La marcha del entrenador de la normalidad
La segunda etapa de Aitor Karanka al frente del Granada concluye tras la derrota en Oviedo, y con ella muere el proyecto iniciado por el vitoriano
El proyecto iniciado por Aitor Karanka en el Granada tras el descenso rojiblanco a Segunda División ya es historia. Finalizó este martes, de forma abrupta tras algo más de 48 horas de reflexión posterior a la derrota en Oviedo. El Carlos Tartiere, donde naufragó José Luis Oltra, vuelve a ser la orilla en la que encalla el barco nazarí. El entrenador de la normalidad se marcha sin poder terminar una temporada en Los Cármenes pese haber trabajado durante dos cursos en el feudo del Zaidín. El primero concluyó con el descenso, casi inevitable cuando llegó y escurridizo cuando lo tuvo en la mano; el segundo, ya en la categoría de plata, acaba tras la disputa un tercio de competición con el equipo a tres puntos de la promoción y cinco por debajo de los dos puestos de ascenso directo.
Karanka recogió por primera vez al Granada en las postrimerías de la pasada campaña, después de que Rubén Torrecilla, que relevó a Robert Moreno, fuera sustituido tras ser goleado por el Levante. Por delante, seis jornadas para salvar a un equipo que, con 29 puntos, marcaba el corte del descenso. Desde su primera intervención, el entrenador aseguró haber detectado "ansiedad" en cada estrato de la entidad nazarí. Imprimió normalidad y tranquilidad, algo que la hinchada echaba en falta.
La llegada del técnico vitoriano impulsó al conjunto rojiblanco hasta acariciar la salvación, en la mano durante las dos últimas fechas de Liga. Se escapó en un último encuentro, frente al Espanyol, en el que un penalti errado por Jorge Molina pudo cambiar el destino nazarí. El Granada perdió la categoría y, con ello, se desencadenó un terremoto que hizo temblar toda la estructura del club. La cúpula entera fue reformada, tras lo que hubo un tiempo de análisis y meditación acerca de quién llevaría el equipo en Segunda. Nico Rodríguez, nuevo director deportivo, quiso escuchar la idea de Karanka, en quien confió un proyecto naciente.
"Cuando llegué, me disteis esta camiseta y me hicisteis sentir uno más. Estos son nuestros colores. Por eso, mi compromiso con vosotros sigue intacto. Seguimos. Todos juntos, como el primer día", expuso el preparador en el momento en el que su retorno fue confirmado, en el inicio de un largo verano. La plantilla fue profundamente renovada, pero los fichajes tardaron en llegar. Karanka tuvo un papel fundamental en la confección del plantel, clave para la incorporación de algunos jugadores, a quienes convenció para que se unieran al proyecto granadinista. El grupo despertó ilusión, en especial tras un arranque inmaculado en las tres primeras jornadas de Liga. Sin embargo, los problemas llegaron cuando el equipo tuvo que encadenar dos salidas consecutivas, como anticipo de la inercia como visitante que acabaría adquiriendo.
El fútbol no fluía en los rojiblancos y el peligro llegaba con cuentagotas, mientras los malos resultados a domicilio se iban acumulando. El empate a cero frente al Huesca marcó un primer punto de inflexión. Fue la primera vez que el técnico caminó sobre el alambre. Entonces, una parte de la directiva del Granada ya abogó por su destitución, pero se le otorgó margen ante la división existente acerca del futuro del preparador. Perdió respaldo y sus apoyos fueron disminuyendo con el paso de las jornadas. El problema lejos de Los Cármenes se convirtió en una losa demasiado pesada, que terminó por hundir la nave cuando la sequía goleadora llegó también al Zaidín.
Una bochornosa derrota en Oviedo fue su punto final. Karanka, cercano con la afición e integrado en la ciudad, no había perdido la fe en el proyecto, pero sí la confianza de la directiva. Ahora sí había consenso. El club ha meditado la decisión desde el final del encuentro, aun sondeando desde entonces alternativas en el banquillo, y ha concluido que el equipo requería la marcha del técnico. Deja un balance de ocho victorias, siete empates y seis derrotas en 21 encuentros, entre sus dos etapas consecutivas en Granada. A su favor, una solidez defensiva histórica, guarismos que en cursos anteriores dieron para alcanzar el playoff y la mejora individual de algunos efectivos. En su contra, un juego con frecuencia denso, un historia a domicilio nefasto y una dificultad tremenda para ocasionar peligro. Llegó de Inglaterra con fama de aburrido; la terminó confirmando.