Aquí no hay quien marque (0-0)
El Granada firma un empate desangelado en su regreso a la Liga, con Myrto Uzuni descansando su rebeldía en un palco de Los Cármenes
No hay quien marque en este Granada si no está Myrto Uzuni. El conjunto rojiblanco ha cosechado un empate desangelado en su regreso a la Liga, con el albanés descansando su rebeldía en un palco del estadio. No hubo goles ni tampoco fútbol, aunque sí una preocupación latente por una situación que bien podría dar para el capítulo de alguna comedia de enredo. Nadie sonríe si él no está en el campo. Tampoco el Burgos, un equipo rocoso que en algún tramo casi saca de quicio a los de casa, pero manso. El duelo, por momentos, fue un show dantesco, somnífero de caballos, llenos los bostezos con opiniones discrepantes sobre la tormenta que azota en este momento al cuadro nazarí. No es buen caldo de cultivo.
Tiene el Granada un serio problema si no logra resolver pronto lo de Uzuni. No solo por su naturaleza inofensiva si el albanés no está en la primera línea de infantería, manifiesta la falta de gol, sino porque la tesitura lo enrarece todo. El vestuario no es de piedra y se percibió resentido, aturdido por lo ocurrido y por la extrañeza de la relación en este momento con la hinchada, de opiniones enfrentadas. De la grieta abierta por el seísmo asomó poca inventiva, algo más inspirados los de franjas horizontales en el último tercio de juego porque el Burgos, dócil, les dejó crecer en el desasosiego.
Sonó el silbato de la colegiada bajo un cielo de azabache, completamente raso, pero sobre Los Cármenes hace días que reposa un nubarrón. Y, aunque todo estaba envuelto por una aparente normalidad, el mismo halo desolador que recorrió los aledaños en la previa se coló hasta el mismo césped. Los rojiblancos se sabían romos, además de diezmados, y pretendieron la calma, con y sin el esférico, si bien la tensión les agarrotaba. Apenas el balón empezó a rodar, se desvelaron apáticos, descentrados, distraídos, como convalecientes de un mal de amores. Alguna pierna temblaba y las ideas se escapaban. La cabeza estaba en otro lado. El Burgos no salió mejor, obtuso y agazapado, temeroso en su mitad de campo. Tan solo proponía alguna tímida aventura al galope, sin fuelle ni claridad para generar peligro. Pipa sí cargó el cañón, desde muy lejos a la salida de un córner, sin puntería para animar la contienda.
Miguel Rubio se elevó por encima de todos cuando un murmullo ya se paseaba por cada sector del estadio, en una falta escorada, pero forzado para dirigir el frentazo. De repente, un chasquido resonó en la grada, la fractura en una afición dividida. Desde uno de los fondos, brotó un grito: "¡Uzuni, quédate!". La respuesta del resto del respetable, un concierto de viento. Traumático para todos. Los de Escribá, entre tanto, intentaban encontrarse, pero les devoraba la niebla tras la divisoria y el ataque a distancia se convirtió en la única forma factible de abordar a su adversario. Se revolvió en una baldosa Tsitaishvili, en apariencia el único motivado para jugar, y golpeó a ras de hierba, sin problemas para Ander Cantero. Después envenenó una cabalgada, caño incluido, para forzar una falta. Pablo Sáenz olfateó el rechace, pero lo puso en órbita. El espectáculo anestesiaba.
Desde la trinchera burgalesa voló un melón que Edu Espiau bajó con frac. Recortó con elegancia para esquivar dos guadañas rojiblancas y disparó inmediatamente después como un alevín, directo a la bolsa de Zidane. Los de casa, entretanto, continuaban colgando balones, como si la imaginación siguiera de vacaciones. Uno de los que fue a la olla, en otra acción de estrategia, fue desviado por Aitor Córdoba hacia su propia meta en el forcejeo con Miguel Rubio. Disparo amigo, pero con balas de fogueo, porque Loïc Williams, que a juicio de la colegiada había estorbado lo justo, estaba adelantado. Dudoso. El sector de animación volvió a manifestar su amor por Uzuni, nuevamente enfrentado por un odio sonoro que rompió Pablo Sénz, con un disparo rebotado a las manoplas de Cantero.
Las musas siguieron sin bajarse en la estación de Los Cármenes a la vuelta de los vestuarios, pero la tensión tornó en nerviosismo y, con ello, la cosa se agitó. El exrojiblanco Dani Ojeda cruzó mucho un tiro desde el balcón del área, poco antes de que la musculatura de Marcelo Expósito colapsara. Respondió el Granada con una acción de billar. Rompió líneas Rubén Sánchez y Reinier puso la bola sobre el tapete. Punteó Weissman, con ánimo de asistir, y Ricard, algo esquinado, culminó al lateral. Gonzalo Villar se cansó de pasar desapercibido y empezó a pedir protagonismo. A sus órdenes, se desplegaron los rojiblancos, en un intento de tomar posesión de tierras burgalesas, pero el sistema cortocircuitaba una y otra vez.
Escribá reclutó a Lucas Boyé, de vuelta tras su lesión, pero quien apareció en el corazón del área fue Edu Espiau. Se escabulló Pipa por la cal hasta llegar al límite del campo y asestó atrás uno de esos pases que provocan hemorragias. El ariete metió la puntera, pero Zidane respondió ágil. Después sí emergió el punta argentino, en otra curva de Tsitaishvili a balón parado. El delantero peinó el envío con el flequillo y más de un hincha juraría haberlo visto entrar o que en las mallas debía de haber algún agujero. Cazó más adelante un servicio de Ricard, demasiado exigido en el remate con la zurda.
Los minutos se consumieron lentos en un arreón rojiblanco, notorias las intenciones de los de casa de llevarse los puntos, pero también su inoperancia. Los de Ramis se entretuvieron con el cronómetro y barajando las cartas amarillas con las que iban llenando su mano, al tiempo que Huerta de Aza ganaba detractores. Tsitaishvili, harto de una circulación estéril, soltó un latigazo arriba. Borja Sánchez castigó las palmas de Zidane en una falta y Sergio Ruiz salió echando chispas en el contraataque. Buscó a Weissman, pero encontró al extremo georgiano, a quien Cantero le birló la billetera cuando intentó driblarle. Morante soltó otro zurriagazo y Escribá depositó su confianza en el descaro de Samu Cortés, activo en su debut. No fue suficiente. Este equipo no tiene filo sin Myrto. Ni tampoco ánimo.
Ficha técnica:
Granada CF: Luca Zidane; Ricard, Miguel Rubio, Loïc Williams, Rubén Sánchez; Sergio Ruiz, Gonzalo Villar; Giorgi Tsitaishvili (Samu Cortés, 89’), Reinier (Kamil Józwiak, 77’), Pablo Sáenz (Lucas Boyé, 60’); y Shon Weissman.
Burgos CF: Ander Cantero; Pipa, David López, Aitor Córdoba, Florian Miguel; Miguel Atienza, Marcelo Expósito (Iván Morante, 49’); Dani Ojeda (Mario Cantero, 81’), Curro Sánchez (Arroyo, 81’), Cordoba (Fer Niño, 75’); y Edu Espiau (Borja Sánchez, 81’).
Árbitro: Marta Huerta de Aza, del comité tinerfeño. Amonestó a los locales Giorgi Tsitaishvili y Loïc Williams, así como a los visitantes Edu Espiau, Cordoba, Morante. Atienza, Fer Niño, Arroyo y Pipa.
Incidencias: Encuentro correspondiente a la 22ª jornada de Liga en Segunda División, disputado en el estadio Nuevo Los Cármenes, ante 13.758 espectadores.
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