El Granada se atasca en la salida
Alexander Medina insiste en asentar en el conjunto rojiblanco un estilo de juego que a su plantel se le resiste y reincide en errores que le cuestan puntos
No son pocos los males que condenan al Granada a una larga agonía, pero de entre todos sus pecados destaca uno por su reiteración desde que Alexander Medina se sienta en el banquillo de Los Cármenes. El técnico uruguayo insiste en asentar en el conjunto rojiblanco un estilo de juego parsimonioso, de construcción lenta y rumiada, por más que su plantel ofrezca en cada jornada evidencias de que este fútbol se le resiste. Reincide por ello en errores que le cuestan puntos y difuminan en el horizonte la permanencia, matemáticamente posible aunque quimérica en el contexto nazarí. El charrúa incide una y otra vez en que los problemas de su equipo son una cuestión de posicionamientos, también de ansiedad contra el Almería según expuso al término del encuentro, pero lo cierto es que su escuadra se atasca en la salida.
La lista de pifias en la cimentación del juego es larga y no solo comprende la estancia de Medina en el equipo. También sucedía con Paco López al frente, sirva el empate de la primera vuelta contra el Betis como ejemplo. Con el charrúa, sin embargo, las dificultades se acentúan en tanto que el técnico desea que sus futbolistas automaticen un mecanismo de juego pausado cuando tienen la pelota. El sistema colapsa al ritmo amodorrado con el que pretende funcionar, mientras que arroja un mejor rendimiento cuando la garra y el nervio toman el control. De ese ímpetu surgieron las mejores actuaciones granadinistas en este periodo, además de los goles que ha conseguido anotar. Entre ellos, el del empate contra Las Palmas y los tres frente al Barça en Montjuic.
Precisamente la actuación rojiblanca contra el combinado culé parecía un punto de inflexión en el conjunto rojiblanco al mostrar el camino a seguir para lograr la permanencia. Sin embargo, el Granada recuperó contra el Almería sus viejas costumbres, adoleciente de espíritu, que en apenas diez minutos le llevó a concurrir nuevamente en un error en la construcción. La fotografía captó en esta ocasión a Martin Hongla, que erró un pase horizontal tan predecible como mal dirigido que Marc Pubill convirtió en golazo al fusilar a Batalla. La misma historia de siempre.
El Cacique comenzó a sufrir este mal al poco de llegar a Granada. Contra el Sevilla, en una fantasmagórica actuación de sus pupilos, el segundo gol visitante nació en un error de Torrente al inicio de la construcción que robó En-Nesyri, seguido de una exhibición posterior de pasividad para encimar a Ocampos. Ya en el nuevo año y con buena parte de los fichajes invernales en las filas rojiblancas, la debacle de Getafe señaló a Augusto Batalla, en cuyas botas va a dormir la pelota con demasiada frecuencia. En el Coliseum, resbaló al recibir una entrega también defectuosa y Borja Mayoral aprovechó el regalo. Contra Las Palmas no fue un gol lo que concedió el conjunto rojiblanco, sino una ocasión manifiesta -en realidad, ya había permitido otras de la misma manera en el partido- que Piatkowski segó en falta cuando Munir divisaba la meta, expulsado el polaco.
Incluso en Barcelona el tercer tanto culé, el del empate definitivo, llega al inicio de la jugada granadinista, aletargado Callejón para salir al contragolpe. En aquel choque, estaba sobre el campo Ignasi Miquel, cuya ausencia acusó el conjunto rojiblanco este domingo. Es zurdo, lo que en el juego que pretende el Cacique Medina proporciona a priori una salida más aseada. No obstante, el técnico dispuso de Piatkowski y Bruno Méndez, ambos diestros, en la única ocasión en que pudo elegir entre los tres para formar su defensa. Solo Gumbau aportó algo de sentido al juego ante Las Palmas cuando entró al campo, ya en el segundo tiempo, sancionado de nuevo al ver su décima cartulina amarilla del curso. Adversidad añadida a una plantilla que no engrana bajo este dogma y que, de esta manera, se precipita al abismo jornada a jornada.