Una serie de catastróficas desdichas en La Romareda (2-1)
El Zaragoza rescata la peor versión del Granada, que pierde en un encuentro a medio camino entre el drama y la pantomima
El viaje del Granada a La Romareda se convirtió en una serie de catastróficas desdichas. Una tragicomedia en tres actos que ha rescatado la peor versión del conjunto rojiblanco y ha encadenado entre desgracias otra derrota al bagaje granadinista, que aúpa en esta ocasión al Zaragoza. Un mal principio, destrozado en segundos con una vertiginosa diana de Iván Azón para retratar a los centrales; en el segundo, otro esperpento defensivo que ha permitido al ariete completar la escabechina. Uzuni, como casi siempre, logró avivar algo a su equipo ya en el tercer capítulo, pero ni por esas. Dos expulsiones tan absurdas como rigurosas, de Józwiak en la misma celebración del tanto y de Rubén Sánchez poco después, imposibilitaron otra gesta en el alargue. Es peligroso en esta categoría espabilar siempre en las postrimerías. La zona noble se le aleja de nuevo, aunque la peor consecuencia de esta tarde para olvidar puede ser moral.
A Escribá se le torció la estrategia desde antes incluso de que comenzara el partido, como si hubiera entrado en La Romareda con el pie izquierdo. Había trazado un plan que contaba con la dirección de Gonzalo Villar, pero unas molestias en el calentamiento colocaron en la foto inicial a Sergio Ruiz en su lugar, aunque el cántabro ni siquiera pudo terminar el primer tiempo. Sin su brújula, el conjunto rojiblanco perdió el norte, el sur y hasta el sentido. Ais Reig se echó el silbato a la boca y, en un parpadeo, el Granada ya sangraba. No hubo rombo en su esquema, como parecía probable, sino una espiral de amargura en la que se fue sumiendo el cuadro nazarí, tan solo capaz de dar respuesta cuando el Zaragoza gestionaba la fatiga. Cuando apareció el goleador nazarí, el de los maños ya enfilaba el camino al banco. A medio camino entre el drama y la pantomima, otra semana sin sumar.
En los 35 segundos que se mantuvo el Granada en el partido, un sinfín de infortunios. Sacó de banda Ricard en cancha propia y, tras recibir de vuelta de Trigueros, se la quitó de encima como pudo, asfixiado por el empuje maño. Aketxe dotó de lógica al balón llovido y Bazdar lo roció con veneno, a la espalda de la zaga para el desmarque de Iván Azón. El delantero, una centella de dentadura puntiaguda, salió vencedor del cuerpeo entre los dos centrales y tuvo tiempo incluso de acomodarse el disparo en el área pequeña, estático Mariño en la madriguera. Ni siquiera dio opción a su presa de escoger entre el susto o la muerte. La mandíbula granadinista se rompió en mil pedazos del mamporro.
No había rastro de los de franjas horizontales, enfundados en los colores de la ciudad este sábado. El equipo de Víctor Fernández se los estaba merendando sin siquiera masticar. El Granada no podía más que intentar taparse con la sábana, incapaz de sacudirse la presión zaragocista. Se fue aculando en lo que trataba de alejar la pelota con puntapiés sin cálculo, incuestionable el gobierno local. Bazdar paseó un servicio ante la meta de Mariño e Iván Azón asistió a Calero, errático pese a que el banderín señalaba al cielo. Después Aketxe impactó con vehemencia una falta que cerca estuvo de clavar en la escuadra. Los de blanco volaban entre los pilares nazaríes, como fórmulas uno a los que pretendían dar caza tractores, especialmente señalado Ignasi Miquel, que pronto se cargó con amarilla.
Solo cuando se aplacaron los de casa pudieron despertar los forasteros, poco lúcidos en cualquier caso. Pedaleó Tsitaishvili frente a Calero y Sergio Ruiz, que entraba desde segunda línea, puso el balón en órbita. El georgiano gambeteó más tarde en busca de un resquicio por el que hilvanar el gol y combó un tiro que silbó cerca de la escuadra. Acercamientos tímidos, pero que oxigenaron al Granada. El problema, sin embargo, era que atrás tenía montado un circo. Francho se giró con espacio en el balcón del área y pegó a las manos de Mariño, carga suficiente para que de nuevo cortocircuitaran los de Escribá. El técnico subía y bajaba con nerviosismo la cremallera del chaquetón, rumiando fórmulas de evitar el descalabro, cuando bajo la carpa le crecieron los enanos. Calero estrelló los tacos en la rodilla de Sergio Ruiz, que no pudo seguir. Saltó Boyé en su lugar, de vuelta el 4-4-2, e Iván Azón cruzó demasiado el pase de Aketxe, alejado también por la manopla del meta rojiblanco al borde del descanso.
La charla en el vestuario pareció maquear al Granada, que al menos dejaba de ser una marioneta bajo el control maño, si bien las goteras en la parcela defensiva siguieron creando charcos hasta convertir otra vez en muñecos a los nazaríes. Tsitaishvili volvió a culebrear por el perfil diestro, repelido su envío por Bernardo Vital. Después colocó una falta que regaló al público, justo antes de que el Zaragoza volviera a mostrar las costuras rojiblancas. Avisó primero con un pase de Adrián Liso que Bazdar no alcanzó a rematar para que, inmediatamente después, los mismos actores escribieran el guion del segundo. El extremo dejó a Ricard en la cuneta con un recorte y sacó el centro, desviado por Miguel Rubio. El serbio contempló con paciencia cómo llovía el cuero, quién sabe en qué andaba Ignasi Miquel, y peinó al segundo poste, donde Iván Azón le robó la celebración, insaciable.
Escribá quiso agitar sin Tsitaishvili, relevado por Józwiak, y con Rubén Sánchez en el carril, pero hasta eso le salió mal al técnico valenciano. Hongla chutó desde lejos, directamente a los brazos de Poussin, y Francho soltó el latigazo defectuoso, mientras Iván Azón perseguía el tercero. Saltó también Corbeanu, que al poco de pisar el campo tensó un envío que nadie acertó a rematar y cayó inerte a las botas de Uzuni. El albanés lo paró, pidió el desmarque de algún compañero y, sin opciones claras, olió el miedo maño. Curvó un disparo que fue a dormir a las mallas en una parábola hipnótica. Golazo, no exento de desgracia. Józwiak quiso coger rápido el esférico para buscar el empate y, en el forcejeo, soltó un codazo al cancerbero local. No pasó desapercibido para Ais Reig, que desenfundó la cartulina colorada.
Lucas Boyé conectó el frentazo a un centro de Miguel Ángel Brau, pero cualquier atisbo de remontada épica en el descuento se esfumó rápidamente. Rubén Sánchez, que ya tenía una amarilla, soltó ligeramente el codo en otra porfía, por lo que también fue mandado a la ducha antes de tiempo. Otro infortunio, ya el último, en una jornada negra para los rojiblancos, que salieron de Zaragoza desquiciados.
Ficha técnica:
Real Zaragoza: Poussin; Luna, Lluís López, Bernardo Vital, Iván Calero; Adrián Liso (Marí, 89’), Francho Serrano, Marc Aguado, Ager Aketxe (Toni Moya, 72’); Iván Azón (Jair, 89’) y Samed Bazdar (Pau Sans, 85’).
Granada CF: Diego Mariño; Ricard (Rubén Sánchez, 67’), Miguel Rubio, Ignasi Miquel, Miguel Ángel Brau; Sergio Ruiz (Lucas Boyé, 41’), Martin Hongla, Manu Trigueros (Reinier, 81’); Tsitaishvili (Józwiak, 67’), Pablo Sáenz (Theo Corbeanu, 81’) y Myrto Uzuni.
Goles: 1-0: Iván Azón, min. 1; 2-0: Iván Azón, min. 63; 2-1: Myrto Uzuni, min. 84.
Árbitro: Saúl Ais Reig, del comité valenciano. Amonestó a los locales Lluís López y Bernardo Vital, así como al visitante Ignasi Miquel. Expulsó por doble amarilla al visitante Rubén Sánchez y con cartulina roja directa al también visitante Kamil Józwiak.
Incidencias: Encuentro correspondiente a la 13ª jornada de Liga en Segunda División, disputado en La Romareda, ante 17.642 espectadores. Antes del partido, los deportistas paralímpicos aragoneses Teresa Perales, Eduardo Santas y María Delgado realizaron el saque de honor. En los prolegómenos del choque, se guardó un minuto de silencio como homenaje a las víctimas y damnificados de la DANA, a fin de transmitir las condolencias y expresar solidaridad de todos los clubes y sociedades anónimas deportivas del fútbol profesional.
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