Ángeles Orantes-Zurita: "Necesitamos líderes fuertes y coherentes que mantengan una posición de lucha por su ciudad"
La reconocida empresaria granadina, consejera delegada de La Cueva de 1900, considera que Granada está en la antesala de un gran cambio, “pero hay que trabajarlo”
Cuando uno entra en Google y teclea la definición “mujer empresaria granadina” en todas las búsquedas aparece su nombre. Ángeles Orantes-Zurita (Granada, 1968) es consejera delegada de Industrias Cárnicas Zurita y La Cueva de 1900, una de las empresas más conocidas en Granada. El crecimiento y la expansión en los últimos años de estas sociedades han proporcionado a esta emprendedora numerosos reconocimientos y galardones, convirtiéndola en un referente hasta el punto que, recientemente, ha sido elegida como una de las cien mujeres más influyentes de Andalucía. Para triunfar ha contado con el carácter y el talento personal, pero también con el apoyo de una excelente formación: es Licenciada en Derecho por la Universidad de Granada y posee un máster en Dirección y Administración de Empresas por ESADE (Barcelona) y otro de Dirección Internacional de Empresas por la Escuela de Organización Industrial de Madrid. Todo ello para recoger el testigo de aquella carnicería que sus padres, Antonio y Ángeles, tenían en la calle San Jerónimo donde ella misma, desde pequeña, creció aprendiendo los quehaceres diarios de un oficio que ha transformado en un modelo de negocio exitoso junto a sus cuatro hermanos. “Hemos sido muy ambiciosos en los sueños y prudentes en la ejecución”, asegura.
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Pregunta: No serás vegetariana, ¿verdad?
Respuesta: (Ríe) No, no, para nada. Me encanta la carne y sus derivados, por supuesto.
P: ¿Cuál es tu carne y embutido favorito?
R: Mi embutido favorito es el salchichón, sin duda. Y la carne, soy aficionada a casi todas. Me gusta mucho la carne roja, claro. La buena carne roja.
P: He de confesar que cuando voy a La Cueva me encanta lo que en Granada llamamos el queso de cerdo.
R: Fíjate que el queso de cerdo es un caso muy curioso, porque es un embutido que ha desaparecido de nuestro frigorífico. Ya no comemos queso de cerdo, al igual que morcilla o salchicha... Esa chacina tradicional granadina ya no existe en nuestros hábitos de consumo diario. Pero, cuando la consumimos en los momentos de ocio, como puede ser con una cervecita en La Cueva, nos encanta. Y, además, le encanta a todo el mundo. Y a nosotros nos encanta que la gente joven aprenda lo que es la chacina tradicional y que la gente un poco más mayor tenga esa reminiscencia de su infancia.
P: ¿Todos vuestros productos son de fabricación propia?
R: Todo el producto cárnico que se sirve en La Cueva lo hacemos nosotros. Y la carne, también, se despieza en nuestra sala de despiece. La Cueva cuenta con una cocina central, que es un elemento clave en su éxito, donde se elabora una parte muy importante de la carta. Pero, sobre todo, lo que es más importante es el perfil de las cocineras. Son de casa, tradicionales, que tienen ese punto de cocina maravilloso y eso no lo queremos cambiar. Es uno de los pilares de nuestro éxito, con Marifé a la cabeza de esa cocina central. Lo hacen francamente bien.
P: ¿Qué había de especial en aquella carnicería de la calle San Jerónimo? Recuerdo unas colas tremendas para entrar.
R: Había una parte emocional y otra más objetiva. La parte emocional es que estaba mi madre, que era una mujer extraordinaria, con un perfil comercial de diez. Ella podría ahora dar una clase de ventas o de gestión comercial. Era una mujer muy orientada a su cliente. Lo de poner al cliente en el centro que tanto oímos ahora no es nada que hayamos inventado nosotros, data de toda la vida. Mi madre era muy trabajadora y entregada a sus clientes. No solo vendía la carne sino que daba recetas o trucos de cocina. Era maravillosa. Y también estaba mi padre, quien enseguida se dio cuenta de que él no tenía ese perfil comercial, pero era muy listo y emprendedor. Pronto se marchó de aquella carnicería y aprendió el oficio de carnicero. Y a los tres o cuatro años ya montó su primera fábrica, que no sería la última. La parte objetiva es que, si nos trasladamos al año 70 y ponemos la mirada en cómo era la compra de aquellos tiempos, era un mercado de vendedores. El primer hipermercado llegó a España en el año 76. ¿Eso qué significa? Que solo se podía comprar en colmados, tiendas de comestibles, tiendas de barrio y en los mercados de abasto. Nuestra tienda estaba en el camino del mercado de San Agustín y todos los compradores pasaban por ahí. Recuerdo, además, que de todos los pueblos venían a comprar al centro y paraban por esa zona. Era una avalancha de gente y es verdad que había colas desde las siete de la mañana, esperando a que mi madre abriera su tienda. El producto era muy fresco y se veía entrar la carne fresca cada día... Podríamos hacer un doctorado de por qué aquella tienda representó el origen de la empresa hace 54 años.
P: ¿Y tú estabas allí desde pequeña?
R: Sí, soy la única hija de una familia de cuatro hijos: José, Ángel, Julio, que es el menor, y yo. Mi madre, desde muy pronto, pensó que lo mejor era que me fuera con ella, que me iba a tener un poco más más salvaguardada. Y así fue. Mis hermanos iban con mi padre a la fábrica desde muy temprano y yo me iba con mi madre. Y aprendí el oficio durante muchos años. Primero, los veranos; después los sábados y, luego, cuando salía de la Facultad de Derecho. En aquel momento, no lo entendía muy bien porque mis amigas no hacían nada de eso, pero ya comprendí que en mi casa las cosas no se hacían como en otras familias. Mi madre era diferente. Había pocas mujeres que trabajaban en la calle, pero mi madre lo hacía desde siempre. Por tanto, me sentí diferente siempre. Lo entendí mucho más tarde y lo agradecí muchísimo.
P: De los valores que te inculcaron tus padres, ¿con cuáles te quedas?
R: Me quedo con el compromiso de la palabra dada y el compromiso con lo que tú te has comprometido, valga la redundancia. Hay una cosa que está por encima de todo, que es el respeto y nuestro nombre. Ser serios, ser personas de largo plazo, de largo recorrido y muy confiables. Eso mi padre nos lo grabó a fuego.
Una empresa familiar
P: Has comentado que sois cuatro hermanos, pero, sin embargo, todos te señalan a ti como gran responsable de la gran expansión de vuestra empresa. ¿Por qué?
R: Puede ser, pero no hubiera sido posible sin el trabajo que mis hermanos hicieron durante bastantes años. Y no solo eso, sino también su generosidad. Mis hermanos se incorporaron a la empresa familiar y yo me licencié en Derecho y luego me marché a Barcelona a hacer un máster de empresa. Cuando me incorporé al proyecto familiar ya tenía 23 años. Fui la última. Venía con una formación bastante específica y había estudiado fuera, con lo cual tenía una visión un poco más abierta. Y supongo que también por mi personalidad. Cuando estaba terminando el máster de Barcelona, mi padre me llamó. Y aquella llamada fue un punto de inflexión. Me preguntó qué tenía pensado hacer y le dije que me gustaría quedarme en Barcelona para aprender y entrar en alguna compañía grande. Y él me hizo una propuesta: "A mí me gustaría que vinieras a Granada y te hicieras cargo del negocio familiar. Ven y lo pruebas. Pero si no te gusta o no te sientes cómoda, podrás hacer lo que quieras". Eso fue hace 30 años y aquí sigo. Es verdad que cuando me incorporé tuve un proceso de aprendizaje. Yo no sabía gestionar empresas. Con mi padre tuve unos años de convivencia muy importantes. Tuve un maestro diario que me permitió aprender cosas que no hubiera aprendido en ninguna escuela de negocios ni en ninguna universidad. Y ese tiempo lo agradecí mucho. La convivencia y la gestión diaria con mis hermanos fue estupenda. No solo el mérito es mío, es más de ellos que mío, por lo menos en aquellos tiempos. Ellos confiaron, delegaron en mí, pero también te digo que me sentí muy acompañada por ellos. Hemos sido un equipo que ha funcionado muy bien.
P: El crecimiento es evidente. Desde que decidís cambiar el rumbo de la empresa, pasáis de Cárnicas Zurita a la restauración con La Cueva de 1900, que es un éxito en Granada y una marca muy reconocible.
R: En 54 años de historia, o en los 30 años que llevo en la compañía, hemos vivido muchas cosas, crisis del sector y también crisis internas. Pero somos buenos en tomar decisiones y en reinventarnos. Eso es ver que no vas por el camino correcto, o lo que tú pensabas que era el camino correcto, o, de repente, ha cambiado por las circunstancias del mercado. Y ya no te gusta ese camino, bien porque no es rentable, bien porque consume mucho esfuerzo para la rentabilidad que tiene. Y nosotros esos virajes los hemos hecho de una forma muy ágil en nuestra historia. Uno de ellos fue en 2003 cuando un amigo del sector, Paco Milena, me propuso quedarme con La Cueva de Peligros. Nos lo pensamos y, al final, nos dimos cuenta de que en La Cueva casi se hacía lo mismo que hacíamos nosotros, lo que pasa es que el momento de consumo era diferente. Nosotros hacíamos embutido para ponerlo en un lineal y venderlo y, en este sector, se hacía embutido para dárselo al cliente y que lo consumiera en el momento de ocio. Es verdad que eso llevaba un aprendizaje que no teníamos, pero hemos sido valientes. Nos pusimos en manos de personas que nos ayudaron a conocer el negocio por dentro y comenzamos. Siempre de menos a más, siempre prudentes. Hemos sido muy ambiciosos en los sueños y prudentes en la ejecución. Y comenzamos por esa Cueva en 2003. A los tres años ya teníamos la segunda, el formato ciudad, en Pedro Antonio de Alarcón. Es un negocio que nos ha dado muchísimas satisfacciones. Nos hemos equivocado también, por supuesto, y hemos aprendido de esos errores. Hemos tenido crisis importantes, como durante la pandemia, pero las empresas estamos condenadas a crecer. No veo otro camino que el crecimiento.
P: Y la expansión a otras ciudades.
R: Por supuesto. Cuando hablo de crecimiento hablo de expansión. Estamos en Málaga, Marbella, Córdoba, Jaén... Granada es nuestro sitio natural, aquí hacemos los desarrollos más innovadores, los testamos y luego vemos si son escalables a otras ciudades.
P: Y ahora un restaurante italiano, Bámbola, que está triunfando.
R: Con la pandemia aprendimos un montón de cosas y una de ellas fue diversificar. Lo hacemos en cuanto a marca o modelo de negocio, pero no en cuanto a sector. Hacía tiempo que tenía el capricho de tener un restaurante italiano. Hemos estado desarrollándolo durante dos o tres años. Y nos pareció que el barrio del Albayda era un buen sitio para probarlo. Lo abrimos el 18 de diciembre y nos está dando grandes satisfacciones. No es fácil montar un modelo de negocio desde cero. Tiene mucho trabajo. Pero tengo un equipo extraordinario de gente, con una ilusión, con una pasión, con una forma de trabajar cada día que, de verdad, me quito el sombrero.
P: ¿Bámbola va a seguir el camino de La Cueva de 1900 para expandirse?
R: Es bastante escalable también y sí, es probable que haya más de una Bámbola.
Nueva generación de empresarios
P: Hay empresarios granadinos que han heredado los negocios de sus padres y lo están transformando de una forma diferente. Han roto un techo porque en Granada, a veces, costaba avanzar. El tuyo es un ejemplo, pero hay otros muchos. ¿Hay una nueva generación de empresarios granadinos?
R: La veo totalmente. Hay una nueva generación de empresarios granadinos que algunos han heredado negocios de su familia y otros no. Y es una generación bastante diferente. Primero, son gente muy formada y muy capaces de transferir ese conocimiento a proyectos empresariales, con mucha ilusión y con una cosa que a mí me gusta mucho: el ego justo. Eso es muy importante para hacer cosas, porque ser empresario es una carrera difícil, donde tienes que ser muy resistente a la frustración y tener mucha ilusión. Y para eso es muy importante ser humilde y no tener el ego muy subido que, a veces, es un obstáculo para nuestro desarrollo. Y los veo muy dinámicos y haciendo las cosas de otra manera.
P: Y más valientes también, porque aquí siempre hemos tenido el estigma de la tierra del chavico. Eso parece que lo estamos superando.
R: La innovación y el emprendimiento está yendo también por otros cauces. Antes, en empresas industriales, había unas barreras de entrada muy importantes. Requerían unas inversiones muy importantes. Ahora hay modelos de negocio que ya no son tan pesados desde el punto de vista de los activos que tienes que tener para ejecutar una idea. Esta nueva generación de empresarios estamos siendo capaces de aplicar esas innovaciones que vienen vía del conocimiento universitario o por tener mucho conocimiento del mundo, porque viajamos mucho, tenemos el mundo en el escaparate y detectamos oportunidades de negocio. Y estamos siendo capaces de ejecutarlas. Veo otra generación y también, aunque más lentamente, que los jóvenes hablan de emprender. Hace 30 años que llevo hablando de esto y, al principio, cuando lo decía en distintos foros, sobre todo universitarios, me miraban con cara rara. Pero hoy en día no es tan descabellado que un egresado o un universitario que está a punto de licenciarse tenga el emprendimiento entre sus opciones. Hay lugar para la esperanza.
P: Antonio Banderas contaba que hubo una encuesta que señalaba que en Estados Unidos el 75% de los universitarios querían ser emprendedores y que esa misma encuesta en España, el 75% querían ser funcionarios. Los propios padres también quieren que sus hijos sean funcionarios para que tengan la vida solucionada.
R: Sí, es un poco cultural y, en ese aspecto, eso no ayuda demasiado. Pero cada vez tenemos más exposición de casos de éxito de empresarios jóvenes que cuentan su experiencia de éxito y eso es muy inspirador para la gente joven.
Machismo en la sociedad
P: Hay muchos micromachismos incrustados en la sociedad que parecen difíciles de superar. Por ejemplo, a ningún hombre de los que he entrevistado le he preguntado por la conciliación familiar. Sin embargo, preparando esta entrevista me vino a la cabeza preguntarte a ti por esa conciliación. Yo mismo me planteé que esto no se lo pregunto a un hombre y sí a una mujer. ¿Por qué?
R: Porque la mujer tiene un rol histórico de cuidadora. No podemos segregar ese perfil de la mujer. Es imposible. Siempre vamos a eso. Primero como hijas que nos han cuidado nuestras madres, luego como madres y luego, otra vez como hijas que vuelven a cuidar a sus padres. Mi padre falleció hace tres meses y hemos tenido una larga etapa de cuidado y luego también con mi madre. Eso me hizo reflexionar mucho de lo poco preparados que estábamos para cuidar a personas mayores. La sociedad no nos enseña eso. Y hay que prepararse porque es un camino largo y psicológicamente duro. Al final, es una faceta que es indisoluble a la mujer. Podríamos hacerle esa pregunta al hombre también, pero no se nos ocurre porque arrastramos ese tic del pasado. En cuanto a la conciliación, se puede, aunque no sin mucho esfuerzo. A veces parecemos un pulpo con 150 patas. Y luego hay otra cosa más. La sensación de que nosotras pertenecemos a una generación de mujeres que, no sé si la gente joven la tiene, pero todo tenemos que hacerlo perfecto. Y eso es un yugo tremendo. Tenemos que ser las mejores madres, las mejores profesionales y las mejores en todo. Y eso te crea una angustia personal que no te satisface porque, al final, no eres feliz. Nosotras tenemos que ser también un poco más amables con nosotras mismas y reconocer que hay cosas a las que no llegamos. Simplemente no llegamos. Y hay que priorizar. También tenemos que aprender a decir que no y me cuesta mucho decirlo, sobre todo, cuando alguien me pide ayuda o cuando puedo contribuir a algo con eso que me piden. Mi naturaleza es muy proactiva. Y también necesitas tener una pareja corresponsable. Eso es muy importante. Mi marido es un padre y una pareja ejemplar y nos ayuda mucho a todos. Siempre le digo a mi hijas que, por favor, no pueden casarse con alguien que no sea como su padre en este sentido.
P: Tampoco a ningún hombre se le pregunta si le ha costado llegar a donde está por ser hombre. Sin embargo, a las mujeres, sí se os pregunta que, si por el hecho de ser mujeres, os ha costado más llegar al cargo que ocupáis.
R: Está relacionado con esto que hablábamos antes. Lo que nos pasa a las mujeres es que estamos muy bien formadas. En la universidad destacamos, menos en algunas disciplinas STEM. Somos muy buenas académicas. Nos incorporamos al mercado laboral y, a partir de ese momento, empieza a haber un ratio de abandono y es cuando entra en conflicto ese desarrollo profesional con el desarrollo familiar.
P: Afortunadamente están cayendo muchas barreras y hay un cambio social profundo que llega de la mano de la educación. Hay generaciones que nos educaron como machistas y hemos tenido que pelear contra ello y cambiar nuestra mentalidad. Pero todavía quedan muchos pasos por dar. Ahí están los datos del bajo porcentaje de mujeres en altos cargos en las empresas o, por ejemplo, aún no hemos tenido en este país una presidenta del Gobierno.
R: Hay muchas cosas que cambiar y normalizar. Hay mujeres que están en la gestión de las empresas, pero muchas en la sombra. Y, en algunos casos, son el alma del negocio. Pero ese paso hasta llegar al escaparate, a visualizar la cara de la compañía en esa mujer, nos cuesta mucho. Siempre me habían preguntado por el tema de las cuotas de género. Nunca he sido muy partidaria de la cuota en sí misma, pero tengo que decirte que con el paso del tiempo he ido cambiando de opinión porque un cambio cultural de este tipo, de este calado, necesita ciertos empujes. Y los cambios normativos ayudan. Y aunque no comprendamos y no nos guste mucho que hablemos de talento femenino y no hablar de talento de persona, que es lo lógico, las cuotas de género nos ayudan a acelerar ese cambio cultural que necesitamos. Por tanto, si la ley española o la ley europea dice que en los consejos de administración tiene que haber un X porcentaje de mujeres sentadas en ese consejo, si dejamos que ese cambio se haga de forma natural, es posible que tarde varias generaciones en hacerlo. Necesitamos ese empujón que la cuota o la disposición legislativa nos permite.
Empoderamiento femenino
P: ¿Te enorgullece ser un ejemplo de empoderamiento femenino y esa cantidad de reconocimientos que estás recibiendo por la labor que estás realizando?
R: Sí, a mí me enorgullece muchísimo, pero me sorprende muchísimo también. Con mi gente más cercana hablo que si te paras a pensar lo que hago cada día, es lo que hacen miles de mujeres y de hombres. Es decir, se levantan, intentan ordenar su vida y planificarla, que no le falte a su hijo que tenga una vida más o menos ordenada y, luego, mucha perseverancia, mucha delegación también, intentar asumir los errores que cometemos con nuestro equipo y trabajar día a día mucho. Eso lo hago yo y lo hacen miles de personas. Entonces a mí me sorprende un poco. Pero las mujeres que tenemos la gran suerte de tener esto, tenemos que aprovecharlo. ¿Qué significa aprovecharlo? Significa que si la historia nos ha puesto en este momento y por ser mujer, porque muchas cosas de las que a mí me reconocen es por ser mujer, me da la posibilidad de tener este micrófono aquí hoy, o de tener un foro en algún sitio donde pueda reivindicar el emprendimiento femenino, lo voy a hacer. Porque es una suerte que podamos hacerlo porque mi madre y mi abuela no lo pudieron hacer. Y tenían una vida muchísimo más complicada que la nuestra. Hoy ser mujer es un activo. Se lo digo a las universitarias. Hay que ser una buena profesional. Ser muy buena en lo que uno hace, igual que un hombre. Pero si encima eres mujer, y por eso te van a poner el foco, ayudemos a estas generaciones actuales. Démosle impulso. Por lo que sea, la historia nos ha puesto en este momento, vamos a utilizarlo.
P: Vamos a hablar de un poco de Granada. ¿Cómo ves la situación ahora mismo de la capital y de la provincia a nivel global? Tú has viajado y has vivido fuera y eso abre mucho las mentes y nos permite hacer comparaciones.
R: Granada está en un momento histórico, pero esta es la antesala del gran cambio. Y esa antesala, que es bastante amplia, tenemos que trabajarla. Y tenemos que trabajar varias cosas importantes, a mi juicio. Lo primero es que la sociedad civil entienda que solo si nos unimos seremos capaces de cambiar las cosas, de conseguir la ciudad que queremos. Ha habido varios ejemplos últimamente de que, cuando nos unimos, las cosas salen. Cuando la sociedad civil tiene una voz potente, la administración pública y nuestros gobernantes la asumen. Necesitamos que el granadino se movilice. Dejemos el lamento. No me gusta nada esa visión del granadino y tenemos que dejar de hablar de lamento. Hablemos de cómo tenemos que organizarnos para movilizarnos para el cambio. Granada tiene unas potencialidades extraordinarias que solamente ven los de fuera. Tenemos la situación de la ciudad, su belleza, cómo vivimos, la riqueza cultural de Granada, su tradición histórica… Todo eso está fuera de duda. Pero hay algo muy importante y es el talento de Granada que viene de su Universidad y de su conocimiento. Lo que nosotros necesitamos es diferenciarnos. Todas las ciudades competimos unas con otras. Lo mismo que pasa en el mundo de las empresas, que necesitamos buscar esa diferenciación y el valor añadido, pues Granada tiene que buscarlo. Lo tiene delante de sus ojos. El desarrollo del mundo tecnológico unido a la parte biosanitaria, a la parte científica y a todo el desarrollo de la Inteligencia Artificial es el proyecto de Granada.
P: ¿Esa debe ser la apuesta?
R: Sin duda alguna. Necesitamos líderes. Siempre digo a mi gente, con respecto al aspecto interno de las compañías, que las personas necesitan que las dirijan bien. Cuando un equipo no tiene un buen líder, los primeros que no quieren que eso suceda son los trabajadores. No se sienten cómodos cuando no son bien dirigidos. A la ciudadanía nos pasa igual. En Granada necesitamos líderes fuertes, coherentes, que de verdad mantengan una posición de lucha por su ciudad. Eso es muy importante. Si conseguimos eso, el granadino va a aprender que ese es el camino. Unos gobernantes unidos y fuertes, una sociedad civil unida en torno a un proyecto y un proyecto que ya es realidad, será lo que haga que dentro de unos años esta ciudad tenga un cambio importante y cambie la fisonomía de la provincia.
Líderes para Granada
P: Cuando reclamas líderes para Granada, ¿es solo a nivel político o hacen falta líderes en más sectores?
R: En todos los sectores. Esta sociedad tiene una crisis de liderazgo importante. Hay algunos casos aislados, pero, en general, trabajar por el bien común no es algo que esté pasando en estos tiempos. Y hay una falta de liderazgo en general, en todos los estamentos, en los sociales, en los económicos y en los políticos, por supuesto. Parece que no pasamos más allá de lo que es el trabajo individual, el de nuestros microentornos, y no somos capaces de hacer ese trabajo por el desarrollo colectivo.
P: Como empresaria, ¿qué reivindicación tienes que realizar precisamente a esos líderes políticos que hay ahora mismo?
R: A mí me gustaría que la importancia que la empresa tiene en la economía real se viera reflejada en todos los estamentos. Sin empresas no hay economía. Pero, a veces, lo tienes que explicar. Y es una pena que eso no cale y que no se establezcan unas reglas de juego que sean propensas a incentivar proyectos, a que esos jóvenes creen, hacer un camino que sea relativamente ágil, intentar reducir el procedimiento por el procedimiento. A veces hemos perdido el norte en algunas cosas. Pero es el culto al procedimiento. Es verdad que la administración necesita ejercer ese rol controlador, no estoy en contra de eso, pero hay algunas cosas que no tienen sentido. Reclamo que sociedad civil, estamentos económicos y estamentos políticos, en esos engranajes, se reconozca la importancia de la empresa. Lo veo cada día y, además, lo veo en mis compañeros empresarios. A veces ser empresario es una carrera de obstáculos. Y eso no puede ser. Porque nuestra economía verá reflejado todo eso. Necesitamos que no nos pongan trabas.
P: ¿Tienes inquietudes políticas? ¿Te han llamado alguna vez?
R: Alguna vez, pero no soy una buena política. He estado mucho tiempo siendo empresaria y los tiempos, la forma... Creo que no sería una buena política. Saldría escaldada.
P: Una cosa es que no fueras una buena política y otra que no aguantaras la política. Son dos cosas diferentes.
R: Puede ser. Y me da pena porque podría hacer cosas, pero no estoy muy segura. De momento, por si acaso, no me atrevo.
P: ¿No lo descartas para el futuro?
R: No lo sé. Ahora, como estoy tan centrada en mi proyecto empresarial, no lo sé. Tengo mucha actividad todavía y puedo ser muy útil en muchos entornos. Algún cargo de representación podría ser, pero no estoy segura de que fuera política.
P: ¿Echas algo de menos en tu vida ahora mismo?
R: Creo que no. Echo de menos a mi padre, que murió hace muy poco, y echo de menos esas conversaciones que tenía con él. Pero nada más. Ahora estoy en un buen momento porque, a pesar de que tengo más trabajo que nunca, también tengo mejor equipo que nunca. Y estoy delegando algo más. Y, sobre todo, estoy aprendiendo de mí misma a no ser tan controladora, a confiar más y a saber que si un día no puedo ir a la oficina, no pasa nada. Y eso me está haciendo que pueda tomar vacaciones en momentos insospechados, que no lo hubiera hecho nunca. Y estoy aprendiendo de mí misma, que no es fácil.
P: ¿Y qué te gusta hacer en ese tiempo libre? ¿Qué aficiones tienes?
R: Lo que más me gusta hacer es viajar con mi familia. Eso me encanta. Y luego me gusta mucho la formación. En la formación he encontrado un lugar donde recuperar la ilusión. Me encanta aprender. Pero, a veces, de cosas inverosímiles que me pregunto cómo me pueden interesar. Hago muchas cosas dispares. Y, luego, me gusta mucho estar con mis amigos. Y, regresando a la pregunta que me has hecho antes, tal vez sí que echo de menos un poquito más de libertad para atender a mis amigos, ya no solo en los momentos establecidos en fin de semana, sino un día tomar un café o dar un paseo.