Granada como un tratado sobre la paciencia
Granada y los granadinos están siendo sometidos a un programa-piloto que estudia el grado de abusos que los ciudadanos están dispuestos a soportar. Solo así se explica que a siete días del enésimo plazo venga un tal Felipe López, a la sazón consejero de Fomento, y anuncie un nuevo retraso en la entrada en servicio del tranvía metropolitano de Granada.
Hace tiempo que tengo dicho que la Junta y Canal Sur han inventado un modismo lingüístico del idioma español, el ‘autonómico’, una variante de la lengua común que no se habla ni en Granada ni en Málaga ni en Córdoba ni en ninguna de las ocho provincias de Andalucía, ni siquiera en Sevilla. Tan solo en ‘la nuestra’ (‘la suya’, por posesión y pertenencia) y en dependencias de la Junta. Así, vino López y anunció muy serio la “ampliación del periodo de pruebas en blanco para garantizar la calidad del servicio”, que traducido al lenguaje común significa un nuevo retraso sobre el retraso del anterior retraso que se retrasó porque iba retrasado al retrasarse el retraso que estaba retrasando un retraso muy retrasado… hasta perderse en la noche de los tiempos.
Lo dijo sin reírse, lo cual es más difícil teniendo en cuenta las circunstancias. Porque tiene que ser muy difícil contener la risa cuando se exponen las razones que alegaba López: habló de velocidades, pues confiaban en llegar a 16 por hora y solo han llegado a doce o algo así. Para los ignorantes como el que suscribe, tales ritmos le parecen igual de nulos en materia de tiempos competitivos, qué quieren que les diga. Lo de los cruces ya fue comentado aquí: resulta que desde 2007 en que se cerró el trazado nadie los había contado y cuando lo hicieron, hace unos días, les parecieron una barbaridad. Y más: hay quien aparca sobre las vías y hasta quien aprovecha para hacer carga y descarga. ¡Qué escándalo! ¡Aquí se juega!, como exclama el capitán Renault en Casablanca… Y lo peor de lo peor: parece ser que circulan bicicletas por las plataformas del tranvía. Mira tú la gente cómo es, oye…
En este apartado del estudio sobre la paciencia ciudadana es donde yo encuentro todo un tratado sobre la causa y el efecto o -si lo prefieren- un preámbulo para el informe definitivo que establecerá si fue antes el huevo o la gallina. Pero, hombre, López: ¿piensa usted que una sola de esas bicicletas que ahora se meten sobre el verde césped artificial inerte va a continuar haciéndolo cuando por ahí vaya el tranvía? Admito, consejero, que he visto a mucho ‘bicicletillas’ de esos que a usted ahora le llevan a retrasar hacer locuras de todo tipo, ¡pero siempre contra los peatones! No creo yo que se atrevan contra esos trenes que algún día circularán por las vías. Y en cuanto a lo demás que usted aduce, pues lo mismo: ¡a ver qué camión de transporte va a parar en medio de la vía el día soñado los trenecitos circulen con su camisita y su canesú! Y no se me enfade porque haya quien ha aprovechado todo este prolongado tiempo de obras para regatear la ORA, descargar una bombona o acortar el camino en bici.
Rebobino hacia la jornada aquella en que anunció la fecha del 31 de marzo -ahora tan obsoleta como las anteriores- y recuerdo el contexto: a tres días de una movilización que se preveía multitudinaria -y lo fue- contra la desconexión ferroviaria usted y la Junta se presentaban como ‘cumplidores’ frente al Ministerio de Fomento. Ya de por sí era un sarcasmo decir que se había dicho en primavera y se haría en primavera, teniendo en cuenta que la estación de los poetas llega hasta el 20 de junio. Por tanto -dirá usted-, ¡todavía estamos en plazo!
Lo malo es que aquel 31 de marzo ya tenía truco: restringido al funcionarial horario de 9 a 3, con frecuencias de una hora y sin completar los 16 kilómetros de trayecto. Un truco que como esas muñecas rusas encerraba el truco de ayer que nos emplaza a mediados de mayo y… Lo dicho, cuando tenga redactado el estudio ya nos contará usted.