El Granada frena en seco (1-2)
El conjunto rojiblanco pierde ante un férreo Levante, que encaminó el triunfo antes del descanso, y pone fin a su racha victoriosa
El Granada frena en seco cuando iba lanzado. El conjunto rojiblanco se disponía ante su afición a meter la quinta marcha y alcanzar la velocidad de crucero, pero no vio que por la derecha le pasaba a todo trapo el Levante, un equipo férreo y punzante. El cuadro granota ha asaltado Los Cármenes para poner fin a la racha granadinista, que se queda en cuatro triunfos y una sexta plaza. En un despiste se adelantó Korochashvili y, más tarde, Pablo Martínez se aprovechó de un truco del ilusionista Morales. Ricard recortó distancias en un envite impetuoso tras el intermedio que, sin embargo, no dio para la remontada, desviada la mirilla en la gélida noche del Zaidín. No hubo en este duelo puntos al final del alargue, como en otras citas. Para cuando llegó la tablilla, iban ya en la maleta de Calero.
No fue la derrota como las anteriores en Los Cármenes, que en este curso, como Hogwarts en la saga Harry Potter, no es un lugar seguro a pesar de la notoria mejora rojiblanca. El equipo ahora no se deja ir ni deambula sobre el verde como una peña en cualquier cancha municipal, sino que juega, aprieta y lo intenta. Lo que tiene la Segunda División es que no hay líder que arrase en cada jornada ni rival incapaz de asaltar cualquier estadio, y el Levante no permitió en esta ocasión que el Granada llegara con vida al descuento, su zona de confort. Ajustició en dos estocadas tempranas y luego supo gestionar el nerviosismo del cuadro granadinista, que se fue al combate con las armas de juguete. El cuadro de Escribá vendió cara su piel, pero no pudo rascar nada esta vez.
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Los púgiles parecieron entumecidos en el arranque, como agarrotados por el frío que, sin previo aviso y con ‘malafollá’, ya ha llegado a Granada. Los de Calero intentaron salir disparados, tal vez para entrar en calor cuanto antes, e Iván Romero se infiltró entre centrales con intenciones goleadoras, pero Oscar le rebasó como un avión en el robo. "Por tu izquierda", pareció decirle el debutante en lo que le rebañaba el esférico, al más puro estilo del Capitán América. El ímpetu del canterano espoleó una internada de Brau, habilitado por Uzuni, que Andrés Fernández abortó en semifallo. Después Boyé se pidió una falta que estampó en el muro granota y, tras un envío musical de Ricard, templó el esférico con la testa, más que dirigirlo hacia los palos en otra ocasión casi seguida. Un planteamiento prometedor, buen cebo para que el espectador no viera venir el giro de guion. Tampoco los de franjas lo vieron.
El Levante adelantó líneas y, casi sin saber cómo, los rojiblancos se vieron más asfixiados que Holloway en el octágono frente a Topuria. Las tropas granotas empezaron a bombardear las dependencias de Mariño desde la esquina, empequeñecidos los de casa. Pablo Martínez deslizó el gol en bandeja desde la cal, sin aliado que se lo echara a la boca, y Oriol Rey combó un envío que Kochorashvili no logró mandar a guardar, más avispado que Oscar. En el territorio nazarí se iban acumulando hombres de gris, en superioridad en cada zona, mientras a los de Escribá se le congelaban las ideas. Tsitaishvili se escapó al toque de corneta y detectó el movimiento de Uzuni para embocar, felino Andrés Fernández para escupir el peligro. Una raya en el agua; los visitantes habían clavado su bandera más allá de la divisoria y el compatriota de Giorgi en las filas levantinistas, también tocayo, se quería sacar la espina.
En el enésimo córner de los de Calero, los rojiblancos debieron de pincharse con una rueca encantada que les sumió en un sueño profundo, petrificados en el área. Carlos Álvarez se percató del letargo y, pícaro, movió rápido para Korochashvili, que podría haber montado una tienda de campaña sin vecinos que le molestaran a varios metros. Se orientó sobre Villar y, antes de que Pablo Sáenz se le echara encima, fustigó por abajo. El golpe en el pómulo del Granada casi se pudo sentir en el gélido rostro de cada hincha que decidió ir al campo. A los de Escribá les embargó la ansiedad. Ricard empezó a escurrirse entre la maraña levantinista, bien plantada en su trinchera, pero sin hallar una frente amiga. Villar golpeó desde lejos, desviado por un zaguero, y Tsitaishvili intentó el olímpico, ágil Andrés para palmear. Ahora el ataque aéreo llovía sobre el otro fondo, donde parecía desplegada la Cúpula de Hierro.
El conjunto granota apretaba los dientes sin perder el orden y con paciencia cuando lograba el balón, hasta que logró desquiciar a su oponente. "En ocasiones, veo huecos", debió de exclamar Morales, que frotó la lámpara para inventar un pase que hizo trizas a la zaga rojiblanca. Se coló Pablo Martínez, jeringuilla en mano, e inyectó el miedo en cada uno de los nazaríes con un zurdazo. El Granada se agobió, incapaz de encender la bombilla, y trató de acelerarlo todo, como el alumno que intenta estudiar todo el temario el día antes del examen. Uzuni se entretuvo para finalizar un contragolpe y Ricard siguió lanzando centros como dardos. Iván Romero se lió en una galopada, indulgente para que su rival llegara vivo al descanso.
Escribá echó mano de su pizarra y rescató el rombo de Castalia, con Reinier en el verde, aunque fue Carlos Álvarez quien puso de nuevo el aviso sobre la meta de Mariño, sin dificultad para embolsar la bola. Fue despertador para los locales, que se fueron asentando tras la divisoria. El recién incorporado peinó con el flequillo una banana de Pablo Sáenz y, después, Ricard perfundió esperanza. Combinó con Villar, que se la devolvió en el área, y descargó para el remate furioso de Reinier. El pelotazo impactó en Andrés, que no tuvo opción de retenerlo, y el lateral rojiblanco apareció con los ojos inyectados en sangre para hundir el puñal.
El Granada se descubrió el pecho y fue con todo a por su adversario, un témpano de hielo imperturbable. Boyé remató a las nubes el envío de Gonzalo Villar tras un bote neutral y Mariño hizo la parada de cada semana para evitar la sentencia en un contragolpe que malogró Iván Romero. Escribá detectó una grieta en el perfil diestro y llamó a filas tanto a Trigueros como a Rubén Sánchez, pero Calero también empezó a protegerse como un armadillo ante el peligro. No hubo más rastro de los arietes rojiblancos, inadvertido Uzuni pese a que en el intermedio buscó las botas de los goles. El Levante jugó con el crono y cerró la cremallera del bolsillo, a buen recaudo los puntos, aunque incluso pudo hacer más sangre. Al conjunto rojiblanco se le encasquilló la caja de cambios cuando ya quería levantar el pie del embrague. Tendrá que volver a acelerar.
Ficha técnica:
Granada CF: Diego Mariño; Ricard (Rubén Sánchez, 70’), Miguel Rubio, Oscar Naasei, Miguel Ángel Brau; Tsitaishvili, Martin Hongla, Gonzalo Villar (Manu Trigueros, 70’), Pablo Sáenz (Theo Corbeanu, 82’); Myrto Uzuni y Lucas Boyé (Siren Diao, 86’).
Levante UD: Andrés Fernández; Andrés García, Elgezabal, Dela, Marcos Navarro (Xavi Grande, 90’); Kochorashvili, Oriol Rey; Carlos Álvarez (Fabrício, 71’), Pablo Martínez (Sergio Lozano, 71’), Morales (Clemente, 81’); e Iván Romero (Espí, 90’).
Goles: 0-1: Korochashvili, min. 18; 0-2: Pablo Martínez, min. 31; 1-2: Ricard, min. 58.
Árbitro: Palencia Caballero, del comité vasco. Amonestó al local Hongla.
Incidencias: Encuentro correspondiente a la 12ª jornada de Liga en Segunda División, disputado en el estadio Nuevo Los Cármenes, ante 12.781 espectadores.