Triunfo antidepresivo (3-1)
El Granada se impone al Sporting de Gijón en un encuentro sobrio, con un excelente Lucas Boyé, para volver a sonreír
No había quien sacara una sonrisa al Granada desde el año pasado, en depresión futbolística y casi institucional con la marcha de su goleador, pero el sol volvió a brillar en Los Cármenes. El conjunto rojiblanco se ha impuesto al Sporting en un encuentro sobrio, lejos de la brillantez pero con la contundencia necesaria en una cita que se vislumbraba crucial para las aspiraciones del cuadro nazarí. El equipo de Fran Escribá puso corazón para salir del bache y Lucas Boyé alzó la voz con una actuación excelente. Suyo fue el gol que abrió el marcador, desde el punto desde el que el artillero albanés siempre fue infalible. Después fue un mero espectador de la obra de arte con la que Hongla engrosó el marcador y del penalti que transformó Otero para recortar distancias ya al final. Manu Lama, que sumó sus primeros minutos en Liga, abrochó la goleada y la comunión con la grada. Antidepresivo.
No fue una cita modélica por parte de los de franjas horizontales, algo espesos y visiblemente nerviosos por momentos, pero sí puede ser un resultado de esos que marcan puntos de inflexión. No se podía permitir el Granada un titubeo, disparados ya en la tabla quienes la lideran, y el Sporting, hueso duro, todavía piensa en meterse en la pugna. Escribá apeló a la savia nueva, deseoso de poder alinear algún recurso más de los que disponía, aunque fue el delantero en el que siempre había depositado confianza, eclipsado por la eclosión goleadora de Uzuni, quien comandó la misión. Lucas Boyé apareció en el momento preciso y desplegó un encuentro que levantó al público a su salida. Lo necesitaba. Él, la grada y el equipo.
El argentino liberó un grito rabioso, aunque en la grada se escapó algún suspiro de alivio entre la exaltación. No es que hubiera sucedido demasiado hasta que Róber Pier sacó a pasear la guadaña, más bien un preámbulo cortés que se alargó de más, pero el Sporting empezaba a desplegarse por el territorio nazarí como un murmullo, apenas perceptible aun sin consistencia para evitar su dispersión. El Granada salió con una eminente intención de dominar, pero al borde de romper en un ataque de ansiedad. A los de casa les temblaban las pantorrillas y cada construcción simple se les hacía bola, aunque por tesón lograban cruzar el umbral del medio campo. Sergio Ruiz curvó una falta escorada y Loïc Williams pareció perder toda la fuerza en el salto por encima del tumulto, sin problemas para Yáñez. Después Lucas Boyé acomodó otro centro que se aturulló en las dependencias asturianas, sin espacio para empalmar un buen golpeo.
El carril central parecía la Circunvalación en hora punta y el envío aéreo se convirtió en la única solución factible para divisar el área. En otra falta, fue Olaetxea quien logró cabecear, pero desviado. Después salió el Granada como en un pinball, atropellado pero al toque, para que Rebbach envolviera una asistencia a ras de hierba que perseguía Weissman. Yáñez, ojo avizor, salió disparado hasta la mitad de la parcela asturiana para tratar de interceptar el paquete, lo que forzó demasiado el punteo del israelí. La pelota rodó un agónico camino hasta traspasar el confín del terreno de juego a centímetros del poste, con más de un hincha frotándose los ojos de incredulidad.
Fue entonces cuando el cuadro de Rubén Albés inició su sigilosa conquista. Trenzó una gran acción que Guille Rosas, en una aventura alocada, prolongó hasta Otero, que se desmarcaba. El atacante la dejó atrás con inquina, en busca de alguien que hundiera el puñal sobre el escudo del Granada, sin siquiera ver por dónde apareció Pablo Insua para rebañar. El escalofrío que recorrió la espalda de los de franjas horizontales prendió el nerviosismo, carburante para el conjunto asturiano. Nacho Méndez levantó un globo y Dubasin se puso la camiseta de Cruyff para descargar en el punto de penalti, de nuevo providencial el central gallego del cuadro nazarí.
La inquietud se propagaba, hasta que Róber Pier segó los tobillos de Lucas Boyé. El ariete serpenteó entre centrales y Rubén Sánchez hizo flotar el caramelo. El argentino lo atacó con ojos asesinos cuando le sorprendió la zancadilla, rápidamente indicada por Muñiz Muñoz. Retó con la mirada a Rubén Yáñez, pero el guardameta, puro hielo, aguantó impasible. Adivinó la intención del delantero y palmeó, pero el VAR otorgó otra oportunidad al punta porque alguien se adelantó a pisar el área. Ahí, bajo el arropo de la hinchada, sí que no falló. Apuntó a la esquina y reventó la red. Medicina contra la melancolía.
El Granada dio un paso atrás, pero el Sporting no supo cómo abordarlo y concedió alguna escapada. En una, Tsitaishvili llevó el fútbol de un lado al otro para que Rebbach enroscara demasiado arriba. En otra estampida, Sergio Ruiz descargó sobre Weissman, que le pegó con los cordones, pero sin alma. Hace mucho que el israelí no tiene su día.
La cita adquirió efervescencia tras el entreacto, espoleados los rojiblancos por una reconexión con su hinchada. Tsitaishvili se orientó hacia su zurda y dibujó una parábola que aterrizó en la cepa del poste, con más de un aficionado ya celebrando. Loïc Williams cabeceó contra la espalda de un zaguero en un córner y, en la segunda jugada, Lucas Boyé agrietó el travesaño con un obús escorado. Diversión para el graderío, que recibió a Stoichkov como un galáctico. Lo primero que hizo el flamante fichaje del Granada fue contemplar cómo Hongla sacaba la paleta de Leonardo da Vinci y el repertorio de habilidades de Cristiano Ronaldo en 2008. Sintió la llamada y emprendió una arrancada que habilitó Reinier, recién ingresado. Recortó sobre Guille Rosas y combó un golpeo que sacó de su cama a las arañas. Para enmarcar y colgar en el Louvre.
El marcador propiciaba el jolgorio y a Stoichkov se le afiló el colmillo, pero Rubén Yáñez no estaba por la labor de permitirle poner el broche a su estreno. Le detuvo un mano a mano, asistido por Boyé, y luego atrapó otro remate en el que se entretuvo demasiado. Avisaron después al colegiado de que había imágenes para él en el monitor, como si Sandra Barneda estuviera presentando la última hoguera de La Isla de las Tentaciones desde la sala VOR, y la repetición mostró una patada de Brau a Dubasin en el área. Otero no falló y Escribá plegó las velas. Saltó Gonzalo Villar para contener y Hongla se adhirió a una zaga con tres centrales, incrustado Manu Lama por el mareo de Pablo Insua. Todo parecía quedar ahí, pero había alguien que quería adornar su debut. No fue el delantero recién llegado, sino el joven central que lleva meses en el ostracismo. Cabeceó un saque de esquina y recibió el cariño de todos sus compañeros. Domingo de alegría. Sonaron olés y la afición se fue con la primera sonrisa del año. Ni siquiera pareció haber quien echara de menos a Uzuni.
Ficha técnica:
Granada CF: Luca Zidane; Rubén Sánchez, Pablo Insua (Manu Lama, 82’), Loïc Williams, Miguel Ángel Brau; Giorgi Tsitaishvili (Gonzalo Villar, 86’), Sergio Ruiz, Martin Hongla, Abde Rebbach [Reinier, 67’ (Manu Trigueros, 90+4’)]; Shon Weissman (Stoichkov, 67’) y Lucas Boyé (Siren Diao, 90+4’).
Sporting de Gijón: Rubén Yáñez; Guille Rosas, Róber Pier (Nacho Martín, 58’), Diego Sánchez, Pablo García; Olaetxea (Mbemba, 90+2’), César Gelabert, Nacho Méndez (Carlos Dotor, 90+2’); Juan Otero (Caicedo, 90+2’), Dani Queipo (68’) y Dubasin.
Goles: 1-0: Lucas Boyé, de penalti, min. 28; 2-0: Martin Hongla, min. 67; 2-1: Juan Otero, de penalti, min. 83; 3-1: Manu Lama, min. 90
Árbitro: Carlos Muñiz Muñoz, del comité aragonés. Amonestó a los visitantes Róber Pier y César Gelabert..
Incidencias: Encuentro correspondiente a la 24ª jornada de Liga en Segunda División, disputado en el estadio Nuevo Los Cármenes, ante 15.450 espectadores. Ambos clubes saltaron al terreno de juego acompañados de jugadores de la escuela del Granada CF que lucían una camiseta conmemorativa para felicitar el nuevo año chino. Antes del inicio del encuentro se ha guardado un minuto de silencio en memoria de Juan Pérez Arango, expresidente del Sporting de Gijón, recientemente fallecido.
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