Sergio García: "La hornada de dibujantes que tenemos en Granada es absolutamente delirante"

El genial creador granadino, autor de memorables portadas en 'The New Yorker', repasa una trayectoria que le ha encumbrado en países como Francia o Estados Unidos

Entrevista Sergio Garcia en Granada
Entrevista al ilustrador Sergio García en la sede de GranadaDigital | Foto: Antonio L. Juárez
Juan Prieto
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Artista que emana talento por los cuatro costados, Sergio García (Gorafe, Granada, 1967) es uno de esos personajes ilustres de los que disfruta la provincia y que siempre se ponen como ejemplo con orgullo para mostrar el potencial que atesora esta tierra tan polifacética. Es un tipo que dibuja, sí, pero que dibuja arte. Se le puede llamar ilustrador, dibujante, historietista… Pero el final desemboca en lo mismo: creador. Además, es catedrático y profesor en el departamento de Dibujo de la Facultad de Bellas Artes de la Universidad de Granada, donde ahora mima el talento de futuras generaciones que, sin duda, tienen un espejo donde mirarse y un anhelo que alcanzar al ver el nivel que ha logrado su ‘profe’, condecorado con los reconocimientos más importantes, como el Premio Nacional de Ilustración. Ha trabajado para prestigiosos medios y entidades, especialmente fuera de España, donde mantiene gran reputación, sobre todo, en Francia. Allí acaba de realizar, junto a su pareja de vida, Lola Moral, una obra de gran formato para el metro de París con motivo de los Juegos Olímpicos. También es conocido por sus portadas para la prestigiosa ‘The New Yorker’, o sus trabajos para ‘The New York Times’ o en ‘El País’, entre otras importantes publicaciones.

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Pregunta: Dibujante, ilustrador, historietista... ¿Cómo te defines?

Respuesta: Dibujante está bien, porque es como el saco donde cabe todo y me representa muy bien. Lo que me gusta, sobre todo, es dibujar contando historias y ahora, últimamente, dibujar por dibujar, que es algo que lo tenía un poco olvidado, y es a lo que me estoy dedicando justamente ahora.

P: ¿Por el mero placer de dibujar?

R: No, con un fin. En este caso, quiero que el tipo de dibujo que hago trascienda del ámbito de la comunicación y que vaya un poco más allá. Estoy trabajando asociado con una galería de Madrid, que se llama Cayón, y estamos preparando una exposición para marzo del año que viene en el que el fin último no es comunicar, sino jugar con el dibujo como una forma de expresión.

P: Al final se trata de transmitir ideas, historias, pensamientos... Es contar.

R: Sí, siempre he sido un cuentista. Y me considero como tal. A mí se me suele conocer por eso cuando hago cómic, pero también cuando hago ilustración, que suele tener mucha carga narrativa a varios niveles, de forma jerarquizada. El caso más paradigmático es el de las portadas de ‘The New Yorker’, en las que uno se tiene que detener y navegar en ellas y ver que hay diferentes niveles de narración que están como muy acotados, muy jerarquizados, y eso es lo interesante, que no sea una portada de un solo golpe de vista, sino que te tengas que detener y navegar en ella.

P: Cuando era pequeño me encantaban los tebeos de 'Zipi y Zape', 'Pepe Gotera y Otilio', 'Rompetechos', 'El botones Sacarino', 'Carpanta', 'Anacleto', 'Mortadelo y Filemón' y me fijaba mucho en firmas como Escobar, Vázquez, Ibáñez... Grandes dibujantes.

R: Ibáñez no es santo de mi devoción, tengo que decírtelo. Escobar siempre me gustó más y Vázquez me pareció mucho más genial que Ibáñez, que entró tarde en Bruguera y tenía un estilo interesante. Recordaba la línea española típica de los años 30/40, con personajes muy delgaditos, con un trazo muy elegante. Pero alguien en la editorial debió decirle que había un señor en Bélgica que se llamaba André Franquin, dibujante de ‘Spirou’ y ‘Gastón Lagaffe’, que hacía cosas muy interesantes y que convendría tomarlo como referente. Y tan referente lo tomó que lo plagiaba y lo copiaba. De pequeño vivía en Cataluña y mis padres me suscribieron a una revista que se llamaba ‘Cavall Fort’ para que aprendiéramos catalán. Ahí ya leía las historietas de ‘Gastón Lagaffe’, que en catalán se llama ‘Sergi Grapes’, y me fascinaba ese tipo de dibujo tan potente. Cuando vi a Ibáñez me daba cuenta de que ahí había un no sé qué. Siempre me gustó más el original que la copia.

P: También estaban 'El capitán Trueno', 'Jabato'...

R: Y ‘El corsario de hierro’, con las tres trilogías... Todas tenían el mismo esquema de personaje héroe, luego el señor enorme con mucha fuerza y también el más delicado, delgadito. Siempre se repetía un modelo. Cuando funcionaba algo, se repetía.

Entrevista al ilustrador Sergio García | Foto: Antonio L. Juárez

La explosión del cómic

P: ¿Por qué hemos dejado que nuestros hijos ya no lean esas historietas?

R: Bueno, en mi casa sí, porque mis hijos son dibujantes (ríe). No lo sé, ten en cuenta que cada época tiene su tecnología o su forma de comunicar. En el siglo XIX el cómic era una cosa muy incipiente y nadie lo leía. Luego surge la gran explosión del siglo XX y, a partir de ahí, ya sí, sobre todo, en Estados Unidos y en el mundo franco-belga. En España también, pero menos. Y ahora simplemente estamos siendo sustituidos por otras formas de comunicación que son más directas, posiblemente con menos carga de profundidad, pero siempre ha sido así. Hay gente que empezaba leyendo un tipo de cómic y acaba leyendo otro, empezaba leyendo a Escobar y acababa con Guido Crepax, el italiano que dibujaba a ‘Valentina’, por poner ejemplo. En literatura pasa igual, uno empezaba con una literatura un poquito más superficial y luego va a más. En la época actual ocurre eso. Tenemos un tipo de comunicación muy directa, en cierto modo banal, pero que es la que es y, probablemente, tendremos que adaptarnos a ella, igual que a la inteligencia artificial. A todo hay que adaptarse con lo que nos toca convivir en cada momento. Todo lo demás es melancolía.

P: ¿Seguías la revistas como 'La Codorniz', 'El Papus', 'Sal y Pimienta', 'El Jueves'...?

R: Algunas me pillaron un poco pequeño. ‘El Jueves’, sí, pero nunca fui de ese humor porque a mí siempre me ha atraído más el dibujo. He hecho algunos libros como guionista, pero siempre me ha interesado más el dibujo y, sobre todo, cómo narrar. Coger una historia, repensarla y ver cómo contarla de una manera distinta. Siempre me ha obsesionado eso desde pequeñito, la forma de construir a nivel gráfico. El humor no es algo que haya tratado con asiduidad. He hecho muy poquito, algo muy personal en el ‘Blog de Odi’ que hicimos Lola y yo, pero nunca he sido un dibujante de humor.

P: ¿Y los cómics tipo Marvel?

R: No, tampoco. Yo era de la escuela franco-belga. A mí la escuela americana de adulto sí me interesó. En los años 80, sobre todo, en la Facultad toda la explosión de Frank Miller, David Mazzucchelli, Bill Sienkiewicz, Dave McKean... Eso sí me interesaba y me gustaba. Pero mi dibujo nunca ha ido por ahí. Siempre ha sido como más fiel al mundo franco-belga.

P: ¿Esa ha sido tu influencia?

R: Sí, primero Franquin y luego vino ‘Tintín’. Y ya de mayor empecé a apreciar a Kirby, por ejemplo, el gran dibujante de Marvel. Pero esto fue a posteriori. Y luego ya el dibujo de prensa, que recuerdo que mi padre me hizo un regalo. La verdad es que mis padres siempre han estado muy atentos, aunque no les hacía gracia que estudiara Bellas Artes. Mi padre quería que fuera geólogo. Él era maestro y luego estudió Geología. Y quería que fuera geólogo y que “hacer dibujitos”, como él decía, fuera un hobby. Pero me regaló un volumen enorme de los cartoons, del humor gráfico interior que se publica en el ‘The New Yorker’. Fíjate, que jamás pensé que acabaría publicando ahí. Y me fascinaba, sobre todo, Saul Steinberg, que ahora es uno de mis grandes héroes. Era un dibujante maravilloso. Sobre todo, porque contaba sin palabras. Y para mí es muy importante poder narrar sin palabras. Siempre he sido un cierto talibán, y no solo por la barba, de la imagen. Puede contar por sí sola. Y por eso las portadas de ‘The New Yorker’ me gustan tanto, porque se trata de contar historias complejas a través del dibujo sin usar nada de texto. Ningún tipo de referencia textual. Eso me parece fascinante.

Gorafe

P: Eres de Gorafe, pero la mayor parte de tu infancia transcurrió en Cataluña.

R: Sí. Nací en Guadix porque estaba allí el hospital, pero soy de Gorafe. Y fui muy pequeño a Cataluña, primero de EGB ya lo hice allí. Mis padres eran profesores y daban clase en Gorafe. Pero aspiraban a vivir en Granada. Para lograrlo, tenían que sumar puntos y una de las maneras de hacerlo era ir a Madrid, a Cataluña o al País Vasco. Antes con los funcionarios era así. Decidieron irse a Tarrasa, aunque no sé por qué allí, nunca se lo he preguntado. Nunca he vuelto a vivir a Gorafe, aunque he ido de vacaciones, porque tenemos casa y cuevas. Pero de Tarrasa regresamos directamente para Granada. Y ahora vivo en Cumbres Verdes, tan feliz.

P: ¿Y cuándo empezaste a dibujar?

R: Siempre cuento la misma anécdota. Nací por cesárea porque probablemente venía con un lápiz en la boca y eso duele. Me tuvieron que sacar por cesárea. Todos los recuerdos que tengo son dibujando. Cuando venían los amigos, mi padre me cronometraba para ver qué tardaba, por ejemplo, en dibujar un cowboy. Yo siempre enfocaba todo a través del dibujo. De hecho, estudiaba así. Por ejemplo, la geografía siempre se me dio muy bien porque dibujaba mapas todo el tiempo. Era una obsesión. De pequeño tenía todo el cuarto forrado con mapas. Cuando mis padres viajaban, les pedía siempre que me trajeran un mapa del país a donde iban. Y los atlas han sido siempre una pasión. Más que nada porque puedes navegar en ello y pensar cómo es la gente que vive allí, cómo se comporta, cuáles son sus costumbres, su hábitos... Y si se combina el espacio y el tiempo, o sea, el mapa y la línea temporal que ocurre en ese mapa, lo tienes todo. La historia de la humanidad está ahí. De pequeño siempre me ha fascinado el espacio y el tiempo.

P: ¿Cuándo decidiste dedicarte a esta profesión?

R: No sabía que podía ser una profesión. En diciembre del año pasado publiqué en ‘The New Yorker’ una portada sobre la Juilliard School, que es una de las grandes referentes de lo que aquí podríamos llamar facultades de arte. Y es muy multidisciplinar. Es muy famosa porque ahí se forman cantantes, actores, músicos, bailarines... De hecho, había una serie que se llamaba ‘Fama’, que está inspirada en una película de Alan Parker. Y cuando vi ‘Fama’ recuerdo que aquello, literalmente, me cambió la vida porque me preguntaba si realmente se podía estudiar eso. Gente que iba a estudiar música, teatro, arte... Y me di cuenta que se podía estudiar arte. Ahí fue donde realmente lo decidí. Y cuando hice la portada de la Juilliard School me produjo mucha emoción. Ha sido una portada muy especial en nuestra vida porque ha tenido mucha trascendencia. En la propia escuela hicieron unos pósteres especiales y ahora parece que van a hacer una serie de objetos inspirados en la portada.

P: ¿Cuáles fueron tus primeros trabajos?

R: Lo primero que hicimos fue un fanzine para pagar el viaje de estudios. Otro colegios vendían mantecados y nosotros, con un compañero que se llamaba José Luis Gómez, hicimos un fanzine. Y con eso financiamos el viaje de estudios a Mallorca. Y luego empecé haciendo cosas con editoriales como SM, Edebé y, más adelante, ya di el salto al cómic.

Entrevista al ilustrador Sergio García | Foto: Antonio L. Juárez

Nuevas tecnologías

P: Supongo que dibujarías entonces de la manera tradicional y luego te adaptaste a las nuevas tecnologías.

R: Claro, es que soy muy viejo. Fíjate que los primeros fanzines en el colegio lo hacíamos con multicopista. Y después fotocopias o foto collage... A mí las primeras tabletas gráficas para dibujar nunca me interesaron. Las veía muy rudimentarias, poco prácticas. Y cuando apareció el primer iPad Pro, el que te permitía ya realmente dibujar, para mí fue una revolución, realmente me cambió la vida. De hecho, me ha cambiado la forma de dibujar.

P: ¿Cuándo conociste a Lola Moral?

R: Nos conocimos en el examen de ingreso de la Facultad de Bellas Artes y en la Navidad de ese año ya estábamos saliendo. Llevamos desde el año 86 como novios y nos casamos en el año 93. Toda la vida juntos.

P: ¿Se vive bien con otra creadora?

R: Con Lola es como vivir en el cielo. Estoy muy feliz con ella y con mis hijos. Tenemos un entorno muy especial. Es que Lola y yo nos complementamos muy bien. Ella sabe exactamente lo que necesito y viceversa, e intentamos complementarnos siempre que podemos. Muchas veces ella más conmigo que yo con ella. A ella le gustaría que trabajara más en sus asuntos, pero bueno, la vida se va presentando así y poco a poco vamos intentando organizarnos como podemos. Ella tiene un carácter muy multidisciplinar, es capaz de hacer muchísimas cosas al mismo tiempo. Es una guionista estupenda, aunque no lo quiera reconocer, y es probablemente una de las mejores coloristas del mundo y así nos lo contó Criswell cuando vino a Granada. Él conocía mis trabajos y dijo que el color de Lola es de lo mejor que había visto nunca. Y como ceramista y dibujante es magnífica.

P: Y de casta le viene al galgo. He hablado con otros dibujantes e ilustradores y todos coinciden en que tus hijos Pablo y Alicia son muy buenos.

R: Sí, dibujan fantásticamente.

P: ¿Es talento natural? ¿Se nace con ello?

R: Siempre me lo he planteado y con mis compañeros de Facultad y compañeros artistas lo he hablado, porque es raro que los hijos de artistas sigan esa línea. De hecho suelen odiarlo, porque el dibujo y la creación en general es como muy absorbente y no hay sábados, domingos o vacaciones. Normalmente se solapa un proyecto sobre otro y entre las clases y los proyectos que vamos desarrollando al final nos tiramos varios años sin vacaciones como tales. Nunca desconectamos y, de hecho, no sabemos hacerlo, somos enfermos del trabajo y de la creación. Y me imagino que muchos lo que hacen es sacar eso fuera del ámbito familiar y tienen un estudio fuera. Pero nosotros lo hemos vivido como algo muy natural en casa. Ahora trabajamos con obras de gran formato, pero al principio trabajamos pequeño formato y en la misma mesa los niños hacían las tareas mientras nosotros estábamos entintando con acuarela. Ellos han visto siempre de una forma muy natural el ámbito creativo. Eso es lo que les ha marcado como dibujantes. Pablo no quería ser dibujante porque cuando le preguntaban a qué se dedicaba su padre se reían de él, es como si se avergonzara al principio. Pero luego dio un giro y decidió que quería dibujar, que ya lo hacía muy bien desde pequeño. Y Alicia sí lo tenía más claro, siempre quiso dibujar. Y ahí están los dos con sus proyectos. Alicia, con 22 años, está recién salida de la Facultad y ha firmado con Norma Editorial para hacer una novela gráfica. Y Pablo ha trabajado en proyectos de investigación, y ahora también tiene sus propios proyectos. Estamos muy contentos, son muy buenos dibujantes.

'The New Yorker'

P: ¿Cómo fue llegar a hacer portadas para 'The New Yorker'?

R: Vino con nuestro primer encuentro con Estados Unidos. Siempre había enfocado toda nuestra energía en el mundo franco-belga, porque vivir del cómic en España es muy complicado, y el nicho más cercano era el mundo franco-belga. Siempre trabajé mucho con la experimentación, no me ha interesado publicar por publicar, sino que he querido aportar algo y mi inquietud es intentar ir un paso por delante en la narratología, en la forma de componer la página, en la forma de usar el dibujo. Ha sido mi obsesión. Y, sobre todo, una vez que entré a la Universidad era como un deber. Cuando estás allí tienes que responder aportando y generando conocimiento. De modo que Estados Unidos nos quedaba muy lejos y fue una casualidad. La directora de arte ‘The New Yorker’, Françoise Mouly, me escribió un correo electrónico el día de mi cumpleaños diciendo que quería publicar un libro experimental que habíamos hecho en Francia con Lewis Trondheim que se llamaba 'Los tres caminos'. Ella quería hacer una versión americana, que es muy típico de los americanos. A Lewis le pareció un horror, decía que eso no tenía ningún sentido, pero que yo tenía libertad para hacer lo que quisiera. Y ahí empezamos a colaborar. Hicimos un libro que sigue funcionando muy bien, 'Perdidos en Nueva York'. Y lo hicimos con ella, que tiene también una labor como editora en Toon Books, una editorial que lleva con su marido, Art Spiegelman, que es dibujante de 'Maus'. El libro ha funcionado muy bien en Estados Unidos, con bastante éxito, y fue uno de los libros del año, según ‘The New York Times’. Y, precisamente, me llamaron del ‘The New York Times’ para colaborar en una sección que tienen, que se llama ‘Graphic Review’, que se edita dentro de una separata, parecido a 'Babelia' en ‘El País’. Esa separata se llama ‘Book Review’, tiene mucha tradición y cumplió 100 años hace poco. Los dibujantes tienen ahí una página entera en la que pueden contar una historia relacionada con la literatura. Normalmente es un cómic, más o menos convencional, pero como no sabía muy bien lo que querían, me puse desde el primer momento a experimentar. Asombrosamente iban diciéndome que sí. Luego me enteré que son ellos los que te proponen y no eres tú el que aporta gráficos, pero por mi ignorancia, y por mi inconsciencia también, iba mandando una versión de ‘Moby Dick’, de ‘Alicia en el País de las Maravillas’... Ellos pensarían que a este tío no le hemos pedido nada, pero, bueno, ya que lo tenemos aquí se lo publicamos. Y así fueron hasta 14 piezas. Y cuando conocí a Françoise le pregunté si podía mandar algún tipo de proyecto para la portada. Pero no funcionaba y me tiré dos o tres años que no colaba nada. Ni el estilo era el adecuado ni la narración. Lo que hacía para ‘The New York Times’ no funcionaba para ‘The New Yorker’. Los primeros sí me dejaban experimentar mucho, porque es una página interior y no se juegan tanto como en una portada. Y yo no comprendía muy bien el concepto de portada. Y eso que las primeras portadas las empecé a hacer para ‘El País’, antes que para ‘The New Yorker’. Ahí es donde me formé como portadista, con Diego Areso, que es el director de arte de ‘El País’, al que le debo muchísimo. Con él aprendí e hice primero una para ‘Babelia’, luego ya empecé de forma continuada a trabajar para ellos, y en un momento dado ya me vi lo suficientemente fuerte como para saber qué quería ‘The New Yorker’. La primera portada fue la de Eustace Tilley en 2021 y ya llevamos ocho.

P: ¿Y por qué tienes tanto prestigio en Francia? Porque allí tienes mucho más reconocimiento que en España.

R: Sin duda, en Francia, sí. Pues no lo sé, pero hemos hecho muchos libros para Francia. Hubo un tiempo como que desaparecimos un tiempo, porque después de la crisis del año 2008 aguantamos haciendo cómic experimental hasta 2012. Había una crisis editorial brutal, incluso también en Francia, y nos comentaron que podíamos publicar, pero sin experimentar. En aquella época incluso pensamos dejar el cómic. Pero vino la parte americana que buscaba justamente ese perfil innovador y experimental y desde 2012 hasta hace muy poquito habíamos desaparecido del mundo franco-belga. Ahora hemos vuelto con 'El cielo en la cabeza', el libro que hemos hecho con el guion de Antonio Altarriba y el color de Lola. Previamente, habíamos hecho alguna incursión nueva aquí en España con 'Caperucita Roja', 'La bella durmiente', 'Cuerpos del delito' y alguno de ellos se publicó en Francia también. Pero bueno, como segunda opción, no como primera.

Entrevista al ilustrador Sergio García | Foto: Antonio L. Juárez

Trabajo para el Metro de París

P: Y ahora han tenido gran repercusión los paneles que has dibujados para una de las paradas del metro de París con motivo de los Juegos Olímpicos.

R: Es un poco más complejo también todo esto. Hay varios campos que hemos trabajado: cómic, ilustración infantil, ilustración editorial de prensa y, fnalmente, el mundo del gran formato. Y todo empezó aquí, en el Centro José Guerrero, con otra persona a la que le debo también muchísimo, que es Paco Baena, el director del centro José Guerrero. Él nos propuso hacer una exposición a Max, Ana Merino y a mí que se llamaba 'Viñetas desbordadas', en la que Max tomó una sala y yo tomé otra del José Guerrero con un carácter narrativo expositivo, pero no era una pieza para publicar en el formato editorial, sino para ver en la sala del museo. Y aquello funcionó muy bien y me animó a seguir trabajando. Entonces pensé hacer una versión del Guernica que, por diferentes casualidades de la vida, y también causalidades, que muchas veces van de la mano, pues acabó en manos del Museo Picasso de París, en una exposición que se llamaba 'Picasso y el cómic'. Y a mí me sugirieron participar en lo de París no por ser dibujante de cómics, sino por las piezas de gran formato que ellos ya conocían, que la habían visto en el Museo Picasso y en el Festival Internacional de Angulema. Surge el proyecto 'Grand París Express', que es la obra de infraestructura civil más grande de Francia en el siglo XXI. Ahora mismo están en desarrollo 33 estaciones y van a llegar a 72. Y lo que van a hacer es unir de forma perimetral toda la ciudad de París. Entonces hubo un concurso internacional, primero de arquitectos. Cada estación se asignó a un arquitecto y luego la mayoría de estaciones tienen un artista plástico y un artista gráfico que intervienen en el andén. El artista plástico se sincroniza con el arquitecto y hacen una obra conjunta, y el artista gráfico trabaja en el andén, porque los andenes sí son todos iguales. Están diseñados por Ruedi Baur, un diseñador muy famoso en Francia. Hubo un concurso internacional, nos presentamos cerca de 2.000 personas y a mí me sugirieron que me presentara porque tenían interés en que estuviera en ese proyecto. Y salió. Eligieron a 33 dibujantes y soy el único español. Hay gente muy importante y cada uno va asociado a una estación. Cada territorio elegía dibujante y a nosotros nos llamó Saint-Denis / Pleyel, que es donde está el Estadio Olímpico y la Vía Olímpica. Nuestros paneles van a permanecer en el andén durante entre 10 y 20 años. Son paneles fijos que describen la vida del territorio. Es verdad que el panel que más ha trascendido es el del Estadio de Francia, que representa una final de los 100 metros liso, y también santo longitud o salto de altura, pero se trata desde la Basílica de Saint-Denis y los enterramientos reales a todo el pasado comunista de la ciudad de Saint-Denis, misiones del mercado, cómo será la Villa Olímpica en el futuro... Hay un poco de todo.

P: ¿Se puede afirmar que estás en tu mejor momento profesional?

R: No lo sé, estas cosas dan como miedo y qué va a pasar mañana. Ahora mismo estamos bien y contentos. Afortunadamente tenemos que decir no a muchas cosas.

P: ¿Y percibes que prosigues en proceso de evolución, aprendiendo y mejorando día a día?

R: Si no fuera así, estaríamos muertos. Sería una inercia de repetición que no me interesa para nada. El sufrimiento del día a día es ver qué puede hacer nuevo en el siguiente trabajo, ya sea en el ámbito editorial con las portadas, por ejemplo, y siempre intentar dar un pasito más adelante y avanzar, y a ver qué se puede aportar, y no repetir. Eso no me interesa. Igual al editor o al galerista sí le puede interesar, porque cuando ellos encuentran que hay un modelo de éxito, les gusta repetirlo para obtener un beneficio. A mí no. Lo nuestro es siempre un salto al vacío. Con cada proyecto que hacemos intentamos innovar sin olvidar el pasado. De hecho, muchas veces se reciclan cosas que ya se han aprendido y se aplican de una manera distinta. No sé qué va a pasar en el futuro. Ahora he optado por la obra de gran formato y trabajar más que con el qué, con el cómo. No tanto contar la historia, sino cómo hacer el dibujo, y que el dibujo hable por sí mismo, que es algo que para mí es raro, es muy extraño. Y ahora mismo estoy en un proceso de transformación que me está costando muchísimo, porque no soy capaz de dibujar sin contar. Y es difícil encontrar ese punto de equilibrio de lo que quiere el galerista y lo que a mí me interesa.

Entrevista al ilustrador Sergio García | Foto: Antonio L. Juárez

Profesor en Bellas Artes

P: Como profesor, transmites toda tu experiencia a tus alumnos, ¿qué tal te llevas con ellos? ¿Cómo te sientes como docente?

R: Me siento bien y espero que ellos también. Todo lo que dibujo, fuera de la Facultad, en realidad forma parte del ámbito universitario, es creación, y nosotros tenemos que abrir más vías de conocimiento, en mi caso, a través del dibujo de comunicación y el dibujo por el dibujo. Lo que hago siempre es mostrarles todo lo que aprendo, todo lo que sé de mi ámbito de trabajo y, aunque parezca una cosa obvia, no me escondo nada. Suelo enseñarles los procesos de los dibujos cuando están en marcha, les cuento los problemas que me han dado o cómo evolucionan. Y, sobre todo, la labor de un profesor es estar muy al día de lo que ocurre en cada momento. Doy clase de ilustración y cómic y de cómic experimental en el Máster. Y ese ámbito de hace 20 años no tiene absolutamente nada que ver con lo que se hace ahora a nivel formal, tecnológico, de reproducción, de contenido... Ha cambiado muchísimo. Entonces, si no te reciclas, te convierte en una especie de dinosaurio, que está bien para tenerlo en una vitrina, pero que no le aporta nada al alumnado. Esa relación es siempre como de estar actualizando lo que uno hace con la realidad que existe, más allá de esa especie de cúpula de cristal maravillosa que es la Universidad y que muchas veces hay que romper para que ellos sepan que fuera hace frío, y no estar calentito en el aula, y con la seguridad de ir aprobando asignaturas. Que luego vas a acabar y te vas a encontrar con la realidad. Intento enseñarles esa realidad.

P: El nivel de la Facultad de Bellas Artes de Granada es muy alto.

R: Sí, tenemos muy buenos compañeros y muy buenos alumnos, también. Tengo alumnos que han publicado ya en el ‘The Washington Post’ o que han sacado libros en Marvel.

P: ¿Y cómo está Granada en el ámbito del dibujo o la ilustración a nivel nacional? ¿Estamos por encima de la media? ¿Cuál es la calidad de los profesionales que hay?

R: Somos pioneros. Granada siempre lo ha sido. A nivel musical ya lo era y a nivel gráfico, también. La hornada de dibujantes que tenemos aquí es absolutamente delirante. Por citar a algunos, y me voy a dejar gente en el tintero y me sabe muy mal, están los más conocidos, como Juanjo Guarnido que vive en París, pero es un granadino de pro; José Luis Munuera que, aunque es murciano, ya es granadino después de tantos años viviendo aquí; Enrique Bonet, Chema García y, en el mundo de la ilustración, tenemos a Fran Pulido que, aunque vive en Cádiz, se ha formado con nosotros. Tenemos a Nicolás Castell, Mercedes de Bellard, que ahora está en el País Vasco, pero también se formó aquí... Hay muchísima gente y, además, sería injusto seguir citando porque me voy a dejar mucha gente. Natacha Bustos, Joaquín López Cruces... A nivel nacional estamos entre la gente más puntera.

P: ¿Y cuál es el motivo?

R: Quiero pensar que la Facultad de Bellas Artes ha hecho mucho por ello, porque gran parte de los que te he nombrado hemos sido alumnos de la Facultad y nos hemos formado aquí. Se ha creado una especie de ecosistema que ha permitido que eso sea así.

Entrevista al ilustrador Sergio García | Foto: Antonio L. Juárez

Inteligencia artificial

P: La Inteligencia Artificial ha llegado para quedarse. He hablado con dibujantes, ilustradores o creadores y hay una llamativa división de opiniones de cómo puede afectar a vuestro ámbito su implantación.

R: Hay muchos debates. Yo ahora mismo estoy viéndolas venir. Es algo que se está definiendo y, a nivel conceptual, es un antes y un después. También lo fue la fotografía con respecto a la pintura y luego cada una encontró su propio lenguaje y las dos sobreviven. Con la IA pasará lo mismo. El principal problema que tiene la IA hoy en día es que nos usurpa los derechos de autor y eso es algo completamente injusto. Que llegue cualquiera y pida una ilustración de Sergio García Sánchez... Bueno, ahora mismo es muy torpe la IA y no es capaz de reproducir, sobre todo, la línea. El campo fotográfico de la imagen fotorrealista la hace un poquito mejor, porque tiene miles de millones de referencias. A nivel gráfico, un solo dibujante le cuesta mucho más porque detrás de ese dibujo hay muchísima experiencia que la IA no es capaz de comprender. Pero lo hará. La tenemos que tomar como una aliada, no como una enemiga. Superando esa etapa del respeto al derecho de autor, o sea, al plagio, que eso es indignante, y que están haciendo las grandes empresas como Meta, X, Google... que están cogiendo bases de datos enormes de sus propias aplicaciones para fusilarnos y entrenar su inteligencia artificial, eso debería estar prohibido o, al menos, no hacerlo sin nuestro permiso. Más allá de todo eso, formará parte de una herramienta más para el futuro, igual que lo fue Photoshop, que era como una aberración. La IA también lo hará, pero tendrá valor cuando haya un creador asociado que trabaje con ella. Y ahí todavía está todo por ver. Lo que conocemos de la IA es algo muy mediocre, este tipo de soluciones que te ofrece visual a mí no me aportan realmente nada, son todas iguales. Y uno de los problemas que tiene es que tiende a uniformar la creación. El algoritmo tiende a agradar al lector, coge la media menos interesante. La creación se basa siempre en intentar ver lo que ya está establecido e ir más allá y superarlo. Eso la IA no lo hace. Y para que lo haga tendrá que tener a alguien asociado, probablemente un director de arte que tiene mucho conocimiento y que no sabe dibujar, pero podrá trabajar con ella, o un director de arte que quiera hacer fotografía creativa. Eso sí lo podrá hacer, porque es una persona que tiene conocimiento y que sabe por dónde tiene que disparar. Pero un usuario medio hará la misma mediocridad y nos acostumbraremos a ver dibujos generados por IA y ya no tendrá ningún interés, porque son todos iguales.

P: Quizá el consumidor debería ser más exigente y que no se conforme con cualquier mediocridad.

R: El consumidor no es nada exigente, se come la papilla que le pongas y no es nada interesante. El consumidor no nos tiene que interesar. Nosotros tenemos que estar siempre por encima del consumidor y aportar soluciones nuevas, es nuestro deber como creadores. Al consumidor se le va a dar cualquier cosa y se lo va a comer. Y eso no nos interesa para nada. Y no es nada exigente, le da lo mismo. Es lo que tú le aportas lo que le puede hacer descubrir cosas nuevas. Y si no hay esa aportación no tenemos nada, creemos en la vulgaridad y en la estandarización, que no nos interesa como creadores.

Granada

P: Aprovecho estas entrevistas con personajes relevantes de la sociedad granadina para conocer su opinión sobre Granada ya que, por su experiencia, su conocimiento del mundo y su preparación, es muy interesante escuchar su criterio sobre los pros y los contras de la ciudad, por qué tiene que apostar y hacia dónde debe enfocar su futuro. Cuál debe ser el modelo al que aspirar, la ciudad que todos soñamos que tiene que ser.

R: Eso no lo va a ser nunca, porque la ciudad ideal no existe. Un grupo de personas y yo estamos en la candidatura de Granada 2031 con la parte gráfica y visual, y eso es el planteamiento que tenemos, que el principal error que tiene Granada es que está siempre mirando al pasado, y a la gloria del pasado, y las ciudades no viven de la gloria del pasado. Nos aporta turismo y gentrificación, pero nada más. Tenemos que mirar al futuro y ver los puntos fuertes que tenemos. Tenemos mucha fuerza como creadores y no parece que lo queramos desarrollar. Por ejemplo, el arquitecto de mi estación en París es Kengo Kuma, que hizo un proyecto absolutamente maravilloso para el Teatro de la Ópera para Granada y no se ha llegado a realizar. Por ahí deberían ir los tiros. Tenemos grandes creadores y no tenemos plataformas para poder trabajar. Ahora se ha creado una plataforma artística que se llama ‘Lateral’, que ha permitido que todas las pequeñas galerías que hay en Granada y las grandes se asocien para crear una especie de escaparate donde hacer una especie de 'Arco' alternativo y en el que las galerías se puedan ver. También tenemos todo el fuerte de la inteligencia artificial. Obviamente tenemos el turismo, pero es pan para hoy y hambre para mañana. El desarrollo del conocimiento va a ser algo fundamental para que esta ciudad siga adelante y que se diferencie de otras como Málaga o Sevilla, que son las que realmente tenemos que tomar como espejo. Cada una con su punto fuerte. Sevilla, con la central administrativa de la autonomía, que le da muchísima fuerza, y Málaga ha sabido aunar el perfil tecnológico con un turismo muy expansivo y cultural también. Por ahí tienen que ir los tiros. Nosotros tenemos un grueso de profesionales que se dedican a la inteligencia artificial. Tenemos una serie de profesionales maravillosos que también pueden hacer que Granada vaya por ahí, porque un polo tecnológico va a ser fundamental, pero no nos podemos olvidar del otro gran pilar, que es el de la creación. Ahí podríamos hacer un algo, no sé qué, pero un algo que asocie a Diputación, Ayuntamiento, Universidad y que se cree un gran centro. Pensaba que la Azucarera iba a ir por ahí y al final resulta que no. Pero necesitamos este gran centro de creación que sea capaz de canalizar todo lo que sale o se produce desde el punto de vista creativo en Granada, a nivel musical, gráfico, visual, teatral... Todo eso hay que canalizarlo, promocionarlo y darle fuerza. Y permitir que haya ahí una especie de cuerpo, de ‘corpus’, en el que los jóvenes se puedan acercar y que trascienda a la propia Facultad de Bellas Artes porque hay gente que no viene de la vía académica y falta ese punto de encuentro. Necesitamos un lugar físico donde se desarrolle toda esa creación.