El Granada encuentra brotes verdes (1-1)
El conjunto rojiblanco suma un punto en un encuentro de locura, en el que por momentos agobió a su rival y dispuso de ocasiones para arañar algo más, pero también se pudo ir de vacío
El Granada empieza a ver brotes verdes que, si bien no le dieron para ganar este jueves al Betis, sí para mostrar, con una actuación notable, que el equipo puede competir. De la cosecha se lleva un punto que a algún hincha, seguro, supo a poco a tenor de los momentos de agobio sobre la portería de Bravo, salvador en varias ocasiones. En el cómputo global del choque, no obstante, se antoja justo, con bastantes tentativas también en el cuadro bético. Fue un duelo de locos, entretenido para el espectador neutral. Se adelantaron los visitantes en un instante de letargo que no dejó escapar Assane Diao, quien enchufó un golazo desde la frontal. La réplica nació de las botas de Bryan Zaragoza, que para Abner fue como Max Verstappen para el resto de la parrilla de Formula 1, superdotado en el regate. Asistió con precisión y Lucas Boyé, un tiburón en el área, mandó la pelota a la jaula. Insistieron con ahínco los de casa desde entonces, en un final en el que pudo pasar de todo, pero a los dos contendientes se les habían acabado las balas. Aplaudieron los hinchas hasta que les dolieron las manos. Así, el futuro nazarí se vislumbra distinto.
Paco López apenas barajó sus naipes en una búsqueda del equilibrio que se alarga demasiado, dada la urgencia que empieza a manifestar el cuadro nazarí, pero algo debió de tocar en el vestuario para rozarlo en esta ocasión. Repartió las cartas casi como las recogió tras la pasada jornada, con Gonzalo Villar como única novedad en la mano con que afrontó la partida de este jueves, titular por primera vez como granadinista. El murciano, de visión despejada cuando tiene la pelota, realizó una buena actuación en líneas generales, aunque sufrió en el repliegue. En el mazo se quedó de nuevo Bryan Zaragoza, aún presentes ciertas molestias de la semana pasada, también para disponer de recursos tras el intermedio y porque al técnico le resulta complicado encontrarle encaje en esa simetría de esfuerzos que persigue.
Lo cierto es que el Betis, aun con su patente irregularidad, no es un rival con el que conviniera competir poco abrigado, y no esperó demasiado para reclamar por la fuerza el gobierno del encuentro. Pero este jueves se respiraba en Los Cármenes un ambiente especial y el Granada se acabó contagiando. El estadio tronaba como en las grandes ocasiones, bufandas al aire y gargantas tensas en un pique tan sano como conmovedor con los hinchas béticos. Motivó un arranque furioso de los de Paco López, aunque apenas duró un par de llegadas por banda, ambas inconclusas. Afloraron de inmediato los nervios en el bando rojiblanco, los errores y la amarilla de rigor para Gumbau, ya apercibido para la próxima jornada.
Ruibal levantó la pelota y Assane Diao salió disparado, con visión de túnel hacia la portería. André Ferreira dudó hasta optar por resguardarse bajo palos y desviar con la mirada el inocente intento del debutante verdiblanco, diáfana la ocasión. Erró después Gonzalo Villar en la construcción e Isco localizó un hueco donde no lo había, raudo ahora sí el guardameta local para atajar. Se escapó el conjunto rojiblanco en una contra que, tras dejarla pasar Puertas, Carlos Neva concluyó con un centro al área, donde, precisamente, el almeriense realizó una volea sin precisión. Una raya en el agua; dominaba el Betis bajo la batuta de Isco, el verdadero renacido, y empezaba a cundir la inquietud en la grada mientras los de verde merodeaban las dependencias nazaríes.
Cayó Puertas tras recibir un puntapié cerca de la zona de banquillos. Gumbau combó el envío y lo reavivó Torrente para devolverlo a la pomada, donde la testa de Ignasi Miquel despertó los reflejos de Claudio Bravo, bien situado. El cabezazo pareció promover una corazonada compartida por todos los que vestían franjas horizontales, que reaccionaron con un ímpetu inusual en este curso. La sintió Lucas Boyé, teniente del ataque rojiblanco, que se deshizo de Chadi Riad con una maniobra excelsa y corrió movido por el instinto hasta que pudo empalmar el remate. Cruzado, el disparo besó el poste y agitó al respetable. El argentino es un delantero académico, de los que reúnen las cualidades que tratan de adherir a los más pequeños en todas las escuelas. El desasosiego cambió de acera y el Betis desconectó.
Melendo elevó un envío y Uzuni, sin inquina, lo puso en los guantes de Claudio Bravo con el flequillo. El chileno abroncó después a sus zagueros por permitir que Puertas pensara y repensara antes de soltar un latigazo desde la frontal, previo robo en plena construcción bética. El portero tuvo que ponerse muelles para poder palmear. Otro hurto seguido deparó un ataque velocísimo con el almeriense como asistente y el albanés como ejecutor final, sin atino con la pierna con que se sube al autobús. La intensidad granadinista desbordaba a los de Manuel Pellegrini, que se afanaba en pedir calma y cabeza a sus pupilos. Le hicieron caso, con lo que lograron adormecer el choque y aplacar a su adversario. Volvió a girar el guion, maliciosos los de Heliópolis por los costados, con especial protagonismo de Assane Diao, aunque impolutos los guantes de André Ferreira, vigorosos sus compañeros en la resistencia.
La brega pasó factura a Uzuni, a quien se le encendió un piloto de avería en el salpicadero. Hubo de marchar, en apariencia con molestias musculares, y Paco López se vio obligado a desvelar su as bajo la manga antes de lo previsto. Entró Bryan Zaragoza, motivado como Simba para convertirse en Rey León en ausencia del albanés, aunque en un momento que no le permitía rugir. Rumiaba el Betis las acciones con menos frescura que al inicio, pero con la suficiente mala idea como para mantener alerta a todos los nazaríes. Isco alargó un saque de esquina hasta el segundo palo, altísimo el cabeceo de Pezzella, y los púgiles se contuvieron ya hasta el segundo asalto.
La reanudación sacó del vestuario a un Granada confiado, en apariencia férreo. Bryan sintió que ya sí era su momento y comenzó a sortear rivales como si fueran picas en un entreno; Abner se mareaba intentando darle caza. Empalmó Ricard en un rechace y, después, el propio malagueño cruzó demasiado un tiro a ras de hierba. Era imprevisible el plot twist que se avecinaba. Torrente, el más seguro de los centrales rojiblancos hasta ahora, pecó de tranquilidad y entregó un pase cándido a Ayoze, quien, sorprendido por el error, apenas pudo puntear la pelota para que llegara a Assane Diao. Por su cabeza debía de rondar todavía la ocasión errara al comienzo del choque mientras conducía en diagonal sin que nadie le saliera al paso. Armó la zurda y pegó el balón tanto al poste que la estirada de André Ferreira fue inútil.
Si en televisión detuvieran el momento exacto en el que la pelota entra en contacto con la red, los espectadores verían el instante en el que la moral rojiblanca se desmoronó como un castillo de arena. Quedaron sonados los de Paco López, revitalizados los de Pellegrini. Isco armó el cañón y, tras un rebote envenenado, el portero local escupió el disparo. No pudo después taponar el remate de Chadi Raid, tras un servicio muy lejano de Ruibal. El linier levantó la bandera, si bien la tensión se alargó un par de minutos hasta que el VAR ratificó la anulación. Ignasi Miquel pedía calma, pero el Betis olía la sangre. Un centro se paseaba por el área pequeña primero; más adelante, Ayoze rozó el poste con un tiro a la media vuelta, desequilibrado.
Los rojiblancos se iban del partido, por lo que su entrenador acudió a Sergio Ruiz y Callejón para evitar la faena. Gumbau sacó entonces la escuadra y el cartabón para trazar un preciso pase de muchos metros. Lo recibió Bryan Zaragoza, insistente, que, con sangre fría, propulsó un envío tenso al segundo poste. Lucas Boyé, que venía oliendo el gol desde unos metros atrás, apareció donde un delantero tiene que estar para encauzar y restaurar el empate.
Empezó un nuevo juego, de ida y vuelta, de pronóstico imposible, henchidos de fe de nuevo los de casa. Pellegrini sacó del banco a Borja Iglesias y William Carvalho, mientras que Paco López indultó a Weissman y Petrovic para la lid. Con más 'piernas', el Granada amedrentó a su rival y se adentró en la trinchera enemiga. Intentaba ajustar el preparador bético, pero ninguna modificación frenaba a Bryan Zaragoza, un ciclón en el costado diestro. Se deslizó primero para asistir a Callejón, felino Bravo en la parada, y volvió a punzar para repetir la combinación del gol, alto ahora el intento de Boyé.
La sangre hervía en los dos bandos y la locura tomó el gobierno en un intercambio de golpes que pudo decantarse para cualquier lado. Bryan Zaragoza gambeteaba ante un Abner que soñará esta noche con el joven malagueño. Callejón, por el otro costado, encontró a Weissman, que se lanzó imaginando una idílica redención que solo Bravo, heroico una vez más, evitó. Borja Iglesias, inmediatamente después, tiró con la mirilla mal ajustada. Los minutos se fueron entre disparos de fogueo, en pie desde hacía un rato todo el estadio. El punto no cambia demasiado para el Granada en la tabla, pero sí puede marcar una inflexión. Solo será bueno si gana en Almería.
Ficha técnica:
Granada CF: André Ferreria; Ricard, Ignasi Miquel, Torrente, Carlos Neva; Melendo (Callejón, 63’), Gumbau (Petrovic, 73’), Gonzalo Villar (Sergio Ruiz, 63’), Puertas (Weissman, 73’); Uzuni (Bryan Zaragoza, 38’) y Lucas Boyé.
Real Betis: Claudio Bravo; Aitor Ruibal, Pezzella, Chadi Riad, Abner; Guido Rodríguez, Guardado (William Carvalho, 73’); Assane Diao (Marc Roca, 80’) Isco (Cruz, 80’), Ez Abde (Rodri, 57’); y Ayoze (Borja Iglesias, 73’).
Goles: 0-1: Assane Diao, min. 51; 1-1: Lucas Boyé, min. 68.
Árbitro: Víctor García Verdura, del comité catalán. Amonestó a los locales Gumbau e Ignasi Miquel, así como al visitante Aitor Ruibal.
Incidencias: Encuentro correspondiente a la 7ª jornada de Liga en Primera División, disputado en el estadio Nuevo Los Cármenes, ante 18.936 espectadores, de los que alrededor de medio millar eran aficionados del Betis.