Falta de liderazgo, el motivo por el que se ha llegado a la situación de la pandemia en España

Los líderes deben tender puentes, propiciar consensos e integrar a personas y grupos diferentes en pos de un objetivo común

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Pedro Sánchez y Pablo Casado | Archivo
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El líder que sabe gestionar equipos es fundamental y más en estos tiempos difíciles. Actuando con flexibilidad y adaptándose al entorno, el líder debe rodearse de los mejores, reconociéndoles su saber, con independencia de su ideología, porque el objetivo es la salud, la seguridad y el bienestar de todos en un marco de un proyecto común en el que todos y cada uno siente que tiene un papel.

España, Andalucía o Granada han carecido de ese liderazgo a lo largo de esta crisis. Y eso no ha facilitado ni los consensos ni la unidad de acción tan necesaria en estos tiempos. Y es que además, la mediocridad de un jefe/a en una organización es uno de los factores más importantes que marcan un liderazgo débil, que se refuerza al buscar siempre profesionales dóciles.

Junto a la falta de liderazgo, problemas de coordinación. Ha habido una evidente falta de coordinación entre el Gobierno central y las Comunidades Autónomas. De la centralización total del estado de alarma se ha pasado a una situación donde las CCAA querían tener todo el poder y cada una tomar SUS medidas. La no coordinación de las acciones ha generado otro problema en la gestión de la pandemia.

Y es que los virus son iguales en Andalucía, que en el País Vasco, en Madrid que en Baleares, en Cataluña que en Galicia. Los virus no saben de fronteras, por lo que, en un estado descentralizado como el nuestro, debe compatibilizarse de forma inteligente el principio de subsidiariedad con la necesaria coordinación entre las diferentes administraciones: estatal, autonómica y municipal.

Y es que la pandemia no es un problema político, sino comunitario. Y en España, tristemente se ha utilizado como arma arrojadiza en el enfrentamiento partidario. Y de esa confrontación, el único beneficiado ha sido el virus. La crispación política alimenta la polarización, lo que conlleva que la ciudadanía se alinee con los suyos y renuncie a evaluar sus actuaciones de forma crítica, cosa que se ha ido reforzando a lo largo de los meses. Un ejemplo claro de ello ha sido el caso de Madrid, donde la ciencia no ha ayudado a que las medidas imprescindibles que se tenían que tomar no se han podido tomar por consenso.

La confusión en relación con la adecuación de las medidas propuestas, ha acabado socavando la credibilidad de los expertos y, por supuesto, también de los responsables políticos.

La gravedad de la situación exige que se alcance un pacto de estado de amplia base en materia de salud, investigación, educación y economía. Que importante hubiera sido ver a Pedro Sánchez con algunos/as presidentes/as autonómicos en algunas de sus comparecencias. O al ministro Illa con consejeros/as de las CCAA para comentar cómo iba la situación global de la pandemia.

Para tomar decisiones bien fundadas se necesita contar con el mejor conocimiento disponible. Por ello, un liderazgo efectivo exige que todas las decisiones sean informadas por un comité científico multidisciplinar. Cuan importante hubiera sido ligar ciencia y comunicación, para que la ciudadanía ganara.

Pero la responsabilidad última ha de ser de quien las toma, esto es, de las autoridades competentes para ello, no se los científicos. Muchos responsables políticos de diferentes niveles han confundido de forma interesada el supuesto soporte científico de sus decisiones con consideraciones de carácter político y económico. Esa confusión debe desaparecer; la mejor garantía para ello es que los informes en que se basan las decisiones sean públicos y estén al alcance de todos.

En el liderazgo, un elemento clave es la comunicación. Para que la población asuma ciertas medidas, es fundamental que se entiendan las razones por las que se toman. Y para eso hay que explicarlas con claridad, especificando su base científica, por un lado, y los bienes que se pretende preservar, por el otro. Las contradicciones entre los mensajes transmitidos en momentos diferentes han favorecido que se haya perdido la confianza en los portavoces de un lado y del otro. La comunicación debe tener en cuenta los miedos y preocupaciones de la gente, para poder dar respuesta a esas emociones y no alimentar bulos y negacionismos. Cuanto me hubiera gustado ver a Fernando Simón con algunos/as responsables de sociedades científicas, en lugar de verle con militares o responsables de la Guardia Civil o Policía Nacional.

No me gustan los jefes/as llenos de mediocridad que prefieren a profesionales dóciles y fieles, que a profesionales de elevado talento que son difíciles de gestionar por su grado de exigencia. Y eso lo hemos visto en esta CCAA. Y en esas circunstancias, la inercia pesa más que la ilusión y el futuro no es más que una prórroga del pasado.

Una organización esta en plena decadencia cuando no puedes escuchar la voz de las personas más apasionadas y comprometidas. Y en esta pandemia en Andalucía no se han escuchado los mejores, los de más elevado talento ni los más ilusionados.

Nada de lo dicho implica quitar responsabilidad a los individuos. Lo que ha ocurrido en España durante el verano de 2020 ha sido un gran fracaso colectivo por una desescalada demasiado rápida ante las peticiones de algunos partidos políticos de quitar el mando único y de algunas CCAA de querer tener todo el poder. Estamos a tiempo de corregir el rumbo y volver a aplanar la curva, sin incurrir en costes inasumibles en términos económicos y sociales. De todos depende, pero muy especialmente de quienes tiene la responsabilidad política.