kiev y arrancó su travesía. Se fueron a un campamento militar cercano pensando que iban a estar más a salvo con la mala suerte de que fue uno de los primeros objetivos del ejército ruso de Putin. "En todo este tiempo solamente hemos tenido dos días tranquilos", explica Tatiana sobre el miedo que han pasado escondidos en el sótano.
Finalmente, con la mejora del corredor humanitario lograron la manera de salir. Partieron a las nueve de la mañana en coche y a las cinco de la madrugada del día siguiente alcanzaron el suelo polaco de Dorohusk, donde viven su primer día entre los tenderetes de ayuda humanitaria, con la infatigable lucha de los voluntarios, y las gestiones para saber su siguiente paso. Lo que saben, por ahora, es que su hermana les ha dicho que en Varsovia está todo lleno. Afortunadamente, su marido Valeri se ha podido quedar con ellos y no ha tenido que quedarse en el frente al ser una familia tan numerosa.
Entonces, intenté hacer el ejercicio por unos minutos. A usted que padece un poco de síndrome de Diógenes, gran apego a lo material y le gusta acumular de todo. De repente su mundo se cae y hay que llevarse lo puesto. A usted, melómano, que guarda con cariño su colección de vinilos; a usted, cinéfilo, cuya reliquia son sus deuvedés; o a usted futbolero que guarda entradas de su equipo del 'año de la polka'. A usted, joven cultureta, que tiene un tesoro en la gran colección de libros de las mejores editoriales. A usted que ama las calles de la ciudad donde tal vez se enamoró. Donde han vivido varias generaciones de su familia y están todos sus recuerdos. Los materiales y los imborrables. ¿Qué haría si bombardearan con saña la ciudad donde está la taberna de siempre, esa que siempre tiene un sitio para usted? En la frontera, con el frío del invierno polaco calando los huesos, se puede visualizar algo mejor lo que para cualquiera significa dejar su casa.
Lo de recuperar el estribillo de "¿qué haría usted en un ataque preventivo…?" ya pasó de moda hace semanas porque la invasión rusa de Ucrania ya suma dos semanas y las cifras de personas refugiadas pueden alcanzar los dos millones, según la ONU. Y las historias, muy diversas y particulares, que se van recabando al final van todas de lo mismo, de personas obligadas por la fuerza de una guerra a empezar de cero.
PD: El acercamiento a la frontera y el reportaje ha sido posible gracias a la profesora de español Beata Brzozowska-Zburzyńska; la traductora Elina Valentina Toyos y el conductor Rafał Maksymowicz.