Entrenador nuevo, mismas sensaciones
Aunque la derrota del Granada en el Santiago Bernabéu no arroja demasiadas conclusiones, tampoco revela una reacción rojiblanca
El Granada tiene nuevo entrenador, pero, de momento, desprende las mismas sensaciones que rezumaba bajo la dirección de Paco López. El Cacique Medina se estrenó con una derrota en el Santiago Bernabéu que, si bien no arroja demasiadas conclusiones, tampoco revela una reacción rojiblanca como cabría esperar. El técnico fue insistente en la demanda de intensidad a sus pupilos, pero no se percibió frente al Real Madrid un mayor energía. No hubo más que un ajuste de líneas, de distancia entre cada franja en la estructura. Una compostura que resultó insuficiente y que, sin luz arriba, desembocó en una victoria cómoda del conjunto blanco.
Ni siquiera hubo un cambio de sistema en el cuadro nazarí. Medina mantuvo el 1-4-4-2 habitual con Paco López, aunque sí introdujo un par de apuestas personales. La primera, por Raúl Fernández, caducó en apenas unos minutos porque al guardameta le dio un pinchazo en la espalda que le obligó a ceder su recién recuperado sitio en el once. La segunda, una combinada que devolvió a Ricard al lateral diestro y adelantó a Manafá como extremo, también sin beneficios. La reaparición de Sergio Ruiz entre los titulares fue poco menos que obligatoria, maltrecho Gonzalo Villar. De este aspecto, no obstante, poco se puede concluir todavía. La entidad del rival y la importante ausencia del valenciano condicionaron la disposición, por lo que el verdadero rostro del Granada del Cacique se parecerá más, probablemente, al que muestre la próxima jornada, frente al Athletic.
Está por ver qué rol ostenta Villar en los planes del técnico charrúa. Hasta ahora, aunque como mediocentro, se movía con libertad y ejercía en cierta medida de nexo con la delantera. Medina, en cambio, fijó mucho las ubicaciones de sus hombres sobre el verde del Bernabéu, instrucción que se antoja poco menos que un dogma para el uruguayo. Esta sujeción propició en los rojiblancos un mayor orden, pero no el cierre del grifo. El Granada se dejó dirigir por su rival y manifestó una jornada más su fragilidad, severos los de casa para resolver el trámite sin exigirse demasiado. Hubo desajustes recurrentes en la zaga nazarí que pudieron engrosar el tanteo, faltas de atención que forzaron la actuación de André Ferreira.
Ataque inocuo
Con el balón en su poder, el Granada fue inocuo. Lo quiso mover con más calma, madurar las acciones, pero en la medular había atasco y nadie ofreció soluciones para progresar con la pelota. Una tesitura poco propicia para reactivar la imaginación de los hombres de ataque, desde hace semanas romos. Lucas Boyé porfió muy lejos del área, sin compañeros cerca cuando logró internarse en las dependencias de Lunin en algún escarceo. Bryan, que terminó acalambrado, apenas retó en un par de ocasiones a Carvajal, pegajoso, con Valverde también encima por si conseguía escaparse. Uzuni, desaparecido durante prácticamente todo el duelo, se fue al banco en la primera ventana de sustituciones no forzada. A diferencia de otras ocasiones, tampoco prendió ese arrebato final que, incluso en las tardes más grises de esta temporada, ha agitado encuentros y ha maquillado algún resultado.
Ese brío que caracterizaba al conjunto rojiblanco parece haberse diluido con el paso de las jornadas y este sábado no apareció en ninguna de las fases del juego, lo que resulta más problemático que el marcador en sí. No hubo tiros entre palos, ni la garra con que el equipo ha equilibrado varios partidos. Sin ella, el Granada se hunde.
La intervención posterior del técnico tampoco aportó demasiado sobre el juego granadinista, aunque sí mostró lo que aparenta ser un voto de confianza de Medina en algunos jugadores poco menos que defenestrados. Recuperó a Petrovic, vigoroso, a quien desplazó hacia el costado en una permuta difícil de adivinar. El serbio tiene carácter y fuerza, lo que, en principio, encaja en las pretensiones del uruguayo. El entrenador del Granada también otorgó minutos a Weissman, que venía siendo el cuarto atacante del equipo, por detrás de Famara Diédhiou, sin minutos en Madrid. El israelí no estuvo acertado en su participación, pero sabe que el preparador le concede una oportunidad. Quienes se quedaron en el banco fueron Melendo y Callejón. Tal vez, alguno habría sido la bala que el Cacique tuvo que gastar con el cambio en la meta. La próxima semana esclarecerá algo su papel.