Una entidad hueca y un equipo que se desploma

El Granada termina el año en la penúltima posición de la tabla, con más derrotas que en la campaña 2016/2017, en la que descendió

Granada CF Sevilla FC
Bryan Zaragoza se lamenta tras una acción desperdiciada contra el Sevilla | Foto: Antonio L. Juárez
Chema Ruiz España
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Es difícil señalar con precisión dónde se halla el punto de no retorno hacia un descenso de categoría, por lo que en este momento no se puede concluir si el Granada lo ha rebasado ya o no. Como poco, sí está claro que ronda cerca, y que tampoco parece avanzar con cuidado para evitarlo. Se desploma a un ritmo de vértigo, en una caída libre que vaticina un final oscuro. Es un equipo roto dentro de una entidad hueca, que navega a la deriva por una Primera División que, al menos hasta ahora, le ha venido grande. Va a terminar el año en la penúltima posición, con ocho puntos y, al menos, a seis de la permanencia, aunque pueden ser hasta nueve. La distancia, en cuestión numérica, se antoja alcanzable, pero las sensaciones que transmite el conjunto rojiblanco hacen de ella un agujero sideral. Un retorno de sabor amargo que muestra una estructura de plastilina.

Los números lo acercan hacia los peores registros de su historia en Primera. Ya ha perdido más partidos en una primera vuelta de Liga que en cualquier otro año, como indicó la cuenta de X especializada en datos del Granada Ighalopedia. Son doce derrotas, una más que en la campaña 2016/2017, en la máxima categoría, y que en los cursos 1976/1977 y 1984/1985, en Segunda. También se acerca a su máximo de goles encajados en una primera vuelta en la élite, que data de nuevo del curso del primer descenso tras el cambio de propietario. Entonces, concluyó la primera mitad del curso con 42 tantos en contra. En la presente temporada, a una jornada del ecuador, lleva 40.

El conjunto rojiblanco va encaminado hacia aquel calamitoso Granada de la campaña 2016/2017, que fue colista tras una estación de penitencia similar a la que se ha convertido este curso para los de franjas horizontales. En aquel año, con Lucas Alcaraz en el banquillo tras reemplazar a Paco Jémez, el cuadro nazarí terminó la 18ª jornada de Liga en la penúltima posición, igual que lo hace el plantel en el ejercicio actual, si bien entonces sumaba dos puntos más (10). Ahora, son ocho en el casillero, con lo que el cierre de la primera vuelta puede ser todavía peor. El plantel de ese primer descenso de la etapa china desveló un circo de puertas hacia adentro, bajo cuya carpa bailaron directores deportivos, jugadores de todo el mundo y entrenadores.

El cuadro dirigido por el Cacique Medina no ataca ni defiende bien. Trata de tener una posesión soporífera por carecer de filo alguno y de posicionarse como equipo de futbolín sin disimular carencias groseras, tanto individuales como colectivas. Se une a ello un guardameta que, sin competidor en el vestuario desde la lesión de Raúl Fernández, tiembla como un flan. Este Granada no tiene una identidad ni en líneas generales se puede definir por algún rasgo más que por su extrema fragilidad, también mental. En los minutos que más han gustado a su entrenador, tan solo fue una expresión de coraje sin sentido que, tras encajar, mutó en un traje de impotencia. Es a todos los efectos un plantel incapaz que no recibe desde el banquillo el estímulo necesario para emitir una reacción. Incluso el técnico charrúa ya confiesa que cualquier remedio milagroso pasa por el mercado de fichajes.

Minutos antes de que sus pupilos saltaran al campo en Balaídos, Alexander Medina definió el fracaso como "no insistir, no levantarte, tirar la toalla". Al término del encuentro contra el Sevilla, no es fácil defender que este Granada no ha fracasado ya. El conjunto rojiblanco ha sumado solo un punto desde el aterrizaje del uruguayo en Los Cármenes, ante el Athletic. Tres derrotas en cuatro encuentros y únicamente un gol, anotado por Ruiz de Galarreta en propia puerta. Un balance paupérrimo que lo hunde en la desidia y que, en consecuencia, lo despega de su hinchada. El granadinismo asiste al cataclismo con resignación, si bien mostró furia contra la directiva en la última cita. Las miradas se orientan inevitablemente hacia la zona noble, donde los argumentos, como las promesas, no se sostienen. La hemeroteca no es buena aliada.

En la campaña de referencia, 2016/2017, el Granada firmó el descenso con tres jornadas de antelación. En este curso lúgubre, parece plantearse hacerlo incluso antes. Casi todo depende ahora de la habilidad de Tognozzi en los despachos. Su primera apuesta todavía no ha ofrecido resultado. Le queda una complicada reválida en enero.