Fran Rico conduce y Riki acelera

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Manuel Herrera @manuelherrerapr// Foto: Román Callejón @romancallejon
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Dos hombres bajo sospecha lideraron anoche el triunfo del Granada sobre un Villarreal cuya clasificación, a estas alturas de la competición, no responde a parámetros azarosos. Por un lado, Fran Rico, cuya rodilla vive eternamente en el punto de mira, fue el faro de los rojiblancos; hizo lo que quiso con el partido y participó de forma determinante en los dos goles; por el otro, Riki, suplente sedentario desde septiembre, aportó la dosis de verticalidad pretendida por su entrenador, llevó peligro en cada acción ofensiva y provocó el penalti que dio origen al primer gol del Granada.

En el caso del centrocampista, cada semana que pasa se antoja más evidente que sus pies son el termómetro del equipo de Lucas Alcaraz. Si el gallego juega bien, el equipo le acompaña; si tiene el día torcido, a sus compañeros, poco duchos en las labores organizativas, se les funden las luces. Ayer, Fran Rico se exhibió ante hombres de la talla de Pina, Bruno u Óliver Torres, y condujo a los rojiblancos hacia un triunfo clave, cuando el precipicio se veía más cerca que nunca.

En la jugada del primer gol, el pontevedrés vio a su derecha la carrera de Riki, que esta noche ha seguido corriendo en las pesadillas de Mario, y le puso la pelota en el pie. El de Aranjuez rompió a su pareja de baile en la arrancada, borró de un plumazo las insinuaciones acerca de su baja forma y provocó a Bruno, brillante en el centro, pero torpe en la zaga, para que entrase al trapo de su amago y le derribase dentro del área.

Fran Rico cogió los galones y disparó la pena máxima por el centro de la portería. Engañó a Asenjo y rugió para festejar un tanto que sirvió para intensificar la sensación de que el partido iba por donde el Granada pretendía. El Villarreal se amilanó y los rojiblancos, más sedientos de sangre que nunca, se lanzaron a por la presa.

La primera clara fue para Riki, que recibió un buen balón de Recio y comenzó a sortear rivales en diagonal, mientras avanzaba hacia al centro y hacia la portería, en la que es la jugada clásica de Lionel Messi. El de Aranjuez, henchido de confianza, egoísta como casi todos los delanteros y ávido de meter su gol, obvió el desmarque de Brahimi y disparó, con rosca, buscando el palo derecho de la portería de Asenjo. Le faltó precisión.

Por suerte para el Granada, Fran Rico no tuvo ese problema en la siguiente jugada. Encerrado en un aparente callejón sin salida, el gallego volvió la vista, dobló su tobillo y dejó solo a El Arabi delante de la meta castellonense con un movimiento magistral. Casi por vergüenza, el marroquí tuvo que meter el gol para terminar de resolver un partido que ya no tuvo más historia. 

LA DEFENSA CRECIÓ CON EL EQUIPO

En la primera acción ofensiva del Villarreal, Uche sonrojó a varios defensas antes de atravesar a Coeff como si éste fuese un holograma. Iturra y Roberto salvaron el gol, pero el central francés se quedó temblando. En la primera media hora, el joven zaguero galo jugó con miedo a fallar, sin confianza, devastado por la primera jugada y, quizá, con la actuación de Bilbao en la memoria.

Sin embargo, tanto él como sus compañeros en la zaga, quitando a Murillo, imponente en todo momento, se unieron a la gran actuación coral cuando el encuentro se puso de cara. Coeff fue el paradigma y se mostró seguro en los despejes, confiado en los pases y contundente en los cruces. Vivió un feliz estreno en la titularidad como local en Liga y se quitó la espina que, ocho días antes, le había clavado Aduriz.