Castigo a la racanería (1-0)
El Granada pierde frente al Racing de Santander con un planteamiento temeroso y, con ello, deja escapar otra oportunidad de ser líder de Segunda División
La racanería con que el Granada afrontó su visita a Santander recibió castigo. El conjunto rojiblanco, que parece sufrir una suerte de vértigo, ha desperdiciado otra oportunidad de asaltar el liderato de Segunda División. Tal vez sea ese miedo a las alturas lo que en realidad argumente la versión grisácea del cuadro nazarí cuando coge un avión, trauma de nuevo desbloqueado. En este último viaje, temeroso, Paco López se protegió en exceso y el equipo se quedó sin imaginación, inoperante en la faceta ofensiva, incapaz de inquietar a un Racing que, con más corazón que los de franjas horizontales, acaricia la permanencia. Anotó Baturina al inicio del segundo acto y no hubo reacción del combinado visitante, que apenas firmó el acta de asistencia. Un esperpento, otro más. En otra temporada, seguramente demasiados para sostener sus aspiraciones.
Más de uno se sobresaltó en casa cuando supo de la alineación rojiblanca, a medio camino entre el espanto y el cabreo, vertidas opiniones de todo tipo en el foro de las redes sociales. Se veían venir el desenlace. La disruptiva incursión de Víctor Díaz entre Miguel Rubio e Ignasi Miquel desdibujó la fórmula con la que el Granada brilló ante Las Palmas, tal vez en previsión de un peligroso ida y vuelta, por prevención ante amenazas aéreas en acciones de estrategia o, simplemente, porque las molestias con las que Melendo terminó el último encuentro no le permitían salir de inicio. Paco López dispuso una defensa impar, pero mantuvo en el eje de su esquema a Petrovic y Bodiger, una sombra de quienes desactivaron a los canarios, con Callejón y Puertas en los flancos, inadvertidos. Uzuni fue a la caza en solitario, a pecho descubierto para la reyerta, apenas detectado en algún repliegue.
El técnico creyó haber intuido los derroteros por donde iría el encuentro, como si hubiera sido capaz de ver el futuro, pero la bola de cristal debía de estar averiada. Cuando hay tanto en juego, el fútbol se rige por la ley de la calle, en la que el ímpetu reduce las distancias que marca la clasificación, y en esta ocasión el paraguas con el que el preparador protegió a su equipo no fue efectivo, carentes de brío los visitantes. Al conjunto granadino le empezó a llover desde el inicio. El empuje cántabro juntó las líneas rojiblancas, evidente la necesidad local, y comenzó a forzar lanzamientos desde la esquina, ese escenario que causa pavor a los nazaríes. Petrovic se agobió en una construcción temprana y erró el pase, atento Juergen. El colombiano descargó sobre Íñigo Vicente, que no tardó en descolgarse por todo el frente de ataque, y el extremo ajustó un aviso al lateral de la red, desviado por un zaguero.
En la refriega se perdió el fútbol y el encuentro no tardó en convertirse en una de esas películas de fin de semana que invitan a la siesta. Todo era brega, ni un atisbo de fluidez y pocas tomas de las áreas. El Granada encajó las embestidas cántabras y se mantuvo firme en el primer tiempo, pero, sin un elemento que impusiera orden con el balón, se vio anulado. Encontró una grieta que le permitía profundizar por el perfil izquierdo, desde donde despegaron varios centros poco calculados, pero le invadió la impaciencia. Los de José Alberto inquietaban con la pelota parada, sólidos los tres pilares rojiblancos. Víctor Díaz, precipitado, disparó casi desde su domicilio, muy lejos de la meta local. Peque, más adelante, caracoleó en paralelo al límite frontal del área y, sin levantar la mirada, golpeó al palo largo, falto también de atino.
Nadie frotaba la lámpara. La pelota se atascaba cuando pasaba por el carril central y, aunque Puertas y Callejón intentaron estimular la imaginación nazarí con continuos intercambios de posición, el ingenio del Granada solo daba para esbozar nubarrones. Víctor Díaz se volvió a animar desde lejísimos, igualmente desacertado y precipitado. Después, Íñigo Vicente aprovechó la falta de decisión en el despeje de la zaga rojiblanca para, tras varios rebotes, quedarse con la pelota y golpear con inquina, felino Raúl Fernández para atajar, mientras los hinchas en la grada, aburridos, se levantaban antes de tiempo para ir a la cantina del estadio.
Nada cambió en el inicio del segundo acto, salvo que la tacañería nazarí recibió su castigo. Avisó primero Íñigo Vicente, tras una combinación con Peque, con un disparo demasiado abierto cuando pisó área. Después fue asistente, en una triangulación que tuvo como artista invitado a Baturina. El delantero hizo bueno un despeje local para iniciar el contragolpe. El extremo recorrió el carril sin oposición y encontró a su compañero en el área. El punta, como si jugara con suela lisa en cancha de fútbol sala, pivotó sobre Ignasi Miquel para desactivar todo el entramado de protección programado por Paco López y ajustició a Raúl Fernández a la media vuelta.
El plan se fue al traste sin haber dado visos de efectividad en ningún momento. El técnico rojiblanco borró la línea de tres centrales y fomentó la creatividad con la incursión de Melendo y Meseguer, además de reclutar al revoltoso soldado Bryan Zaragoza de una tacada. Ganó con ello cierta verticalidad, pero no la suficiente para amedrentar al conjunto cántabro. Incrustó después a Perea para formar con tres hombres en la medular que sirvieran a Uzuni, que siguió sin rascar bola. El manchego golpeó a puerta una falta que, si bien apenas hizo inmutarse a Ezkieta, le permitió estrenar los guantes de este domingo, pasada ya la hora de juego.
No hubo quien espabilara al Granada, sin reacción a ningún estímulo. Famara Diédhiou saltó al césped en una búsqueda desesperada de reanimar al conjunto rojiblanco, sin minutos de nuevo para Weissman, pero el navío ya naufragaba. Aguantaron los de José Alberto, que defendieron la victoria como si les fuera la vida en ello, aunque sin demasiada oposición granadinista, y celebraron como si la salvación fuera matemática. Su convicción fue mayor que la del cuadro nazarí, que se contagió de la tendencia errática de sus adversarios en la pelea por el ascenso directo. El escenario era propicio para dar un golpe sobre la mesa, pero sus revividos traumas a domicilio le impiden desmarcarse. Los fantasmas vuelven a rodearlo.
Ficha técnica:
Racing de Santander: Ezkieta; Dani Fernández, Germán, Pol Moreno, Saúl García; Aldasoro (Fausto Tienza, 89’), Juergen; Unai Medina (Mantilla, 77’), Peque (Sangalli, 73’), Íñigo Vicente (Satrústegui, 89’); y Baturina (Matheus Aias, 73’).
Granada CF: Raúl Fernández; Quini, Víctor Díaz (Meseguer, 55’), Miguel Rubio, Ignasi Miquel (Famara Diédhiou, 79’), Carlos Neva; Bodiger (Melendo, 55’), Petrovic (Perea, 65’); Puertas, Callejón (Bryan Zaragoza, 55’) y Uzuni.
Goles: 1-0: Baturina, min. 52.
Árbitro: Jon Ander González Esteban, del comité vasco. Amonestó al local Peque, así como a los visitantes Uzuni, Miguel Rubio, Víctor Meseguer.
Incidencias: Encuentro correspondiente a la 37ª jornada de Liga en Segunda División, disputado en el estadio El Sardinero, ante 13.476 espectadores. Antes del partido, Nano Riego, ganador de la prueba de surf de olas gigantes celebrada en Santander ‘Vaca Gigante’ y campeón de España de esta modalidad deportiva, realizó el saque de honor.
Comentarios
Un comentario en “Castigo a la racanería (1-0)”
Luis Castillo
24 de abril de 2023 at 13:16
Por favor Chema Ruiz, deja de llamar sl Granada "equipo Nazarí", los aficionados te lo agradeceremos, hoy 3 veces.... que nó Chema que esos son los del Basket