Tres relámpagos más en la tormenta rojiblanca (3-1)
El Granada pierde con contundencia frente al Levante en un encuentro que exhibe nuevamente su falta de gol y desconexiones letales
A la tormenta que originó la marcha de Myrto Uzuni todavía le quedaban tres relámpagos más, que fulminaron al Granada en su visita al Ciutat de Valencia. El conjunto rojiblanco no tiene gol, pero sí carencias añadidas y desconexiones graves que le cuestan puntos. El Levante no tuvo piedad y devoró a su rival sin despeinarse, para hurgar más en la herida abierta con la salida del artillero nazarí y cuestionar las aspiraciones del equipo de Fran Escribá. Lo puso por delante Roger Brugué en una desatención de Miguel Rubio y Lucas Boyé igualó tras el descanso, perfusión de moral para el argentino ahora que su mejor versión es más necesaria que nunca. Pero a partir de ahí, el equipo se desintegró. Falló Gonzalo Villar y lo castigó Algobia, asistente de Kochorashvili ya en el descuento. Los visitantes lo intentaron en ráfagas, pero las balas iban ya en una maleta camino de Austin. Panorama tétrico si no se interviene con presteza.
El Levante no necesitó demasiado para destripar a su presa. Le bastó con tener paciencia y esperar a que el sistema rojiblanco colapsara por sus propias flaquezas, que atañen mucho más que el gol. El Granada salió con prisa, como si tuviera miedo de que las dudas pudieran embargarle si no resolvía pronto la faena, y los minutos no hicieron más que fundamentar el temor. Trató desde el inicio de trazar una conexión sin escalas con Lucas Boyé, que venteaba en el área y porfiaba fuera, pero la misión hizo parecer más sencillo llegar a Madrid en un AVE directo desde la ciudad de la Alhambra. Tsitaishvili y Brau comenzaron a facturar paquetes desde los flancos, casi siempre sin destinatario. Villar impactó mordido y el georgiano estrelló un tiro en un zaguero. Mero fogueo.
Los de Julián Calero no desesperaron, tampoco incómodos pese a la posesión nazarí, y olieron el momento exacto en el que su adversario bajó la guardia, esclavo de su apatía. Miguel Rubio salió de su zona para contener una aventura con poco futuro de Iván Romero y cargarse, de paso, con una amarilla temprana que le impedirá jugar la semana que viene. Después emprendió una carrera que solo le dio para llegar a tiempo a la foto del gol. Carlos Álvarez aguantó un balón anodino en la divisoria y lo cedió a Oriol Rey, que levantó el periscopio para divisar a Roger Brugué, enfundado en el plumaje del Correcaminos. Tiraron líneas, pero en el VAR, como si tuvieran echando horas extra a la muñeca de El juego del calamar, cazaron al central del Granada descolgado. Luz verde al sprint y al gol. El delantero se plantó ante Luca Zidane y bajó a cero las pulsaciones.
El sopapo no tumbó al Granada, pero sí lo dejó atolondrado, demasiado meloso en la circulación y sin maldad para culminar. Ricard soltó un latigazo arriba, casi con tanta potencia como la que Reinier imprimió en un pelotazo a Józwiak que benefició a Iván Romero, egoísta en la definición. Mallo Fernández lo detuvo todo de repente, advertido de una presunta infracción por el pinganillo, aunque la repetición canceló la invitación a pitar penalti por mano de Sergio Ruiz. El Levante no se amedrentaba por el toque eterno de los rojiblancos, sino que crecía en transiciones malévolas que morían en la orilla. En la otra costa, a Reinier se le atragantó un caracoleo tras ser habilitado con maestría por Boyé.
Aquello fue ya al borde del intermedio, pero a los de Fran Escribá se les hizo eterno lo que quedaba, necesitados del avituallamiento y de un reseteo. A Miguel Rubio se le debió de venir a la cabeza que habían pasado las fiestas y regaló a Carlos Álvarez un pase horrible que buscaba a Loïc Williams. El atacante corrió como una gacela y envolvió el gol para Iván Romero, felino Zidane para que los suyos llegaran a la pausa con vida, aunque regresaron todavía temblorosos.
El Levante mantenía su inercia y no dejaba de correr. En estas, Diego Pampín, al impulso de una corazonada, penetró como un puñal. Armó el tiro y Zidane le negó el gol con un frentazo que sonó a pistoletazo de salida. Brau entregó el testigo a Józwiak, que continuó dando zancadas por su calle hasta que Reinier se adentró inadvertido en el área. El brasileño, casi por intuición, localizó a Lucas Boyé allí donde habitan los delanteros y el ariete la mandó a guardar. Una diana terapéutica para el argentino, inyección de moral en el Granada.
Los rojiblancos hostigaron en el subidón, con Tsitaishvili aguijoneando, pero todo quedó en otra exhibición de su inofensividad. La frustración derivó en descomposición, autodestructivo una vez más el cuadro nazarí. Gonzalo Villar sufrió un ataque de narcolepsia y Roger Brugué le robó hasta la cartera. Carlos Álvarez sacó la varita y la agitó para elevar la bola con sutileza en una asistencia a Algobia, que acababa de entrar al campo. El mediocentro le pegó con violencia, inalcanzable para la estirada del meta granadinista. Ahí sí sintieron los de Escribá que se les fracturaba la mandíbula.
El técnico remezcló sus cartas y puso sobre el tapete todos sus recursos, sin demasiada pólvora. Tsitaishvili continuó prolongando envíos y en uno, ya con el tiempo cumplido, Kochorashvili despejó a la media luna antes de ser arrollado por Miguel Rubio, que estaba en todos los fregados. Lo capturó Reinier, que ajustó un remate con precisión láser, pero la acción fue invalidada antes de que el esférico acariciara la red. Los rojiblancos siguieron buscando la fortuna con más corazón que fútbol, hasta que en el alargue se les consumió la poca vida que tenían.
Miguel Rubio, otra vez de por medio, convirtió el despeje de un saque de banda en un pase aseado para Algobia, que de inmediato hizo entrega del presente a Kochorashvili. El georgiano se escoró en busca de la grieta y filtró un pase a la red que iluminó el cielo del Ciutat de Valencia. El tercer rayo, acompañado de un estruendo en Granada que deja un poso de preocupación en torno al conjunto rojiblanco. Al equipo le urge que Tognozzi aparezca con la cesta de la compra bien cargada.
Ficha técnica:
Levante UD: Andrés Fernández; Xavi Grande (Jorge Cabello, 66'), Elgezabal, Dela, Diego Pampín; Kochorashvili, Oriol Rey; Roger Brugué (Morales, 80'), Pablo Martínez (Sergio Lozano, 66'), Carlos Álvarez (Carlos Espí, 87'); e Iván Romero (Algobia, 66').
Granada CF: Luca Zidane; Ricard, Miguel Rubio, Loïc Williams, Miguel Ángel Brau (Pablo Sáenz, 84'); Sergio Ruiz, Gonzalo Villar (Manu Trigueros, 77'); Giorgi Tsitaishvili, Reinier, Kamil Józwiak (Shon Weissman, 77'); y Lucas Boyé.
Goles: 1-0: Roger Brugué, min. 21; 1-1: Lucas Boyé, min. 58; 2-1: Algobia, min. 72; 3-1: Kochorashvili, min. 90+5.
Árbitro: Eder Mallo Fernández, del comité castellanoleonés. Amonestó a los locales Andrés Fernández, Kochorashvili y Dela, así como a los visitantes Miguel Rubio, Loïc Williams, Sergio Ruiz y Manu Trigueros. Tras el partido, amonestó al entrenador visitante, Fran Escribá.
Incidencias: Encuentro correspondiente a la 23ª jornada de Liga en Segunda División, disputado en el estadio Ciutat de Valencia, ante 14.377 espectadores.
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