El Granada renace y muere en un suspiro (2-2)

Al conjunto rojiblanco se le escapa la victoria en el descuento, tras desperdiciar una ventaja de dos goles gracias a los tantos de Rebbach y Tsitaishvili

Granada CF Real Zaragoza
Los jugadores del Granada se lamentan sobre el césped tras dejar escapar la victoria | Foto: Antonio L. Juárez
Chema Ruiz España
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Los Cármenes va camino de convertirse en lugar de funesto culto cada día de Halloween, uno de esos sitios malditos en los que suceden hechos inverosímiles y por los que los fantasmas campan a sus anchas. El Granada renació frente al Zaragoza, con un hombre menos, y logró dar caza al pelotón que encabeza la carrera por el ascenso hasta el minuto 90, pero murió en un suspiro, ya en el alargue. Al conjunto rojiblanco se le escapa en el descuento una victoria con la que ya reservaba su primera noche en playoff desde noviembre, que metía presión al Almería y, en cualquier caso, lo subía a bordo del tren de la vuelta a la élite. Abde Rebbach, con una obra de arte, y Tsitaishvili, ya tras la expulsión de Gonzalo Villar, habían pagado a medias el billete, pero el Zaidín no es un lugar seguro esta temporada. El cronómetro comenzó a descontar por encima del tiempo reglamentario y el cuadro nazarí se descompuso. Alberto Marí, que había entrado pocos minutos antes, asestó dos puñaladas que dejaron a todo el granadinismo helado.

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Todavía habrá quien, ya en casa tras un reflexivo camino de vuelta, no encuentre una explicación a lo sucedido en el feudo nazarí, ni el momento en el que al Granada se le escapó la victoria de entre los dedos. La grada era una fiesta, aunque el encuentro había sido trabajado. Las musas solo se le aparecieron a Rebbach y a Lucas Boyé, lo que durante buena parte del choque pareció suficiente para volver a cerrar las puertas del estadio. Ni siquiera jugar con un hombre menos mermaba a los rojiblancos, pero se deshicieron como un azucarillo en una taza de café cuando tocaba guardar los puntos. Otra oportunidad que se les escapa. Así, es difícil mantener la ambición.

Hacía ya horas que había escampado cuando el balón comenzó a rodar, pero sobre los rojiblancos todavía reposaba alguna nube, suficiente para obnubilarles. Quisieron sacar rápido el látigo para domar a su rival, que, sin embargo, les salió irreverente. Bastaron pocos minutos para que los zaragocistas se presentaran como un león dormido, que de vez en cuando puede soltar algún zarpazo y dejar al aire las tripas de cualquiera. A Mario Soberón le picó la curiosidad y, sin dudarlo, pateó con violencia un balón que nadie parecía querer, sin problemas para Luca Zidane. Fue el aviso que empezó a mosquear a los de franjas horizontales. El equipo de Miguel Ángel Ramírez se movía como una ráfaga de viento de tormenta, de esas que hacen doler los huesos en previsión de la descarga. Pero el relámpago que estaba por caer, en realidad, vestía de rojo y blanco.

Escribá escaneó a los suyos y tuvo claro el diagnóstico: encefalograma plano. El plan de protección con tres centrales y Tsitaishvili como carrilero no hacía más que hundir al Granada en su propia trinchera en lo que los maños desplegaban las alas. El técnico sacó el bisturí e intervino con precisión. El georgiano cayó a su posición natural, de vuelta a la defensa par, y a la izquierda se descolgó Abde Rebbach, que apenas exploró aquel carril encontró una lámpara mágica. La frotó y no salió un genio, sino el aura del mismísimo Yacine Brahimi, que le poseyó en un eslalon de vértigo. El argelino recibió y aceleró como el mismísimo Rayo McQueen. Dejó a Adrián Liso en la cuneta, sorteó a Iván Calero y esquivó a Francho antes de enroscar un disparo a la escuadra. “¡Kuchow!”, pareció guiñar mientras el esférico acariciaba la red. Dijo en su primera entrevista, con GranadaDigital, que solo le faltaba el gol. Lo estaba manifestando.

La cirugía surtió un efecto inmediato, balsámico para los rojiblancos, pero no extirpó la patología y el cuadro estaba a punto de agravarse. El Zaragoza no se había amansado. Encajó el derechazo con mandíbula de hierro y continuó desplegándose con brío, sobre todo por el flanco en el que ahora Loïc Williams ponía el parche. Se soltó desde esa banda Adrián Liso, que pretendió emular la rosca de Rebbach, aunque le faltó puntería para marcar. Lo que sí hizo fue despertar el murmullo de nuevo en la grada, un rumor que rompió en un repentino silencio cuando a Gonzalo Villar se le enredó una conducción anodina. El murciano no quiso soltarla cuando tenía líneas de pase aseadas y, en el momento en el que perdió el control del cuero, pisó el tobillo de Francho Serrano en un intento por dominar de nuevo la situación. Cid Camacho paseó el cartón rojo y los de franjas horizontales apretaron los dientes. 

Escribá apuró lo que restaba hasta el entreacto sin retoques, temerario, aunque logró llegar coleando al intermedio. Al Zaragoza le pudieron los nervios, felino Luca Zidane para palmear un golpeo lejano de Tasende y taponar después el rechace. Keidi Bare también lo intentó, pero para cuando Martin Hongla saltó al césped, en la reanudación, el marcador seguía en favor del Granada. El goleador fue el sacrificado en esta segunda operación, que escoró a Stoichkov a la banda. Arriba se quedó solo Lucas Boyé, a quien se le despertó el instinto en cuanto comprobó que los aragoneses regresaron aletargados. Gambeteó por el costado hasta llegar al fondo y, una vez allí, escrutó el horizonte como vigía pirata desde la cofa del barco. No vio tierra, sino a Tsitaishvili despegarse de su marca. sirvió el pase letal y el georgiano aulló el gol. Un soplido para, ya sí, despejar el cielo de Los Cármenes.

La dentellada dejó al Zaragoza herido de muerte. Miguel Ángel Ramírez intentó cortar la hemorragia, pero no tuvo tiempo ni de hacer el torniquete. Sergio Ruiz puso la pelota a volar desde la esquina y Stoichkov, en el segundo poste, la devolvió a la pomada. Manu Lama, siempre bien situado, metió la cabeza para mandarla a guardar, celebración abortada por un fuera de juego milimétrico. Los maños, salvados por el VAR; el Granada, al borde del frenesí.

No hubo pena en los rojiblancos, ni tampoco estridencias que pudieran poner en peligro la renta. Contemporizaron con la pelota en lo que su presa se desangraba. El Zaragoza arrió las velas, aunque pareció quedarse sin alma al sentir el colmillo de Tsitaishvili. El georgiano dejó su sitio a Rodelas, mientras que Manu Trigueros saltó por Stoichkov para atar los puntos. El de Talavera, nada más salir, teledirigió otro envío como el que asistió a Lucas Boyé en El Alcoraz, pero la testa de Miguel Rubio no tuvo tanto atino como el argentino la semana pasada. El ariete se retiró ovacionado, en reconocimiento de otra clase magistral, y el cuarto árbitro levantó la tablilla con el público eufórico. No había ni un augurio del chaparrón que estaba por caer. 

Con el tiempo extra y Alberto Marí en el campo, sintieron los maños que les alargaban la vida. El Granada se protegía sin demasiado apuro, hasta que el delantero martilleó en un saque de esquina. La moral rojiblanca se hizo añicos y a la afición se le desdibujó el rostro del miedo. Pau Sans aleteó libre por la banda y combó un centro inyectado en veneno. El punta lo acarició antes de que fuera a parar a la red, con el banderín en alto. Se hizo un silencio tenso, una pausa eterna. La revisión dio vía libre a la celebración y los rojiblancos se desquiciaron en una tangana que desembocó en la expulsión de Stoichkov, ya en el banquillo. Otra jornada sin perder; otra semana sin ganar.


Ficha técnica:

Granada CF: Luca Zidane; Rubén Sánchez, Miguel Rubio, Manu Lama, Loïc Williams, Giorgi Tsitaishvili (Manu Trigueros, 78’); Sergio Ruiz, Gonzalo Villar; Abde Rebbach (Martin Hongla, 46’), Stoichkov (Rodelas, 78’) y Lucas Boyé (Borja Bastón, 90’).

Real Zaragoza: Joan Femenías; Iván Calero (Marcos Cuenca, 59’), Kevin Arriaga, Jair Amador, Tasende (Ager Aketxe, 73’); Adrián Liso, Keidi Bare, Francho Serrano, Adu Ares (Alberto Marí, 59’); Mario Soberón (Pau Sans, 59’) y Bazdar.

Goles: 1-0: Abde Rebbach, min. 23; 2-0: Tsitaishvili, min. 48; 2-1: Alberto Marí, min. 90+2; 2-2: Alberto Marí, min. 90+4.

Árbitro: Germán Cid Camacho, del comité castellanoleonés. Amonestó a los locales Loïc Williams y Manu Lama, así como a los visitantes Mario Soberón, Jair Amador y Adrián Liso. Expulsó a los locales Gonzalo Villar y Stoichkov, ya en el banquillo, con cartulina roja directa.

Incidencias: encuentro correspondiente a la 28ª jornada de Liga en Segunda División, disputado en el estadio Nuevo Los Cármenes, ante 15.266 espectadores.







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