Gas natural vs. Bombona de butano, ¿quién ganará?

El ser humano es un animal de costumbres al que le cuesta salir de lo que se conoce en psicología o ‘coaching’ como: la zona de confort. Una zona en la que el ser humano acepta las circunstancias de su entorno sean positivas o negativas.

La bombona de butano que nació en 1957 y se convirtió en el método de calentamiento de ACS, de calefacción y de cocción, más utilizado por las familias. Javier Fernández de Imgas, empresa colaboradora de Gas Natural en Granada explica que “es un método muy antiguo, peor que a la gente le cuesta mucho cambiar”.

Desde la empresa granadina consideran que ya no es sólo que el suministro de Gas Natural sea más seguro o económico "porque la economía depende del consumo", sino que es mucho más cómodo. “La rutina de la vida diaria, el hecho de estar todo el día fuera en el trabajo, hace que lo mejor sea contar con la opción de un suministro continuo”, explica Fernández.

Argentina está considerado un país gasista por excelencia, "así como otros países europeos como Francia, Alemania, etc. En ese sentido están mucho más avanzados que nosotros. De hecho, nuestros mejores asesores comerciales siempre han sido considerados los argentinos, pues siente el gas natural, como un suministro de primera necesidad al igual que el agua o el suministro eléctrico", comenta Fernández.

Aunque la economía depende del consumo, a la hora de hablar de medio ambiente el gas natural es menos contaminante. Por ejemplo, en una unidad familiar en la que se utilizan 21 bombonas de butano al año de media, el equivalente en gas natural sería de 3.052 KWh por lo que se emitirían hasta 168,36 kilogramos menos de expulsión de CO2 a la atmósfera.

Si hablamos de comodidad, lo más habitual es optar por el gas natural si la red de suministro llega a la vivienda. Con la bombona de butano, el consumidor debe estar pendiente del conocido camión del butano, solicitarlas por teléfono o ir a retirarlas a un distribuidor, "cada vez es menos frecuente y más restrictiva la circulación por núcleos urbanos de camiones que transportan mercancías peligrosas", añade Fernández.  Y ni decir tiene que, “además de que no nos quedaremos sin agua caliente durante la ducha, los gastos de un butano son imprevistos, se pagan con lo que tienes en el bolsillo, depende de cuando se te acaba la bombona y debes estar pendiente”, apunta el gerente de Imgas, señalando las ventajas de las tarifas de Gas Natural. “A través de las tarifas planas decides qué quieres pagar cada mes y qué no, puedes llevar una economía más controlada”, explica.

Por seguridad, la instalación de Gas Natural pasa por dos inspecciones antes de ser utilizada por el consumidor: el técnico instalador y después, un inspector, independiente de la empresa y la compañía Gas Natural, que certifica el perfecto funcionamiento de la instalación. Aunque a ambos suministros se les añade el mismo componente químico, Mercaptano, “el gas natural es menos denso que el aire, por lo cual tiende a subir, haciendo así más difícil la acumulación siendo expulsado antes por las rejillas de ventilación, en caso de escape accidental, el propano y el butano son gases manufacturados y por tanto más pesados que el aire”. "Y ni que decir tiene, que tanto el propano y el butano por su composición son gases tóxicos, a diferencia del gas natural que es totalmente inocuo. Esto no quiere decir que podemos respirarlo como si tal, pues estaríamos privando al organismo de oxígeno, pero que si en caso de una respiración prolongada accidental, no tiene efectos secundarios", analizan desde Imgas.

Además, con el gas natural no hay que disponer de un espacio específico en el hogar como ocurre con la bombona de butano, al no tener que reservar ningún espacio en la vivienda. “El gas natural por su naturaleza es un gas más limpio, con una cantidad insignificativa de azufre, por lo que el uso puede alargar hasta en cinco años la vida de los gasodomésticos”. Como consejo responsable desde Imgas apuntan que en materia de utilización de estas energías, se recomienda una revisión preventiva anual, además de la “IP”(inspección periódica) obligatoria cada 5 y 2 años para equipos de calefacción, según el RITE (Reglamento de Instalaciones Térmicas de Edificios).