El tren de la permanencia pasa de largo (1-1)

Uzuni aparece a tiempo para evitar un ridículo mayor del Granada, peor que el colista de Primera durante prácticamente todo el encuentro

Granada CF UD Almeria
Piatkowski y Embarba se lamentan tras el partido | Foto: Antonio L. Juárez
Chema Ruiz España
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El Granada y el Almería han dejado pasar el tren de la permanencia, que, puntual, partió de Los Cármenes cuando las manecillas del reloj marcaron las 16:15 horas. El penúltimo y el último clasificado se quedaron con las maletas preparadas y un hedor a Segunda difícil de camuflar. Cualquier análisis de su encuentro de este domingo desembocará en la misma conclusión. El conjunto rojiblanco horizontal ha sido peor que el peor equipo de la historia de LaLiga. Los de Garitano siguen sin ganar, pero a las puertas de Los Cármenes debieron de encontrar un letrero alentador, algo así como "aquí, los últimos serán los primeros". Se adelantaron por medio de Pubill y se acomodaron sin que los de casa exhibieran demasiados argumentos para cuestionar su dominio. Eran una expresión de impotencia hasta que apareció Uzuni, a tiempo para evitar un ridículo mayor. El albanés, pese a todo, lleva ya siete dianas. Combate nulo, insatisfacción a partes iguales. Continúa la agonía.

En el Granada habían vestido al Cacique como a William Wallace en la oscarizada Braveheart en busca de un estímulo a la moral rojiblanca, pero su equipo acabó como el protagonista de la película. Insiste el charrúa en practicar un fútbol pausado que a su plantilla se le resiste y reincide en los errores que ya lo hunden de manera irremediable hacia Segunda División. Es una banda aficionada de rock intentando interpretar a Mozart, un despropósito que a ratos ofrece espejismos ilusionantes, pero sin visos de solución real. El mecanismo colapsó en apenas diez minutos, en otra construcción anestesiada que cortocircuitó al pasar por las botas de Hongla, un paso por delante de la zaga este domingo. Entregó la pelota al enemigo y Pubill penetró como Moisés entre las aguas del Mar Rojo.

Al fondo de la calle Pintor Manuel Maldonado sonaron tambores de guerra, al tiempo que saltaban al cuadrilátero los dos últimos equipos de Primera División con el rostro enfangado. Tornaron pronto en un runrún en la grada, a medio camino entre la rabia y la incredulidad por el esperpento que contemplaba. Medina había llamado a filas para la lid a Carlos Neva, Piatkowski y Gonzalo Villar, ausentes por lesión y sanción en Barcelona. Al teniente Boyé, también recuperado, lo mantuvo en la reserva, por si la contienda se torcía. Y vaya si se torció. El conjunto rojiblanco horizontal fue un manojo de nervios, insulso y desnortado desde que el violento golpeo de Pubill reventó el larguero y fue a dormir a la red. Antes, Uzuni había marrado un mano a mano en un despiste indálico, resuelto a tiempo por Bruno Langa. Igual ahí pudo cambiar el duelo.

El gol impactó en el rostro rojiblanco como el puño de Ilia Topuria sobre Volkanovski unas horas antes. El Granada cayó a la lona y los de Garitano se le abalanzaron sin piedad. Voló el balón al área en una falta que Édgar cabeceó de nuevo a la pomada. Sergio Ruiz despejó de manera defectuosa y Embarba, junto al poste, empalmó a gol, banderín en alto porque el central indálico se había adelantado. También tuvo más prisa de la cuenta el Choco Lozano, que poco después recibió en un contragolpe y asistió a Arribas, invalidada de nuevo la acción cuando el mediapunta enjauló el balón. Los de casa se desangraban, absolutamente incapaces, y los visitantes se ensañaban, aun sin fortuna en la ejecución final.

El conjunto rojiblanco sufría un ataque de ansiedad, aturullado en cada construcción y acongojado cada vez que veía al Almería acercarse. No carburaba. Hongla, errático en el eje, sacó el rifle desde la frontal, desviado el intento. Miguel Rubio remató en posterior saque desde la esquina, manso a las manos de Maximiano. Los visitantes desplegaban la manta sobre el césped de Los Cármenes y se acomodaban en una plácida tarde de domingo. Incluso amenazaban sin exigirse demasiado. Medina trató de corregir de inmediato, al campo Maouassa a la media hora en lugar de Villar, pero la incursión del francés no hizo más que desesperar a la hinchada, desubicado y exhausto antes de entrar. El chico parece necesitar una pretemporada urgente. Las posesiones nazaríes eran chiclosas, sin sabor ya cuando alcanzaban el balcón del área. Todo explotó en una sonora reprimenda al desfile nazarí hacia vestuarios.

El choque se reanudó con Boyé ya entre los soldados rojiblancos, que asomaron con otra actitud, si bien la reacción fue fugaz. Pellistri, obtuso aunque insistente, comenzó a percutir por el costado diestro, algo atolondrado el Almería, y el balón parado emergió como una herramienta atractiva. Hongla conectó el frentazo en un saque de esquina y medio estadio, el que no vio que se había ido al lateral de la red, gritó gol. Después Maouassa puso la pelota en órbita para concluir un malicioso contraataque. Uzuni, más tarde, colgó un balón bajo que se paseó frente al arco de Maximiano hasta que Bruno Langa apareció para impedir el remate de Pellistri en boca de gol. Insuficiente, no obstante, para perturbar al cuadro dirigido por Garitano, que conservaba el gobierno del choque con el cronómetro a su favor.

El Choco Lozano disparó una bala a un defensor rojiblanco y, después, peinó arriba un balón colgado desde el costado diestro que sonaba a marcha imperial. Más tarde, Arribas armó la pierna en un contragolpe, taponado por Miguel Rubio. El Granada había entrado en estado de descomposición y Medina pretendió retrasarlo con Gumbau, amonestado en apenas tres minutos. Lo siguiente que hizo fue detectar una grieta en la zaga almeriense para asistir a Uzuni, a quien se le inyectaron los ojos en sangre como antaño. Levantó las pegatinas de los defensas indálicos en la carrera y clavó su mirada en la de Maximiano antes de ajusticiar sin clemencia a su excompañero. Justo a tiempo.

El temor encogió al Almería mientras los del Cacique Medina volvían a la vida. En otro ataque relámpago, Maouassa cargó el fusil, pero cayó al sentir el contacto de Marc Pubill, que acudió a solucionar. Gil Manzano señaló sin dudar el punto fatídico, pero desde la sala VOR le invitaron a revisar la repetición. Consideró entonces que la carga fue legal, anulada la pena máxima para decepción del respetable. En la visualización se apagó la llamarada rojiblanca. Pozo cayó en el área, amonestado por simular ante Batalla, y después tiró al bulto en otro mano a mano con el arquero. El técnico rojiblanco sacó toda la artillería, al campo Józwiak y Puertas en el lugar de Pellistri y Maouassa, para mofa de la hinchada, pero el alargue no dio más que para un par de sustos almerienses. Los púgiles acabaron cabizbajos, sumidos en la tristeza. Son los dos peores equipos de Primera y, salvo cambio radical, competirán por la última plaza.


Ficha técnica:

Granada CF: Augusto Batalla; Ricard, Miguel Rubio, Piatkowski, Carlos Neva; Martin Hongla (Gumbau, 66’), Sergio Ruiz; Facundo Pellistri (Józwiak, 90’), Melendo (Lucas Boyé, 46’), Gonzalo Villar [Faitout Maouassa, 33’ (Puertas, 90’)];  y Myrto Uzuni.

UD Almería: Luís Maximiano; Marc Pubill; Édgar, Radovanovic, Bruno Langa; Iddrisu Baba (Dion Lopy, 83’), Robertone; Sergio Arribas (Pozo, 66’), Jonathan Viera (Melero, 66’), Embarba; y Choco Lozano (Marezi, 74’).

Goles: 0-1: Marc Pubill, min. 9; 1-1: Uzuni, min. 76.

Árbitro: Jesús Gil Manzano, del comité extremeño. Amonestó a los locales Gonzalo Villar y Gumbau, así como a los visitantes Robertone, Édgar y Alejandro Pozo.

Incidencias: Encuentro correspondiente a la 25ª jornada de Liga en Primera División, disputado en el estadio Nuevo Los Cármenes ante 18.756 espectadores.