El capitán reapareció para cerrar la fiesta

Fran Rico volvió a jugar con la camiseta del Granada CF tras más de dos años de inactividad por culpa de una lesión

Granada CF - AD Alcorcon
Fran Rico volvió a pisar un terreno de juego tras más de dos años de inactividad | Foto: Antonio L. Juárez
Chema Ruiz España
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A pesar de la intrascendencia del partido que jugó el Granada CF este sábado, una ilusión especial flotaba en el ambiente. No se trataba del entusiasmo propio de la celebración del ascenso, aunque también se palpaba una buena dosis de este, sino de una inquietud, un deseo compartido por todos los aficionados que desde las seis de la tarde se dieron cita en los aledaños de Los Cármenes. Todos esperaban disfrutar de una imagen que no se repetía desde 2016 y se hacían la misma pregunta: ¿jugaría Fran Rico?

El centrocampista respondió dos horas y media más tarde, aunque ya dejó una pista por la mañana. Entró en la convocatoria por primera vez en la temporada, por lo que se permitió ejercer de ‘community manager’ de la entidad rojiblanca para anunciar la lista. Más tarde, ya en el estadio, salió a calentar como en tantas ocasiones lo había hecho anteriormente, liderando al equipo, con galones. De igual forma, caminó por el pasillo que formaron los jugadores del Alcorcón para rendir honor a los héroes del ascenso, de la mano de su hijo Mikel. La luz se veía al fondo de esas dos paredes amarillas.

Con el brazalete en la izquierda, el de Portonovo demostró que no ha perdido ni un ápice de la calidad que le hizo ganarse el cariño del respetable. Tiene un guante de la más fina seda en su bota derecha y una visión privilegiada, unas cualidades que ninguna lesión ha podido borrar, pese a la consecuente inactividad. Interpretó el partido a la perfección y puso la guinda a la fiesta en el minuto 55, cuando Diego Martínez decidió retirarle del campo. Los Cármenes se puso en pie para regalarle una ovación cerrada mientras que sus compañeros, testigos de su esfuerzo diario y admiradores a la par, se reunieron con él en el centro del campo para abrazarle y felicitarle.

Rico no pisaba un terreno de juego desde que saliera del Sánchez Pizjuán el 18 de febrero de 2017, hace dos años y cuatro meses. Por aquel entonces, disputaba, y con bastante éxito, la primera de las dos temporadas que permanecería cedido en el Éibar, aunque ni siquiera pudo terminarla. Unas molestias en la rodilla derecha, arrastradas desde algunos meses atrás, le llevaron a pasar por el quirófano con vistas a la siguiente temporada, pero una segunda operación, en septiembre de 2017, prolongó de manera indefinida la espera. Sin embargo, el calvario del centrocampista viene desde hace mucho más tiempo.

En 2008, cuando comenzaba a despuntar en la cantera del Real Madrid, sufrió una rotura del ligamento cruzado y del menisco de su rodilla derecha, que desde entonces siempre le ha traído de cabeza. Pasó ese curso prácticamente en blanco, pero en la temporada siguiente pudo reincorporarse a la competición y volver a ofrecer un buen rendimiento, por lo que el Granada CF, recién ascendido a Primera, decidió incorporarle.

En su primer curso como nazarí (2011/2012), tuvo un buen comienzo, haciéndose incluso con un hueco en el ‘once’ titular de Fabri González, pero recayó de sus problemas de rodilla. Se sometió a una artroscopia y pasó en el dique seco lo que restaba de aquella temporada más la siguiente al completo.

Para entonces, Fran Rico ya se había ganado el respeto de la hinchada, que le recibió con los brazos abiertos en la 2013/2014 para convertirle en su capitán. Hasta 2016, cuando disputó su último encuentro con el Granada CF, el centrocampista había jugado 110 encuentros de Liga, así como otros siete de Copa del Rey. En total, había marcado diez goles con la elástica rojiblanca, pero nada de ello evitó que Paco Jémez y los gestores del club tras el desembarco de John Jiang, que nada tienen que ver con la directiva actual pese a que el club ya fuese propiedad del magnate chino, decidieran prescindir de él.

Este verano, a la conclusión de su préstamo al Éibar, regresó al Granada, donde quedó integrado en la primera plantilla. Su lesión repelía las ofertas y el club no se planteaba la rescisión de su contrato, que expira en 2020, pues considera que puede volver a ser una pieza importante si su recuperación es definitiva. Tiene ahora 31 años y la misma clase con la que enamoró a Quique Pina y Juan Carlos Cordero, artífices de su llegada. Ha salido del túnel y tiene ante sí un nuevo escenario, si la rodilla se lo permite.