Eric Jiménez: "De la película ‘Segundo premio’ hay cosas que me han gustado y otras que no”

El batería granadino, miembro de Los Planetas y de Lagartija Nick, hace un recorrido por una vida llena de altibajos, marcada por la música y las experiencias límites

Entrevista a Eric bateria
Eric Jiménez durante la entrevista con GranadaDigital | Foto: Antonio L. Juárez
Juan Prieto
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Está considerado el mejor batería del rock en España. Y eso que aprendió a tocar de forma casi autodidacta este instrumento del que se enamoró por primera vez tras escuchar los latidos del tambor en una procesión de la Semana Santa granadina. Eric Jiménez (Granada, 1967) vivió su complicada infancia en los tranquillos del barrio del Boquerón donde, en la calle Santa Paula, su madre regentaba la pensión Penibética. Su ímpetu y fuerza con las baquetas le llevó a encontrar su camino musical en el punk del mítico grupo KGB, donde hizo un máster previo a su ingreso en Lagartija Nick y, posteriormente, a Los Planetas. Aunque asegura que la música no le ha salvado de nada, sí le ha servido como forma de expresar su alma. Es un hombre hecho a sí mismo que ha ido sorteando los numerosos obstáculos que le han ido poniendo en el camino en su intensa, apasionante y ajetreada vida, que ha estado llena de altibajos, marcada por la música y por las experiencias límites. Siempre dice lo que piensa e, incluso, a veces no piensa lo que dice. Eso sí, no tiene filtros. Algunas de sus frases lapidarias ya son legendarias como “Granada es la única ciudad con nombre de bomba”. Protagonista de un excelente documental sobre su vida -‘La importancia de llamarse Ernesto y la gilipollez de llamarse Eric’- ha escrito también dos interesantes libros, imprescindibles para conocerle. Su biografía, ‘Cuatro millones de golpes’, y las historias más ácidas y salvajes de sus giras con Los Planetas y Lagartija Nick, recogidas bajo el título ‘Viaje al centro de mi cerebro’.  Acostumbrado a cerrar bares, decidió abrir uno en la calle Escuelas, junto a su antiguo barrio. Y, además, da clases de percusión. Es un orgulloso padre de Gabriela, su debilidad, y ahora que el sempiterno Peter Pan se ha hecho adulto, ha encontrado el amor verdadero, en el que no creía, con Guille, su actual mujer. Quizás por todo lo relatado, su hermano Carlos lo describe como un superviviente que ha tenido tres vidas: la vida de Ernestín, la vida de Ernesto y la vida de Eric. 

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Pregunta: Entre Ernestín, Ernesto y Eric, ¿Quién prevalece en la actualidad?

Respuesta: Ernestín nunca se va a ir porque siempre me he considerado un niño. De hecho, me considero tan niño que la gente que me conoce sabe que, por ejemplo, cuando voy a comer lo que más me gusta es el menú infantil. Muchas veces voy a restaurantes bastante serios en los que tengo problemas porque no quieren ponerme un menú infantil por mi edad. Tengo los mismos vicios que tenía con las golosinas de pequeño. Una persona de mi edad, cuando tiene algo de poder adquisitivo, se pega una mariscada. Pero a mí me encanta llevarme las últimas 50 piruletas y poder pagarlas. Me queda mucho de Ernestín porque tuve una infancia que no viví como un niño y luego tuve una adolescencia en la cual me casé muy pronto. No me dio tiempo ni a disfrutar de la infancia ni de la adolescencia, quizá me tocó disfrutarlas a los 30 años, pero ya era una edad que... Estoy en deuda con esa infancia y no quiero perder esa parte, me gusta llevarla muy dentro de mí. Me gusta hacer el imbécil como a nadie, me gusta mucho el sentido del humor y me encanta esa locura que tienen los niños.

P: ¿Cómo te encuentras actualmente?

R: Me encuentro bien, en una etapa que estoy disfrutando mucho. Se piensa que se disfrutan las cosas cuando estás en la juventud, pero quizá el grado de experiencia de las cosas te hace disfrutarlas de otra manera y ese es mi estado ahora mismo.

P: ¿Eres quien eres hoy día por tu pasado o a pesar de tu pasado?

R: A pesar de mi pasado. Viví una serie de circunstancias cuando era pequeño que cuando las estaba viviendo no me afectaban, porque no era consciente de lo que pasaba. Soy consciente cuando ya soy mayor, sobre todo, cuando tengo una hija y veo lo que es el amor hacia una hija, lo que es una unidad familiar y lo que es el cariño, que me costó muchísimo encontrarlo. He estado muy perjudicado a la hora de formarme porque no lo he hecho como una persona normal, pero no me ha dado tiempo a compadecerme de mí mismo. Me afectó a la hora de desarrollar mi personalidad, pero no a la hora de ejercer mis inquietudes culturales. Menos mal porque si no, probablemente, no hubiera llegado aquí.

P: Has triunfado en la escena musical, hecho un documental, publicado dos libros, tenido una hija, montado un bar, algo habrás plantado por ahí, no sé si has montado en globo... ¿Qué te queda por hacer? ¿Qué sueño te queda por cumplir?

R: Mis sueños no han sido muy ambiciosos. Siempre he pensado que teniendo para comer una vez al día y para beber el resto del día no me hacía falta nada más. Como mis sueños no han sido muy ambiciosos, ahora estoy viviendo un sueño, porque tengo una hija y una mujer maravillosas y todavía tengo salud para poder estar tocando la batería. El único sueño que me queda por vivir es que este sueño que estoy viviendo ahora sea lo más largo posible.

P: ¿Te encuentras ya en paz o te queda alguna cuenta pendiente?

R: Me quedan muchas cuentas pendientes, pero esas no podré saldarlas hasta que pase tiempo.

P: Me pareció excelente el documental sobre tu vida estrenado hace un año, 'La importancia de llamarse Ernesto y la gilipollez de llamarse Eric'. Se te ve tal como eres, cuando estás tranquilo y también cuando estás histriónico.

R: Siempre he sido una persona muy tímida tanto que, a veces, en el colegio se confundían conmigo. Hacía rabona un día y me daba tanta vergüenza aparecer al día siguiente que ya hacía rabona otros seis meses. Para muchos era un héroe y me nombraban delegado de clase porque nunca iba a estar para chivarme de quien hacía fechorías. Y era pura timidez, me daba vergüenza haber faltado a clase. Soy muy así, muy tranquilo y también ejerzo la 'malafollá granaína' con mucho desparpajo. También, al llevarme una diferencia de 13 años con el resto de mis hermanos, me he encontrado tan solo que el único contacto con la gente, mi burbuja de confort y mi primera aceptación ha sido el público. Quizás tenga un afán de protagonismo, pero por trauma más que por otra cosa, por sentirme la persona más pequeña del mundo, tener eso inculcado desde pequeño, considerarme un mal futbolista, un mal espeleólogo, todos los niños jugaban a esas cosas que a mí me daban miedo... Luego me dijo un oculista que quizá era porque no veía nada. A mí me daba miedo meterme en un patio de colegio con 70 partidos de fútbol, 20 pelotas y encima de portero porque a los que menos sabíamos jugar nos ponían de portero. Es curioso, porque el portero tiene una similitud con el batería, el que está detrás. Por sentirme tan poca cosa de pequeño, siempre he querido destacar en algo y ahí se forjó mi personalidad de expresar tanto en la batería. De hecho, cuando se cumplió uno de mis sueños, que fue ser rey en la Cabalgata de los Reyes Magos, de manera intuitiva tiraba los caramelos como tocaba la batería. Estuve a punto de arruinar al Ayuntamiento.

P: O de lastimar a algún niño si lo hiciste con ese ímpetu y fuerza con la que tocas la batería.

R: No, porque tengo experiencia en la tirada de caramelos para no dañar a los niños. Eran más peligrosos los niños que el Rey Mago. Cuando te ves ahí arriba es maravilloso, alucinante, porque tienes el recuerdo de cuando estabas abajo. Y te dices que ahora eres parte del fraude desde otra perspectiva. Un engaño maravilloso, aunque ves a niños amenazándote con paraguas, con tirachinas, abuelos insultándote con cajas de cartón y todo empieza a ser como 'Walking Dead' y a pensar que como me caiga de la carroza me van a dar la del pulpo. Fue muy emocionante. Tengo ese contraste de muy tranquilo o liando un pollo del carajo.

Eric Jiménez durante la entrevista con GranadaDigital | Foto: Antonio L. Juárez

La idea de llamarse Eric

P: ¿De quién fue la idea de llamarte Eric?

R: Fue en aquella época de los años 70 que estaban los bañadores Meyba y yo iba a Almuñécar. Me acuerdo que me hicieron un pelado que se me quedó el pelo de punta y me llamaban 'Erizo'. Simplemente por eso, 'el Eri'. Ya en el barrio nadie me conocía por Ernesto, me conocían por 'Eri'. Mucha gente cree que es nombre artístico, pero no, para nada. De hecho, en los discos de KGB sale con 'k', en otros salen con 'c'. No es nada puesto porque, aunque pensaba que llegaría a tocar, a girar y a grabar discos, no lo tenía tan claro como para ponerme un nombre artístico. Es sencillamente por un mote de infancia.

P: Y de esa infancia en el barrio del Boquerón, ¿con qué te quedas?

R: Me quedo con muchas cosas. Me quedo con las tunas, que es lo más parecido a The Cure, porque van vestidos de negro y lo he odiado, me ha parecido patético, pero sí he amado lo que es el círculo estudiantil. No me gustan las rondallas para nada, pero sí me gusta el ambiente estudiantil que se creaba en aquel tiempo en las tabernas y bodegas y cuando, por supuesto, nos despertaban esperpentos maravillosos como María la Borracha, diciendo "o me das un duro o te echo la boca". E iba la mujer detrás de ti: "¡Cachirulo, maricón del culo!". Eran maravillosos esos esperpentos en una Granada que la que todavía había serenos. No me refiero a que no beban, que ahora tampoco no hay ninguno. No hay ni serenos que te abran la puerta ni serenos que vayan a las doce de la noche por la calle. Granada ahora es una ciudad con ausencia de serenos. Pero me acuerdo de escuchar en el barrio a las doce de la noche que gritaban: "¡Sereno!”. Y te abrían la puerta. Era una Granada muy sepia. He sido un amante de Granada y muy fan de Juan Bustos. Colecciono libros de Granada porque me encanta saber de mi ciudad. Recuerdo que un día hablando con Valdivieso, amigo de Lorca, le decía que Puerta Real tenía que ser maravillosa. Y me contestaba que a las cinco de la tarde, paseando con Federico, olía un pestazo a mierda de caballo. Y esa es la realidad. Todavía me acuerdo que el barrio tenía esa esencia que varía muy poco desde la guerra del 36 hasta los años 70, todo muy gris, muy sepia, con personajes muy turbios que podían pertenecer a la generación beat de William Burroughs, borrachos de los que dan miedo, hombres que le enseñaban su florido pensil a las colegialas y todo en un ambiente donde no había calefacción, había braseros, las abuelas con las toquillas... A raíz de los 80, todo cambia de una manera vertiginosa, pero desde la guerra hasta los 70 hubo poco cambio. Lo recuerdo con cariño porque he vivido como un No-Do del que he sido partícipe. Me encanta ese ‘siniestrismo’, esa Semana Santa en la calle, el olor a incienso y esa putada de vida porque, realmente, era una putada vivir así. Ahora tenemos cosas maravillosas, pero me gusta haberlo vivido. Es como cuando mucha gente dice que quiere viajar para ver esta Cuba antes de que todo se vaya al garete. He tenido la suerte de vivir eso. Es lo que más me gusta del barrio, ese recuerdo en blanco y negro.

P: No voy a profundizar en los problemas de tu infancia porque ya han quedado ampliamente retratados en tu biografía y en el documental, pero sí me gustaría que me hablaras de lo que significó tu madre para ti, porque fue una persona que tuvo que sacaros adelante ella sola, ¿no?

R: Sí, exactamente. Mi madre fue una conformista. Vivió engañada, como muchísimas mujeres de esa época. Era madre soltera, amante, pero en aquella época toda la gente era muy católica. Si mi madre hubiera sabido que el señor con el que estaba saliendo estaba casado ni se le hubiera ocurrido tener relaciones. Se enteró cuando ya tenía un niño. Lo que pasa es que mi madre era muy inocente. Mi padre le decía: "No me puedo casar ahora mismo, estoy solucionando unas cosas, unos papeles". También mi padre tenía bastante más cultura que mi madre. Y muchas veces la cultura se puede utilizar para ser mezquino y maligno y aprovecharte de la gente que no la tiene. Mi madre fue una persona que estuvo esperando para sentirse en una familia normal, pero mientras tenía que tirar con los hijos hacia adelante. Vivió una época en la que una mujer que tenía un niño con un hombre que estaba casado era una puta y, claro, ella no salía a la calle porque se sentía en vergüenza. Y fue una madre que me tuvo que aguantar a mí. Desde los siete años yo estaba prácticamente está en la calle. Y como ella era tan buena y no me decía a nada que no, pues con 11 años yo iba al Sánchez Herrera a ver a Ramoncín, o con 12 años saltaba la tapia para ver a Tacones, Nacha Pop y Medina Azahara. Por un lado es cojonudo tener esa libertad, pero ahora me pongo como padre y era una burrada. Mi madre era una persona que fumaba y no sabía tragarse el humo, le encantaba la playa y no sabía nadar, y que desprendía amor por su entrega y porque no hubo más hombre en su vida que mi padre. Se dedicó a nosotros. Era una persona que amaba y no decía "te quiero". Una mujer que no supo amar. Sabía amar interiormente, pero no lo expresaba. Fue una sufridora, pero es la representación de muchísimas madres de esa época, incluso en las mismas circunstancias. Después del primer libro me escribía mucha gente diciendo: "Mi madre también fue madre soltera y la tuvieron que acoger". Ahora existe el poliamor, pero el poliamor ha existido toda la puta vida, lo que pasa es que han tenido el morro de ocultarlo. El principio del poliamor está en esa época. Cualquier señor pudiente tenía la mujer que cuidaba de sus hijos y luego sus amantes y otros hijos.

La pensión Penibética

P: Explicas en tu biografía que tu padre le puso a tu madre una pensión en vez de dársela. Fue la pensión Penibética. Dicen que a ti te encantaba hablar con los huéspedes en las habitaciones, donde había personajes de todo tipo. 

R: Me encantaba. Había un mago que a la hora de comer se metía una moneda y empezaba a pegar arcadas. Era la hostia. Me metía a hablar mucho con los musulmanes. De hecho estuve a punto de meterme a musulmán. Ellos me hablaban del profeta Mahoma, iban a comprar menudillo de pollo en el Ramadán cuando estaba 'La Granadina', los pollos en la calle Alhóndiga. Estaba con ellos hasta que un día me dijeron que fuéramos a rezar a Bib-Rambla. Y ahí ya fue mi último contacto con ellos. Yo entonces no dormía y escuchaba un programa de Francis Dumont que se llamaba 'La noche de los locos'...

P: ...en Radio Granada, en la Cadena Ser.

R: ... sí, y de hecho, llamé un día y una de mis primeras actuaciones fue tocando la guitarra en ese programa. También me acuerdo que estaba 'La saga de los Porretas' que era como a las seis de la mañana. Nunca he tomado café, pero me encerraba en la habitación de la pensión y estaba con todos los huéspedes que estaban haciendo artesanía para vender por la mañana en Puerta Real o por ahí, y me pasaba todo el día y la noche escuchando la radio y ayudando a hacer artesanía. Claro, a la hora de ir al colegio tenía un sueño de la hostia, pero ya pillé el rollo y hacía como que me iba y luego me metía otra vez en mi habitación y seguía durmiendo. O me iba a dormir al pie de la Virgen del Triunfo, allí al solecito. También pasé una época durmiendo en un portal que había en la calle Lucena, que había unos burros, y vendían arena y ladrillos, y allí como en el portal de Belén, al calor de los burros, me echaba en la arena.

P: ¿Cómo te fue en el colegio?

R: Sacaba muy buenas notas. Lo que pasa es que dejaba de ir, pero me presentaba en septiembre y lo sacaba todo sin problemas. El colegio me costaba muchísimo porque era un chico muy tímido y tenía graves problemas para entender lo que me explicaban, pero me daba vergüenza decir tantas veces "no te entiendo". Y en mi casa no me podía ayudar nadie, mis hermanos eran mucho más mayores que yo y trabajaban o no estaban en casa y mi madre era analfabeta. A mí me compraba la enciclopedia Larousse y me decía que me buscara la vida. Tenía muchísimas dudas para entender las cosas, pero me daba muchísima vergüenza preguntar. Por eso sacaba notable o bien; si no, hubiera sacado sobresalientes. Pero le pillé el rollo a no ir y empecé a descubrir un mundo que me apasionaba, la música. Un día me llamaron del colegio, que era de pago, por si quería el certificado escolar, pero les dije: "Estoy grabando discos, si me lo dais es hasta contraproducente".

P: ¿Era un colegio de curas?

R: Primero estuve en los Agustinos Recoletos y luego, como Miguel Ríos o como Tacho (091), me fui a los Salesianos. Ahí ya empecé a hacer rabona de la hostia y acabé en San Isidoro, que ahí ya me metí a saco a grabar y a hacer conciertos y desaparecí.

P: Te enamoraste del tambor en la Semana Santa granadina. ¿Te gustaba la Semana Santa?

R: A mí me flipaba y me sigue gustando. Cuando salía el programa de Semana Santa en Granada era equivalente a cuando salía el cartel de Benicasim. Antes cambiaban los itinerarios continuamente. A mí me alucinaba. No tenía acceso a los programas de Semana Santa porque era muy pequeño, pero mi hermano me traía el programa como un acontecimiento. Me iba a tribuna, me metía debajo, entre los hierros, y lo veía todo cojonudo. Me compraba un perrito en 'Bodegas La Mancha' y me veía todas las procesiones. Conocía los colores de todas las cofradías. Y, después, iba a ver los encierros. Siempre me han llamado la atención las tradiciones y que unos antepasados míos hubieran estado viendo lo mismo que yo. La Semana Santa me parece una performance. Me parece alucinante y lo veo con un sentimiento de la hostia. Luego hay muchísima falsedad ahí, pero a mí ver el Silencio escuchando la campana de la Torre de la Vela, las cadenas, el tambor, diciendo "dónde estará, cuando lo encontramos lo vamos a matar…", esas saetas con un gran respeto. Y cada procesión tiene su historia. A mí me gustaba mucho, por ejemplo, ir de pequeño a ver el encierro de Las Penas, que es el Miércoles Santo, porque enfrente estaba la calle Jazmín (calle de las prostitutas). Casi todas las putas salían de mantilla, supongo que para limpiarse de pecados. Me acuerdo que me encantaba ir a verlas de mantilla porque las pobrecitas daban un cante de la hostia ya que eran las únicas que tenían pestañas postizas. Y recuerdo ver a los chulos, muy vestidos como los Amaya, con jerséis de cuello alto y los pantalones de campana, diciendo: "Niña, venga, déjate de hostias, que tienes que trabajar". Era la otra parte de la Semana Santa que veía. A día de hoy me encanta. Lo que no me gusta es ver a una Virgen en la Gran Vía, me gusta ver las cofradías en los sitios de donde salen y donde más se puede parecer a un entorno antiguo. Para ver la Alhambra me quedo con la Cuesta de los Chinos porque considero que es lo más parecido a como tenía que ser. 

Eric Jiménez durante la entrevista con GranadaDigital | Foto: Antonio L. Juárez

Semana Santa y punkis

P: En aquellos años pasaste de la Semana Santa al punk. ¿Hay tanta diferencia?

R: La Iglesia ha hecho aberraciones mucho peores que las que han hecho los punkis. Un punki como el 'Cojo Manteca' le pudo pegar cuatro pedradas a la Policía, pero no han hecho nada como la Santa Inquisición. No creo que haya nada más punki que la Santa Inquisición. De hecho, Torquemada sería un buen 'frontman' en un grupo punk. Realmente, la Semana Santa tiene un 'Halloween' que acojona, no la tontería que tienen los americanos con las calabacitas. Esto acojona de verdad. Hay muertos, las marchas que se están interpretando son marchas fúnebres, menos el pasodoble que le lo ponen a la Virgen. El olor a incienso y todo ese respeto infunde un 'siniestrismo' que a mí me influencia más tarde cuando escucho en la 'new wave' a los grupos punk siniestros como The Cure o Joy Division. Lo que pasa es que estos grupos no dejan de ser una parodia y esto viene de algo realmente heavy. De hecho, cuando empiezo a tocar 'Omega' con Enrique Morente me baso mucho en la procesión del Silencio.

P: Esa entrada en el mundo de los punkis la hiciste en los años 80. ¿Fueron tan míticos como los recordamos o nos hemos creado una fantasía en nuestras cabezas?

R: Fueron míticos, muy míticos. Estábamos en una España incomunicada, una España en la que a los Beatles había que ahorcarlos. Ahora no conozco a ninguno de derechas que no le gusten los Beatles y antes estaban condenados. Todo ha evolucionado, la derecha evoluciona y la izquierda también. Pero entonces estábamos tan incomunicados, en este caso por Paquito, no el chocolatero, sino Francisco Franco. Pero me dan igual los colores, porque también hay dictadores de izquierdas que tienen al pueblo incomunicado. Y me parece una putada incomunicar a un pueblo, aislarlo para que no vean qué pasa afuera. Cuando llegó la democracia, salió el colorido, se abrió el bar de 'La guerra de las galaxias'. Y empieza a haber gente diferente, gente que es gay sin que le peguen por la calle, tribus urbanas... Eran muy míticos. Recuerdo que tocaba en el Rock-Ola y que tenía que falsificar mi carnet para poder entrar. La primera vez que toqué allí tenía 13 años y no me dejaban entrar. Les tuve que explicar que era el batería del grupo. Me impactó mucho porque si gustaban las canciones, te escupían. La primera vez que entré en Rock-Ola vi a Iñaki Fernández, el cantante de Glutamato Ye-Yé, hablando con un punki con cresta porque estaba harto de que le escupiera y le dijo: "¿Y usted por qué no baila?". Y le estrelló un vaso en la cabeza. Era normal, te curas y ya está. No estoy haciendo apología y tampoco quiero eso, pero había una libertad que si ya te llevaban a la cárcel es que te habías pasado. Pero era la hostia, se llenaban las salas de conciertos, empieza la televisión a retransmitir programas tan maravillosos como 'La bola de cristal', 'Pista libre', 'La edad de oro'... Programas con música en directo de verdad, sin censuras, abierto a todas las disciplinas artísticas. Ahora falta mucho de esto. Aquello fue la hostia porque salió la gente a la calle. Se puso de moda el cartel del fontanero de "Vuelvo en cinco minutos" porque no existían fontaneros. Eran todos diseñadores, actores, músicos... No hacía falta hacer Arte Dramático para ser actor ni estudiar en el Conservatorio para ser batería. Luego, cuando te profesionalizabas, ya ibas aprendiendo.

P: Debía ser genial el ambiente que vivíais en las cuevas donde ensayabais, en la carretera de Murcia, y donde KGB se juntaba con TNT, 091, Sesión de noche, Los Ángeles, Los Discretos, Beat Club, Johnny Roll y los Traviesos... Y mezclados todos los géneros: punk, rock, heavy, rockabilly, country... 

R: Todos juntos. Teníamos nuestros piques, pero era muy sano. Era la hostia, como los Picapiedra. La gente se preguntaba cómo podíamos ensayar, pero es que cuando tú le dabas a todos los vatios ya no escuchabas al de al lado. Y allí se juntaban también las orquestas de pachanga, tipo Veracruz, 24 Kilates, Inverosímil... Y quienes tenían pasta de verdad eran ellos, porque eran los que estaban currando. Nosotros éramos unos pringados. Les pedíamos un bafle, un micro... porque ellos tenían un equipazo, eran profesionales en los pueblos. Todo eso lo regentaba Cristóbal, que era un cuatrero, un delincuente que cuentan que estuvo con los hermanos Quero y, según dicen, era un delator. Me acuerdo que tenía una navaja de hoz para cortar orejas. En esas cuevas hay más de uno enterrado, sin duda. Eso le añadía su punto de morbo. Era maravilloso. Entonces podías ensayar, porque ahora con las normativas está prohibido ensayar o si un niño de 12 años toca en una sala, pueden multar por no tener un alta de músico. Pero en aquel entonces todo era muy salvaje y por eso tuvo la cantera que tuvo. Era la hostia y la gente se tomaba su litro de cerveza, pero tampoco ahí había droga. Alguno podía fumarse un porrillo, pero estaban todas las horas ensayando. Ahora no hay sitios para hacer eso o cuesta un dinero que es imposible pagar si no eres profesional. 

P: Tras KGB te fuiste a Lagartija Nick, tras un paso por TNT.

R: Sí, estuve sustituyendo al batería de TNT algún tiempo en 'Rimado de Ciudad'. El concierto en la Plaza Toros lo hice yo y también otros conciertos.

P: En ese periodo de tiempo te libraste de hacer la mili.

R: Me casé a los 15 o 16 años. Estuve echando prórrogas hasta que, como ganaba algo de dinero, aunque no mucho, la agencia del mánager me hizo un papel diciendo que no podía ir a la mili porque tenía que mantener a mi mujer. Vivíamos en casa de mi suegro y no teníamos dinero para nada, pero eso me permitió echar las prórrogas hasta que al final me libré. Y menos mal que me libré porque me acuerdo que era de los primeros punkis que había en Granada y llevaba un flequillo muy grande. Fíjate las tonterías de los adolescentes que decía que iba a cortarme un dedo y librarme de la mili antes de cortarme el flequillo. Y lo hubiera hecho de lo convencido que estaba.

Eric Jiménez durante la entrevista con GranadaDigital | Foto: Antonio L. Juárez

‘Omega’ y Enrique Morente

P: En Lagartija Nick vivís una gran etapa con buena música, pero tocáis el cielo cuando conocéis a Enrique Morente y hacéis 'Omega'.

R: Sin duda alguna.

P: Considero 'Omega' uno de los diez mejores discos de la historia de España, no solo de rock. Tuvo que ser una experiencia tremenda.

R: Fue emocionante, una locura, un éxito, una tragedia. O sea, fue todo.

P: Al flamenco ortodoxo me imagino que le sentó fatal, ¿no?

R: Y al rock ortodoxo. Nos decían: "¿Qué coño hacéis con esos gitanos? ¿Vais a hacer rumbitas?". Ellos no entendían un tío cantando flamenco con nosotros. Ellos venían de escuchar a los Sex Pistols, Sonic Youth o grupos americanos underground. Y, de buenas a primeras, llegamos con un flamenco y con unos que daban palmas. Los nuestros los perdimos. Y Enrique parecía que iba a perder a los suyos, pero él tenía ya una carrera hecha y había demostrado unos cimientos. Le podían reprochar ‘Omega’, como se lo reprocharon a Camarón ('La leyenda del tiempo'), pero cuando iba a su teatro iban a verlo porque ya había demostrado el pedazo de artista que era. Pero ahí hubo hostias y, de hecho, casi toda la gente que estuvo en contra del disco son los que salen en el documental diciendo que estaban a favor.

P: ¿Qué recuerdos tienes de Enrique Morente?

R: De Enrique tengo recuerdos maravillosos, porque hicimos unas migas de la hostia. Le gustaba el humor negro, como a mí. Somos muy de Buñuel, de Berlanga. Cuando veíamos algo esperpéntico, nos gustaba mucho más. Era nuestro hábitat. Acabé muchas noches con Enrique Morente con unos personajes que eran maravillosos, pero siempre desde el respeto, nunca riéndonos de ellos, sino con ellos, siendo partícipes de su locura. No reírte de la ‘pedrá’ de uno, porque también Enrique tenía la suya y yo la mía. Y tengo recuerdos geniales, como estar durmiendo y llamarme: "Eric, ¿pero qué haces durmiendo a las cuatro de la mañana?". Me levantaba, me vestía y me iba para La Tertulia. "¿Qué pasa, Enrique?", le preguntaba. Y me contestaba: "Que he llegado a esta hora y no son horas de llegar a mi casa". Empezábamos a hablar y nos pasábamos las horas muertas hablando. Hicimos tan buenas migas que diez años después del estreno de 'Omega', al que no asistí porque me fui de Lagartija Nick, Enrique hizo una gira internacional y fuimos por todos los festivales, porque ya toda la gente sí quería el 'Omega', y me llevó con él con su espectáculo. Yo iba para tocar sólo en tres canciones. Y tengo recuerdos acojonantes como, por ejemplo, en el Liceo, que estaba a reventar, y estábamos grabando para una película. Me dijo que yo iba a salir a tocar en la tercera y en la cuarta canción, porque él tampoco ponía en el ‘setlist’ cómo se llamaban las canciones. Ponía “Soleá del niño de la Polola"... Y yo no sabía ni quién era la Polola ni el niño ni nada. Total, que me senté para tocar la tercera canción y él me miró, se rio y empezó otra canción. Y yo me decía: "¿Y ahora qué coño hago? Si me voy es una falta de respeto?"… Y allí me quedé sentado en la batería mirándolo. Y cuando me levanté para irme, dijo: "Con todos ustedes, Eric Jiménez". Tuve que darme la vuelta y regresar. De hecho, en ese concierto me gastó una pequeña putada, pero que me encantó porque son esos retos que me encantan en los que dices "o viene el duende o vienen hostias". Y es que en los bises del Liceo, yo ya estaba entre bastidores y ya había respirado porque todo había salido de puta madre. Pero me dicen los de monitores que me estaba llamando para ir al escenario. Salí y era una improvisación. A él le gustaba mucho improvisar conmigo el cante libre, que no hay medida. Eso, que ahora lo hago mucho con El niño de Elche, al que también le gusta improvisar ese tipo de cosas conmigo, es como una pelea entre cantaor y el batería, que trata las baquetas como si fueran los tacones de un bailador. Pero, bueno, salimos airosos. 

Los Planetas

P: Conociendo tus inicios punkis, sorprende que te metieras a tocar en una banda indie como Los Planetas. Pero funcionó y, además, participaste en otro de los discos que son parte de la historia de la música en España como 'Una semana en el motor de un autobús'.

R: Sí, ahí fue cuando me metí de lleno con Los Planetas. La verdad es que estaba muy viciado a la música punk y todo lo que no bajaba de ciento y pico revoluciones por minuto no me interesaba, pero eso era fallo mío. Al igual que en aquella época a los indies radicales cualquier cosa que estuviera bien tocada no les molaba. Eso es otra movida porque en esa época estás viciado y te crees con el don de la sabiduría cuando realmente no tienes ni puñetera idea de nada porque lo que te estás haciendo es hermetizando. De Los Planetas me gustaba mucho el ruido. Por ahí sí estaba convencido de que eran muy radicales y me gustaba que no se escucharan las letras. Luego me sorprendí muchísimo porque eran pedazos de letras. Y me di cuenta que igual no tenían velocidad, pero que eran más punkis que los punkis. Pero en cuanto a todo, en consumo de droga, en pasarse por el forro de los huevos todo, a las multinacionales, a los managers... Todo. Me enamoré de la actitud y las grandes cosas se hacen con actitud, porque si empiezas a hacer lo mismo que hace todo el mundo, de aquí no salimos. Así que me metí con Los Planetas y ellos me enseñaron los medios tiempos, tiempos muy calmados y descubrí que empecé a hacer unos desarrollos psicodélicos de baterías que antes no podría haberlo hecho porque no trabajaba esos tiempos. Y con quién mejor con ellos, que lo adornan con ruido. Porque tú puedes trabajar esas baterías en tiempos muy lentos, pero siempre he estado con el ruido. Me llevé una grata sorpresa y empecé a defender la verdadera música independiente. Ahora la música independiente no existe, son Los40 Principales. Estuve muy cómodo porque era algo muy radical, que estaba totalmente fuera de los canales establecidos. Hay mucha gente que nos dice que sonamos en Los40 y salimos en la tele... Ya, y Nirvana también. Pero, ¿por qué? A ti al principio te quieren en Los40 y te quiere todo el mundo porque quieren hacer un producto de ellos. Tú los mandas a tomar por culo, pero cuando lo petas te meten, quieras o no, porque les interesas a su audiencia. 

P: Ahí viviste una época muy dura con las drogas.

R: Hubo época durísima.

P: Fue la época en la que coqueteaste con el deporte.

R: Sí, porque iba al gimnasio para durar más tiempo metiéndome droga. Ahora voy al gimnasio, pero sin lo otro. Pero la historia es que hubo una época muy heavy. Personalmente empecé a meterme drogas porque siempre estaba buscando formar un hogar y no lo conseguía, quería tener una pareja estable y, obviamente, la gente de mi edad lo que quería es vivir la vida. No reprocho nada a nadie, pero como me sentí tan poco querido por parte de mi padre, pues quería a alguien, una nave nodriza, algo muy clásico. Y eso me costó mucho conseguirlo, lo conseguí hace poco. Estaba en una continua lucha por sentirme dejado por mis parejas. Y estaba en la calle, no podía estar en mi casa, me emborrachaba y veía que mi sentido del humor se agudizaba. Quería que esas noches nunca pararan y me ayudé de la cocaína para que eso siempre estuviera. 

P: De hecho, pensabas que no ibas a pasar de los 30 años.

R: Sí, creía que no iba a pasar de los 30 años. Yo no era un cocainómano de consumir mucho. Hay gente que se mete cinco gramos en un día y otra que se mete medio gramo al día. Yo cogía medio gramo para cinco o seis días, lo utilizaba como el café, para durar más el día que iba a salir. Nunca he sido de consumir a diario, no he tenido esa personalidad adictiva. Sí tuve personalidad adictiva de que cuando me tomaba unas copas, si no me tomaba algo, vomitaba. Tenía un colocón de la hostia. Y como me lo pasaba tan bien porque me ayudaba a no pensar, a evadirme de mi soledad, porque soñaba con lo que no había tenido, con una unidad familiar. Yo solo en mi casa ya me ahorcaba. Por eso salía a la calle en continua búsqueda de alguien para formar una familia. Y eso no se puede buscar, eso te llega. Tuve la suerte de encontrar, por fin, a mi mujer, a Guille, que me dio mi estabilidad. Pero lo pasé realmente mal y mi coqueteo con la droga fue ese. Compañeros míos sí estuvieron realmente enganchados y tuvieron que ir por ese tratamiento antagonista y ese tipo de cosas.

Eric Jiménez durante la entrevista con GranadaDigital | Foto: Antonio L. Juárez

‘Segundo premio’

P: En esa época vuestra de Los Planetas se ha inspirado la película 'Segundo Premio', que representará a España en los Oscar. ¿Qué te ha parecido la película? 

R: Es muy complicado. Como fotografía es un trabajo muy bien hecho, pero no tiene nada que ver con Los Planetas. Ellos ya dicen que no es una película de Los Planetas. Sí me gusta mucho la caracterización de la Granada de entonces, que está muy conseguida.

P: Pero, ¿a ti te ha gustado la película? 

R: Esto es muy complicado. De la película me han gustado cosas y otras no me han gustado. Reconozco un trabajo de la hostia por parte de Isaki Lacuesta, de la productora y de alguno de los actores. Pero me cuesta mucho trabajo separar al grupo de la película. Por eso ni yo mismo te puedo decir. Reconozco un buen trabajo en la película, pero ahora mismo no sé contestarte. Tiene que pasar el tiempo para poder sacar una reflexión de verdad.

P: ¿Te sientes identificado por tu personaje en la película? 

R: Me siento identificado tocando, pero nunca he meado en el Albayzín. He sido muy pudoroso. Mafo (el actor que interpreta su personaje) hace una muy buena interpretación en la batería y fuera coge mi carisma, un culillo de mal asiento y también capta la capacidad de trabajo. Porque mucha gente se cree que con el tema de la droga... Ahora acabo los conciertos y me voy al hotel echando hostias. Si viene mi mujer, sí vamos por ahí, pero ahora tengo un volumen de trabajo que hay días que trabajo 18 horas y es agotador. Nunca he trabajado más en mi vida que ahora. Toco con Los Planetas o con Lagartija Nick, doy clases en la Fundación CajaGranada que, por cierto, es una de las cosas que más me está realizando. 

P: Das clases de percusión.

R: Sí, de batería. Está abierto a todo el mundo, pero estamos dándole clases a Aldeas Infantiles, al centro ALFA de Almanjáyar y a gente sin recursos a través de asociaciones. A los de Aldeas Infantiles me los llevé a la prueba de sonido de Los Planetas en la Plaza de Toros y cuando vi a los críos correr hacia mí, que me dijeron "quiero ser como tú", se me escapó un lagrimón. Estoy llevando adelante esas labores, que me parece increíble que una entidad privada haga eso y proteja tanto a la cantera de granadinos con clases subvencionadas que no son caras y que esos niños estén flipando y estén con la cabeza puesta en eso. Aparte de eso tengo también el bar. Y me dirán que por qué tengo tantas cosas. La gente se cree que soy millonario. Pues no. Puedo estar en muchos grupos, pero cada uno tiene su remuneración. Y, aparte de eso, todas mis disciplinas están pendientes de un hilo. Cuando sacas la licencia fiscal de un bar es de ruido y molestias, o sea, de primeras ya eres un presunto delincuente. En los bares, lo primero que va a por ti es la Administración y los impuestos. Luego doy clases de batería, pero todo es muy relativo. Cuando llegó la pandemia lo primero que se fue al garete es lo cultural y lo de ocio. Por eso tengo que llevar muchísimas cosas por delante porque no todas funcionan siempre. He podido estar con Los Planetas, que es un grupo que tiene grandes cachés, pero igual también en tres años han hecho un concierto. O el bar, que si lo llevara una familia sería muy rentable, pero si no me meto ahí a currar, son pérdidas. ¿Qué pasa? Que llevas todo para adelante y cuando todo funciona son épocas que estás mejor económicamente, pero está asfixiado y no te atreves a dejar a ninguna. El bar lo que tengo porque, cuando no tengo conciertos, tengo un puesto de trabajo como camarero. Esto ya no es como los años 80 que quien tenía un bar se compraba un chalet. En mi bar, si no echo horas detrás de la barra, no recibo ni un duro y lo sabe toda mi plantilla.

P: Para 'Segundo Premio, ¿te consultaron algo para el guion? ¿Hablaron contigo?

R: No, estuvieron en contacto con Jota. 

P: ¿No te llamaron?
R: Nunca me llamaron.

P: Si realmente fuera a los Oscar e, incluso, a los Goya, que son aquí en Granada, ¿irías a las ceremonias?

R: Iría, pero para ver Los Ángeles. O a los Goya para la fiesta de después, pero no con la película. Si tuviera que ir, estaría encantado de ir, pero a pegarme una fiesta. Aunque no estuviera nominada 'Segundo premio' me gustaría ir a ese tipo de ceremonias porque es muy divertido.

Eric Jiménez durante la entrevista con GranadaDigital | Foto: Antonio L. Juárez

Confianza en la gente

P: ¿Te arrepientes de algo de tu vida?

R: Sí, me arrepiento de, cuando haces negocio o emprendes cosas, haber confiado en la gente y no haber firmado nada. Me arrepiento muchísimo de eso, de confiar demasiado en algunas personas. Pienso que la gente es igual de gilipollas que yo y luego me doy cuenta de que no, que el gilipollas soy yo. Me he pasado de generoso y de confiar en la gente. Pero me ha pasado en todo, en los negocios y en las amistades. Me han dado en todos sitios y me siguen dando. Pero es que quien es así, es así. No puedo hacer nada ante eso. Pero, ¿sabes qué te digo? Que tengo un gran patrimonio y es que valgo más por lo que callo que por lo que cuento. Eso es algo que a mí me reconforta y puedo mirar a los ojos a mucha gente y no agachar la cabeza.

P: ¿Qué es eso de que quisiste ser alcalde de Granada?

R: (Ríe) Me llamaron para pinchar en un bar que se llamaba 'Segunda edición' en la Plaza de los Lobos. Sería por el año 2000. No sé ni qué grupo político estaba en el Ayuntamiento, pero estaban cerrando muchísimas salas e hice un cartel en el que se me veía con un esparadrapo en la boca y decía: "Yo robo, pero no miento. Ponle cara a tu alcalde. Vótame, solo te robaré yo". Y debajo del cartel ponía: "Propongo que abramos los bares y cerremos el Ayuntamiento". Los políticos no tienen ni idea de cómo funciona la gente que tiene a su cargo. Voy a poner un ejemplo. Me acuerdo que en aquella época entraban a un bar, veían a alguien fumando un porro y decían: "Vamos a cerrar el bar". Vamos a ver. ¿Cómo cojones iba a saber en esa época que se fumaba en los bares, que había 30 tíos con un cigarro en la mano si uno de ellos estaba fumando un porro? Si huele, pues vas y le pegas el toque. Por eso propuse en un artículo que escribí en 'La Opinión' que cuando hubiera un pleno me iba a ir con un canuto al patio del Ayuntamiento e iba a llamar a la Policía Local para que cerraran el Ayuntamiento porque tenían que estar vigilando que yo no me sacara un canuto y me lo encendiera. Lo de ser alcalde lo hice de broma. Hice chapitas diciendo "Yo, vuestro futuro alcalde", pero ni de coña sería alcalde. Es una responsabilidad que no se lo deseo a nadie. Tienes que gustarte mucho.

P: ¿Qué tipo de música es la que te gusta?

R: Me gustan mucho las corales, los cantos gregorianos y la música desenfadada, que sea cañera con un toque oscuro y muy provocadora.

P: ¿Y qué otras actividades aparte de la música te gustan?

R: Todo lo antiguo me interesa. Mis aficiones son leer libros de la ciudad de Granada. Me apasiona pasear por la ciudad, mirar y ver que esa casa era de tal, que el escudo heráldico pertenecía a cual... Esa es mi gran afición.

P: Has viajado por muchos países y muchas ciudades y eres un enamorado de Granada. Por eso me gustaría conocer tu opinión sobre qué crees que le falta a Granada para mejorar, para dar ese salto para ser la ciudad que a todos nos gustaría que fuera.

R: Tenemos que mejorar en no mirar nuestro ombligo y no decirnos lo de “¡Cómo molamos los granadinos? ¡Semos la polla!". No, hay que mirar otras ciudades y otros ombligos como, por ejemplo, Aranda del Duero, que tiene un festival de música en la calle. Nos falta mirar fuera de nuestras fronteras. Granada es una ciudad maravillosa en la que, durante mucho tiempo, han convivido varias culturas y algo de eso tiene que quedar, pero falta mirar fuera. Soy de los que sale de Granada y tengo que volver, porque es maravillosa, pero procuro cogerme algo de fuera que le vendría bien a mi ciudad y es, sobre todo, sacar la ciudad a la calle.







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