Leicy Santos agua la fiesta en Los Cármenes (0-1)
El Granada Femenino cae con honor ante el Atlético de Madrid en un encuentro vibrante que marca récord de asistencia al estadio
La fiesta del fútbol femenino en Los Cármenes iba camino de tornar en machada, pero apareció Leicy Santos, indetectable en el área, para aguarla. El tanto de la colombiana pasada la hora de partido ha derribado el muro que hasta entonces había sostenido el Granada con todo el honor que le falta al resto del club. Tras el descanso, incluso, inoculó el miedo en un Atlético que aspira a Champions, pero la precisa intervención de su técnico apagó la llamarada granadinista. Resolvió un encuentro vibrante que, más allá de lo deportivo, marca récord de asistencia al estadio.
El duelo tuvo todo para el disfrute de los 8.500 granadinistas en la grada: sol, fútbol desenfadado y un equipo que dignifica el escudo local. Roger Lamesa planteó un encuentro sólido, sin cuestionar la posesión al Atlético, pero con la mirada de sus jugadoras inyectada en sangre. Pretendieron marcar territorio de inicio con envites que amedrentaran a su adversario, veloces cuando la pelota pasara a su poder, aunque la insistencia colchonera terminó por enjaularlas. Las rojiblancas horizontales, aun agazapadas, no le perdieron la cara en ningún momento al partido. Apretaron los dientes durante el primer acto y tras el intermedio se rebelaron. Manolo Cano vio que la cosa se le descontrolaba e introdujo el bisturí en el momento justo. El Granada no se vino abajo y cargó el área, pero se quedó sin más premio que el cariño de su hinchada.
No tardó demasiado el Atleti en mostrar el colmillo, veloz e incisivo por ambos carriles. Se escapó Sheila Guijarro hasta que Sandra, expeditiva, le cerró el paso. Después salvó Postigo bajo palos cuando Gaby logró encauzar tras varios tiros encasquillados en la zona de castigo. Afinó más Ludmila tras una falta, certero su remate frente a la meta, pero el banderín acarició el cielo a pesar de que Gaste se había quedado descolgada en el área. Habrían venido bien las líneas para comprobar la posición de la atacante. Las de casa suspiraban, con su juego orbitando alrededor de Alicia Redondo.
El campo se fue desnivelando más con el paso de los minutos, heroica Sandra. Se cruzó bien ante una penetración de Eva Navarro y desvió con la mirada un cabezazo posterior de Ana Vitória en un córner. Luego se alió con la madera para, como si hubiera lanzado un conjuro a la meta, desesperar a Ludmila. Se internó con potencia, orientó el golpeo y se topó con la cruceta -aviso de spoiler: solo era el primer palo-. El Granada resistía con entereza y la premisa de salir echando chispas en cuanto hubiera la ocasión. La olfateó Ornella en un cortocircuito atlético y golpeó con violencia, pero la mirilla estaba desviada. Respondieron las madrileñas con una incursión por el fondo, elástica Marta para estirar la gadgetopierna y acabar con el peligro.
El tiempo de descanso lo marcó Ludmila, de cabeza en esta ocasión, al rematar una falta que lamió la parte alta del travesaño. El conjunto de Roger Lamesa salió indemne pese al asedio colchonero y el técnico urdió la trampa. Introdujo a Edna, revulsiva, para darle al guion una vuelta que sorprendiera a su adversario. Fue como agitar una bebida gaseosa. Las rojiblancas desafiaron al coco, que salió sin rasguños de un barullo en las dependencias de Lola Gallardo. Lauri cazó seguidamente una pelota que reclamaba propietario y, con el corazón de las más de 8.000 personas en la grada, soltó un latigazo que debió de agrietar el larguero.
Un sonoro "¡sí se puede!" propagó el entusiasmo en los asientos y el temor en el bando atlético. Alicia Redondo marcaba el tempo y el conjunto madrileño se descomponía. Actuó Manolo Cano como si hubiera detectado en la fórmula el fallo matemático. De inmediato aplacó la rebelión nazarí. Boe Risa, que acababa de saltar, estiró el campo hasta sus confines y danzó sobre la cal como una funambulista. Sorprendió con un golpeo a puerta sin ángulo que alejó la madera, pero el rechace se convirtió en una asistencia mortal para Leicy Santos, que había adivinado dónde caería el rebote. Las de casa se volcaron y poblaron el área de Lola Gallardo, afilada Laura Pérez por el costado, pero no hubo acierto. Tiró Edna a las nubes y Ornella, después, empalmó un centro armónico que palmeó la guardameta para poner a buen recaudo los puntos. El Granada hincó la rodilla, pero de nuevo con nobleza. Se queda, eso sí, con una marca de asistencia para la posteridad. Probablemente, un botín más valioso que el deportivo.