Es hora de cambiar las apariencias
Suelo ser muy respetuoso con las frases que nos ha ido legando la Historia, la mayoría fruto del contexto en que se dieron pero con un elemento común, su trascendencia en el tiempo. Sin embargo, hay una que todos conocemos gracias a Plutarco, que nos narró el desafortunado incidente que puso en duda la honradez de la esposa de Julio César y que llevó a éste a su divorcio dejándonos la célebre frase, “la mujer del César no solo debe serlo, sino parecerlo”.
Nunca estuve muy de acuerdo con esta sentencia que sin cortapisas se usa hasta la saciedad para esgrimir hoy día la honestidad de las personas, las empresas y sobre todo los políticos, la congruencia de sus actos, de sus palabras, de sus gestos. A mi entender, no era tan importante parecer honestos como serlo verdaderamente, de ahí que haya estado más del lado de los que piensan que “las apariencias engañan”, que las cosas no son siempre como uno las percibe en primera instancia y que la cuestión es descubrirlo a tiempo.
Y todas estas disquisiciones vienen al tiempo en que creo que –en algunos casos- la vida de las personas y de las empresas vive de las apariencias más que nunca, en esa doble existencia que nos permiten las redes sociales, esa vida expuesta, pública, paralela a la otra, la más íntima, más real, la que queda al margen de lo que percibimos como cierto. La vida digital va ganando tanto terreno que se nos puede estar olvidando sencillamente ser, hasta el punto peligroso de creer que somos cuanto decimos que aparentamos.
En el siglo V a.C. a Sócrates –el célebre filósofo griego– que era bajito y feo hasta el punto que su figura inspiraba burlas, no le condiciona su aspecto exterior como le pasa a nuestra sociedad de las apariencias. Qué personalidad tendría para que acabara siendo considerado por los griegos -para los que un cuerpo bello era el reflejo de un alma bella- como el arquetipo del decoro filosófico, a pesar de su aspecto exterior. Gracias a Sócrates, comenzaron a admitir que un cuerpo como el suyo, puede contener una persona hermosa. Nosotros, en cambio, con tanta psicoestética de la imagen no podemos ocultar carencias humanas básicas muy profundas.
Las empresas analizamos la imagen y la palabra que la competencia nos muestra en las redes sociales, esos escaparates de cuanto hacemos, ofrecemos y vendemos. Tenemos valiosas herramientas digitales –la mayoría gratuitas e inmediatas- para llegar a públicos impensables que al momento nos ven, nos leen y nos contratan. Pero como en todo, la realidad que subyace a la larga se impone y corremos el riesgo de haber sido sólo aparentes.
Si las empresas somos transparentes e íntegras en nuestros comportamientos, hacemos honor a la palabra dada, lo que decimos que ofrecemos realmente estamos en condiciones de poderlo ofrecer y nos esforzamos por no generar brechas de aparente realidad, el resultado irá más allá de alcanzar una buena reputación con lo que de por sí comporta de confianza en los demás, es que estaremos contribuyendo a la sociedad, a nuestro país, con empresas ciertas, que cada vez le hacen más falta.
Hemos entrado en 2020, último año de esta década, y mis deseos, que son también los de mis compañeros en HispaColex, será que disfrutemos de un año ejemplar, en lo público y en lo privado, haciendo único lo que somos y lo que nos gustaría ser.