Un estudio apunta que desenterrar muertos era una práctica habitual en las sociedades megalíticas

La investigación, liderada por la Universidad de Granada, señala que los restos humanos pudieron haber sido considerados como reliquias

Equipo excavacion megalitico
Equipo de excavación en la necrópolis megalítica de Panoría. | Foto: Gabinete
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Un estudio realizado por investigadores/as de las Universidades de Granada, de Tübingen (Alemania) y del Centro de Investigación Ambiental de las Universidades Escocesas (SUERC) ha demostrado que las sepulturas megalíticas no solo eran lugares de enterramiento, sino que también era habitual desenterrar los restos óseos para su uso en otras prácticas sociales.

Los investigadores apuntan que la presencia de restos óseos humanos entre los vivos debió ser una práctica habitual en las sociedades megalíticas, y estos restos pudieron haber sido considerados como reliquias utilizadas como medio para marcar y mantener importantes relaciones interpersonales. Por ejemplo, pudieron ser reconocidos como restos de ancestros o personas significativas para la comunidad.

El enterramiento en cámaras funerarias construidas con grandes losas de piedra conocidas como megalitos fue una práctica funeraria habitual durante más de 2500 años en buena parte de Europa occidental. Tradicionalmente se había asumido que estos lugares eran enterramientos colectivos, posiblemente familiares, donde a lo largo de amplios periodos de tiempo se iba sucediendo la deposición de diferentes individuos hasta formar auténticos osarios donde se entremezclaban restos que aún conservaban la conexión anatómica con otros que ya la habían perdido.

Los recientes trabajos de excavación realizados en la necrópolis megalítica de Panoría (Darro, Granada), coordinados por la Universidad de Granada, han permitido estudiar en profundidad cómo se formaron estos osarios y cuáles han sido las prácticas rituales que los han generado. Los resultados han sido publicados esta semana en la revista Radiocarbon.

En concreto, la denominada sepultura 10 de esta necrópolis presentaba un depósito antropológico en excelente estado de conservación con más de 11000 huesos humanos, la mayoría de ellos fragmentados, mezclados y superpuestos unos sobre otros. No obstante, junto a estos restos también se registraron individuos completos o partes anatómicas en posición articulada, lo que indicaba que en la tumba se enterraban los individuos poco después de la muerte, cuando aún conservaban los tejidos y ligamentos que mantenían los huesos articulados.

El estudio de los restos óseos ha demostrado la presencia de personas de ambos sexos y de todas las edades. “Además, todas las partes esqueléticas estaban representadas, aunque sorprendentemente la presencia de huesos pequeños y frágiles como por ejemplo los huesos de pies, manos, vértebras o costillas, era elevada”, explica Gonzalo Aranda Jiménez, investigador del departamento de Prehistoria y Arqueología de la Universidad de Granada y autor principal de este trabajo.