Si eres perfeccionista, abraza lo suficientemente bueno
Perdónate por no ser extraordinario y permítete equivocarte.
Me gusta pensar los desafíos en términos de una fórmula simple: “Cuando pase X, haré Y”. Es una regla práctica, fácil de recordar y que nos ayuda a abordar los retos y obstáculos del día.
Quiero aplicar esta fórmula al perfeccionismo, el obstáculo más grande en nuestro camino al éxito.
El precio que paga un perfeccionista en la vida es muy alto: quedarse a mitad de camino, nunca convertirse en lo mejor que puede ser. Apunta a estándares imposibles que no puede alcanzar y luego se castiga sin compasión por no haberlo logrado. Tiene terror a equivocarse y quedar expuesto frente a los demás. Sobreanaliza las cosas, encuentra fallas en todo y raramente está conforme con los resultados. Al final siente vergüenza de sí mismo, deja de intentarlo y así es como desperdicia su talento.
Si eres un perfeccionista intenta reducir la presión poniendo en práctica esta fórmula: “Cuando el perfeccionismo me agobie, me enfocaré en lo suficientemente bueno”.
¿Qué es suficientemente bueno?
Suficientemente bueno es lo más cerca que podemos estar de la perfección. El perfeccionismo es una creencia irracional. No existe tal cosa como un ser humano perfecto, y si así fuera tal vez sería un aburrimiento. ¿Por qué entonces ese afán por la perfección?
Detrás de todo perfeccionista hay una persona necesitada de amor, de la aprobación y validación de los demás. Inconscientemente creemos que lo conseguiremos siendo perfectos. Quizá, si no tenemos fallas, pensamos, si no nos equivocamos, nos querrán más.
Cuando tenemos en nuestras vidas personas que nos apoyan, cuando nosotros mismos somos más compasivos con nuestros errores, nos sentimos más seguros para probar cosas nuevas. Sabemos que si nos equivocamos no seremos castigados, sino alentados a intentarlo de nuevo. El amor disminuye nuestro temor al fracaso. Y el perfeccionismo esconde un miedo irracional a equivocarnos.
¿Cómo poner la fórmula en acción?
“Cuando el perfeccionismo me agobie, me enfocaré en lo suficientemente bueno.”
Tomé esta idea de mi profesor, el psicólogo israelí Tal Ben-Shahar, ex profesor de Harvard en Felicidad y un perfeccionista recuperado.
1. Decide qué es lo suficientemente bueno para ti.
No hay decisiones perfectas. Si bien creemos que es mejor analizar decenas de opciones, ese no suele ser el caso. Se pierde mucho tiempo y corremos el riesgo de dilatar la decisión hasta la parálisis. Dedicar un tiempo excesivo a decidir no necesariamente nos asegura tomar la mejor decisión.
El objetivo debería ser simplemente tomar alguna decisión, una que sea “suficientemente buena”, que te permita avanzar.
De todos modos, te surgirán dudas sobre si tu elección fue correcta. Pero confórmate: recuerda que lo suficientemente bueno es lo más cerca que puedes estar de una elección perfecta.
2. Aprecia tu decisión.
Enfócate en los beneficios de haber tomado esa decisión, especialmente cuando empieces a sentirte arrepentido por no haber decidido otra cosa. El beneficio principal será que habrás avanzado. Estarás más cerca de tu meta, habrás dado un paso adelante. Por otro lado, recuerda que, si hubieras tomado otra decisión, también le habrías encontrado fallas.
3. Pregúntate qué puedes aprender.
Si a pesar de todo estás convencido de que cometiste un error, pregúntate qué aprendiste, de modo de tomar “una mejor decisión imperfecta la próxima vez”, como dice Ben-Shahar.
Cuando dejamos de enfocarnos en evitar el fracaso y nos fijamos en cambio en lo que debemos hacer para avanzar, entendemos que tropezar no es un precio tan alto para lograr el éxito.