La terapia de Sandoval recompone la moral rojiblanca
Aunque el destino del Granada no varía, la imagen de los últimos encuentros sí parece poder cambiar el viaje hasta el final de curso, a tres puntos de evitar ser el peor cuadro nazarí de la historia en Primera
La terapia de José Ramón Sandoval ha hecho finalmente efecto sobre la plantilla del Granada. El técnico ha logrado recomponer la moral del conjunto rojiblanco y, con ello, rescatar una competitividad que brillaba por su ausencia desde hacía varias semanas. Ha marcado una progresión ascendente en las últimas tres jornadas, perceptible aunque en el encuentro frente al Valencia se fuera de vacío. Sumó de tres contra el Alavés y protegió un punto en San Mamés, uno de los fortines de LaLiga, para confirmar que este equipo tiene otro rostro. No varía su destino, y tal vez le influya precisamente la liberación de no tener nada ya que perder; virtualmente es un equipo de Segunda División y lo será matemáticamente la próxima semana si pierde junto con otros resultados desfavorables de los que tiene delante, pero la dosis de confianza y optimismo que el de Humanes ha inyectado en el cuadro nazarí si parece, al menos, cambiar la manera en que viaja.
El avance ha sido gradual y, probablemente, mucho más lento de lo que Sandoval hubiera planeado a su llegada, deseoso de estrenarse con un triunfo en Cádiz que le permitiera creer en la salvación. Aun así, es notorio. De la consistencia contra el Valencia, agrietado el equipo de un mamporro, a la solvencia frente al Alavés, sanador el triunfo. Hasta llegar a Bilbao y, con la seguridad reinstaurada, encontrar la valentía para plantar cara a un Athletic campeón de Copa y aspirante a Champions. Ese planteamiento osado, unido a una pillería que Gumbau ejecutó con maestría, sorprendió a los leones, que cuando quisieron darse cuenta ya iban por debajo en el marcador. Lo de después fue un chaparrón bilbaíno, de esos que, en otros momentos del curso, han terminado con una goleada en contra del Granada, pero no fue así en esta ocasión.
Levantar el ánimo de un vestuario depresivo, en buena medida fracturado tras el paso del Cacique Medina, era la misión que en realidad se le encomendó al preparador madrileño. Una medida paliativa para tratar de evitar que el descenso fuera tan traumático como apuntaba a ser e incentivar el orgullo de unos futbolistas que, al menos una parte de ellos, conformarán el núcleo del equipo la próxima temporada. Sandoval ha logrado cambiar las sensaciones y, con ello, lo que el conjunto rojiblanco expresa sobre el terreno de juego, como si la pastilla emocional que venía a dar al plantel hubiera resultado realmente efectiva. Ha reenganchado a futbolistas que parecían desconectar y mantiene a prácticamente todos los hombres en nómina enchufados.
El máximo exponente es Lucas Boyé, que se reencontró con el gol frente al Alavés, pero en Bilbao también asomó entre los ejemplos Kamil Józwiak. El polaco firmó su mejor actuación como rojiblanco para demostrar que, tras esa primera impresión limitada en lo físico y poco determinante, es un jugador que, a tono, puede sumar mucho. Desbordó, temporizó y se entregó hasta que las piernas le dijeron basta. Recuperación interesante para la próxima campaña, atado hasta 2025. La lista es larga porque han participado casi todos bajo la batuta del técnico de Humanes, que pretende hallar en la comunión la dignidad hasta el final del curso.
En este contexto aparece en el horizonte granadinista un nuevo objetivo por el que dar el callo en lo que resta, prácticamente descartada la permanencia pese a que las matemáticas todavía no certifiquen el descenso. Con 18 puntos, 13 por debajo del corte de la salvación, se encuentra a un triunfo de mejorar al Granada de la campaña 2016/2017, histórico por lo negativo. Tres unidades para evitar ser el peor conjunto rojiblanco horizontal en Primera División. Un premio de consolación que, no obstante, no maquillaría una planificación nefasta en el seno interno del club.