Granada y Cádiz se pegan, pero no se lastiman (0-0)
El conjunto rojiblanco domina sin hacer un rasguño al cuadro dirigido por Paco López, que rasca un punto en su regreso a Los Cármenes
Los agentes de la Policía Local bien podrían haber aparecido este sábado por el césped de Los Cármenes, enfrascados Granada y Cádiz en una pelea callejera, pero tal vez si no lo hicieron fue porque no lograron lastimarse. Patadas, codazos, empujones, algún pellizco cuando no miraba el colegiado… Todo fue una reyerta, pero sin heridos. No porque los dos amigos que dirigían a los contendientes, Fran Escribá y Paco López, pretendieran no hacer daño al oponente, que lo intentaron. Más bien, debieron de llevarse a la gresca armas de juguete, de esas que no pinchan. Fueron mejores los de casa, que vuelven a navegar bien protegidos, pero no hicieron ni un rasguño al cuadro amarillo por débil que pareció, por primera vez sin marcar en lo que va de curso. Al final, reparto de puntos que, probablemente, sepa mejor a los visitantes.
Decretado el comienzo, el estadio tornó en coliseo y empezaron a saltar chispas, emparejados los gladiadores en idéntica disposición para un juego bronco. Ni un internacional en la mano rojiblanca, barajada como no acostumbra a hacer Escribá, con espadas nuevas para batirse en duelo. Saltaron los habituales en el momento en que mejor se siente este equipo, pero no hubo esta vez quien se vistiera de Máximo Décimo Meridio. Ni siquiera Uzuni. Paco López, que conoce bien las fortalezas y debilidades del Granada, juntó al veterano Fali con el eléctrico Rodelas, enfrentadas la picaresca de la veteranía y el descaro de la juventud. No tardó el de Alhendín, que fue el mejor, en inyectar veneno con parábolas aterciopeladas, dominadores los de franjas horizontales. En ataque, el que fuera técnico rojiblanco pretendió cargar por el flanco izquierdo, siempre en busca de la pradera a la espalda de Ricard, pero su Cádiz, sin embargo, apenas logró mostrar ráfagas de talento en alguna desatención local en tramos desbocados.
Los nazaríes se fueron desplegando sobre el verde con brío, entre roces y tarascadas. Ricard y Rodelas lanzaban un dardo tras otro, sin aliados que los pusieran en el centro de la diana. Gonzalo Villar enroscó una falta por fuera de la barrera, directo a la pared exterior de la red. El bando amarillo intentó escapar del sometimiento en un par de galopadas de Ocampo, precipitado en sus intentonas. De repente, a la grada se le escapó un grito de gol, interrumpida la alegría al comprobar que el zapatazo del lateral diestro del Granada había acariciado las mallas sin pasar entre los palos, astuto Reinier en la asistencia con la coronilla. Al poco, otro alarido contenido en el respetable. Ahora fue el agitador canterano quien, tras una acción cultivada en la probeta desde la esquina, disparó el misil con dirección a la escuadra, desviado por poco para producir otra ilusión óptica.
El ambiente se iba caldeando entre tanto. En cada pugna, una caricia; sin balón, recuerdos para los familiares de todo el mundo. Una refriega a cada minuto más caliente, en la que los de Paco López se crecieron. Ontiveros empezó a frotar la lámpara, seguro Mariño en un zurriagazo desde la casa del extremo. Brau le robó después el gol a servicio de Carlos Fernández, que no fue ni la sombra del mágico delantero que enseñó al Granada el camino de Europa. Rodelas dibujó otro centro armónico que Weissman no logró concretar al primer toque y la discusión pasó de las palabras. Arcediano Monescillos sacó a pasear las cartulinas, enfrascada ya hasta la hinchada en el rifirrafe. Tras una tangana, Matos empalmó un zurdazo arriba. Después de otro tumulto, Ocampo forzó la estirada del meta granadinista, justo al borde del descanso.
El Granada no se había descompuesto aun con las pulsaciones disparadas, con lo que regresó de los vestuarios con la sensación de que podría amarrar los puntos a poco que afinara arriba, espumoso desde la reanudación. Lo intentó otra vez Chiqui nada más volver, de nuevo al lateral de la red, y seguidamente combó su enésima entrega en el choque, inocente el frentazo de Reinier. Para entonces, Fali ya había asumido que iba a soñar un par de noches con el joven granadino, un incordio incansable. Se descolgó después Weissman por la otra orilla para hacer de asistente, forzado Diao cuando fue a picar. Mucho más clara fue la siguiente que tuvo ‘la cobra’, que no pudo ajustar el disparo cuando se vio solo y perfilado en el área frente a David Gil. Al catalán todavía le sienta mejor el traje de revulsivo.
Lo contemplaban todo desde la banda Uzuni y Tsitaishvili, que de inmediato recibieron la llamada de Escribá, pero en lo que se preparaba el relevo, el partido se rompió. Roger levantó por encima de Mariño un balón llovido, rápido Miguel Rubio para escupir bajo palos, y Weissman marró un contragolpe con Rodelas y Siren Diao en mejor situación para ajusticiar. Saltaron los internacionales, y con ellos Oscar Naasei porque Insua se sintió mareado. El que seguía enseñando el aguijón, sin embargo, era Rodelas, una fuente inagotable de optimismo. El Cádiz, mientras, se protegía como gato panza arriba, aunque en murmullos intermitentes se prodigaba en inquietantes ataques relámpago. Fali, que se conoce al dedillo todo el repertorio de artimañas de la old school, rascaba tantos segundos como podía, desquiciada la hinchada.
Tsitaishvili hizo saltar a todos de sus asientos por tercera vez en el encuentro, a la madera su rosca con el interior y Escribá ajustó el centro del campo con Hongla, con ánimo de que no se le partiera el bloque. Paco López fue a por el gol con Chris Ramos, Rubén Sobrino y Melendo, toda la artillería que le quedaba en la despensa. La cita se consumía como un cigarro en un cenicero y el nerviosismo empezó a recorrer las venas del Granada. A Rodelas se le fue una ocasión manifiesta justo antes de ceder su sitio a Pablo Sáenz, ya cuando el encuentro se había adentrado en la zona de confort rojiblanca. No hubo esta vez, sin embargo, un golpe que noqueara al adversario sobre la bocina. El alargue se esfumó en un abrir y cerrar de ojos. Lo intentó Uzuni, con los nazaríes volcados, pero no dio. Procrastinar no siempre sale bien.
Ficha técnica:
Granada CF: Diego Mariño; Ricard, Miguel Rubio, Pablo Insua (Oscar Naasei, 63’), Miguel Ángel Brau; Reinier (Tsitaishvili, 63’), Gonzalo Villar (Martin Hongla, 75’), Sergio Ruiz, Rodelas (Pablo Sáenz, 85’); Siren Diao (Uzuni, 63’) y Weissman.
Cádiz CF: David Gil; Fali, Víctor Chust, Kovacevic, José Matos; Brian Ocampo (Melendo, 77’), Escalante, Fede San Emeterio (Álex Fernández, 82’), Ontiveros (Iván Alejo, 70’); Carlos Fernández (Rubén Sobrino, 82’) y Roger Martí (Chris Ramos, 77’).
Árbitro: Dámaso Arcediano Monescillo, del comité castellanomanchego. Amonestó a los locales Reinier, Miguel Rubio, Brau y Hongla, así como a los visitantes Ontiveros, San Emeterio y Fali.
Incidencias: Encuentro correspondiente a la 16ª jornada de Liga en Segunda División, disputado en el estadio Nuevo Los Cármenes ante 17.704 espectadores. Antes del partido, Myrto Uzuni recibió una camiseta enmarcada conmemorativa de sus 100 partidos oficiales con el Granada. Después, se guardó un minuto de silencio en memoria de las víctimas de la violencia de género, con motivo del Día Internacional para la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, que se celebra el próximo 25 de noviembre.
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