Esconder las sillas de madera de la carrera oficial para sentarse sin pagar: la picaresca de las procesiones
Fernando Alcalá, encargado de las sillas y palcos que se colocan por las calles de la capital, cuenta algunas de las anécdotas más comunes de estos días
En las procesiones de Granada intervienen muchos agentes: desde los nazarenos, acólitos, costaleros y mantillas de cada cofradía hasta los trabajadores encargados de la limpieza de las calles. Pero, muchas veces, es usual no acordarse de unas personas que, ataviadas con chalecos de color amarillo fosforescente, controlan las sillas y palcos ubicados a lo largo de la carrera oficial por la que procesionan todas las hermandades granadinas.
Desde la calle Ganivet hasta la Catedral, y pasando por la calle Alhóndiga, así como por las plazas Pescadería y de las Pasiegas, se extienden unas largas hileras de sillas de madera y estructuras metálicas desde las que los granadinos pueden disfrutar de las 32 hermandades que hacen su estación de penitencia por las calles de la capital.
Las personas que cuidan de que todo esté limpio y en orden en el momento de las procesiones, además de la Policía Local, son los vigilantes de estas sillas y palcos, que controlan, entre otras cosas, que nadie suba a las escaleras de estos últimos, así como que no se siente más de una persona por silla. Estos trabajadores estacionales, divididos por zonas, viven algunas anécdotas de lo más curiosas durante estos días.
Fernando Alcalá, vocal de Economía de la Real Federación de Hermandades y Cofradías de Semana Santa de la Ciudad de Granada, y encargado de que el montaje de los palcos y sillas se haga perfectamente, narra algunas de ellas: "Hay mucha picaresca. Algunas personas dejan las sillas vacías y se quedan de pie detrás, pero, cuando los vigilantes se van, se sientan sin pagar. Otros esconden las sillas y luego, se sientan en ellas".
Según Alcalá, todos los días se viven momentos así: "Raro es el año que no tenemos una anécdota de esas". Según expone, "el otro día, al final de la jornada, nos encontramos una silla de madera en la calle Tablas, lejos de la carrera oficial. Supongo que alguien la cogió y se sentó en ella para ver las procesiones y luego, la dejó ahí tirada".
La carrera oficial se divide de dos formas: a un lado de la acera, y no en todas las zonas, se montan los palcos, escalonados sobre estructuras metálicas, y al otro lado, se colocan simplemente sillas de madera plegables. Esto se hace para no perjudicar a los comercios y no dificultar la entrada a los mismos. Sin embargo, hay personas que viven en los bloques donde se encuentran estos negocios que bajan de sus pisos con sus propias sillas y las colocan sin ningún miramiento, según explica el vocal de Economía de la federación. "Procuramos discutir lo menos posible", asegura.
No obstante, Fernando Alcalá piensa que este juego de niños "es lamentable", ya que el dinero que se recauda con el alquiler de las sillas se destina, primero, a la compra de más sillas para el año siguiente para así reponerlas, además de para otros gastos, y después, lo que queda se reparte entre las 32 hermandades de Granada.
Sin embargo, los problemas no se quedan sólo en las sillas. Se colocan unos pasos metálicos con entrada y salida señalizada para que no haya atascos de gente con toda la multitud que camina por las calles en estas fechas. En ellos, también suceden anécdotas. Por ejemplo, Fernando Alcalá habla de cuando hay grupos de amigos o parejas que se separan porque primero pasan unos y los otros se quedan atrás. Eso ya es sinónimo de discusión con los vigilantes.
Los precios de los asientos
Cada zona de la carrera oficial tiene un precio diferente. En la calle Ganivet, las sillas valen doce euros por día, mientras que en la calle Alhóndiga son ocho. El precio también varía si se solicita un asiento los siete días de la semana, ya que se reduce el coste por día.
La zona más cara es la calle Ganivet, donde los palcos cuestan, para la Semana Santa completa, 325 euros más IVA. En las plazas Pescadería y de las Pasiegas cuestan un poco menos, según Alcalá.