La Granada fantasma que el estado de alarma dejó hace un año
Barrios populosos como La Chana o el Zaidín, calles del centro histórico o hasta la misma Alhambra se vaciaron de la noche a la mañana
Hace justo un año, miles de granadinos asistían atónitos a una realidad desconocida hasta entonces. Con la declaración del estado de alarma, el confinamiento y el toque de queda, la capital se convertía de la noche a la mañana en una ciudad completamente fantasma, desértica, como si la desazón y el silencio se hubieran apoderado de ella o un dementor le hubiera succionado el alma nocturna, picantona y juvenil que siempre la ha caracterizado.
Las veladas previas a los primeros días de restricciones, Granada apuraba su último sorbo de libertad, una condición de la que siempre ha hecho y sigue haciendo gala. Fueron tragos amargos, con un claro aire a despedida por tener que aprovechar cada segundo, ignorando en ocasiones que el coronavirus ya era un peligro real más allá de que hubiera o no restricciones. Como ese estudiante en su último día de erasmus en Ámsterdam, o al igual que Edward Norton haciendo el papel de Monty Brogan en 'La última noche', de Spike Lee, la vida en la calle tenía las horas contadas.
Y así fue cómo, en un abrir y cerrar de ojos, los granadinos -de la misma forma que el resto de ciudadanos de España- empezaron a vivir en confinamiento, recluidos en sus hogares por el miedo al Covid y la decisión adoptada por el Gobierno. En las casas, una calma tensa. Afuera, un escenario dominado por la nada, puntualmente interrumpida por un autobús, un coche patrulla, ambulancia o un vehículo de la UME.
Desde la Carretera de Málaga hasta el Palacio de Deportes. De La Chana al Zaidín. Y por supuesto la Gran Vía o la Avenida de la Constitución, pasando por Villarejo, el Triunfo o la siempre bulliciosa calle Elvira, tal y como demuestra este vídeo grabado por un equipo audioviosual de GranadaDigital en un 23 de marzo de vacuidad. Llama la atención que en el cruce de Camino de Ronda con Recogidas aún permanecía la bandera del Granada CF, que el Ayuntamiento colocó en señal de apoyo al club rojiblanco para la eliminatoria copera contra el Athletic pese a que el partido, y el sueño, ya se habían esfumado.
El centro histórico, un remanso de paz inusual
Al son cuasi tétrico de Lacrimosa, la parte final de la Sequentia Dies Irae Misa usada por compositores como Wolfang Amadeuz Mozart en su Réquiem en re Menor, K 626, un nuevo vídeo de aquellos días -en este caso del 8 de abril- acerca una realidad aún más nostálgica y consumida por la soledad del estado de alarma.
El centro histórico simplemente vacío. En esta ocasión, se pueden observar los efectos del confinamiento sobre espacios tan emblemáticos como la plaza de la Romanilla, Pasiegas, Bib-Rambla, Reyes Católicos, Ángel Ganivet, la Capilla Real, la Judería y el Zacatín, Fuente de las Batallas, Carrera de la Virgen, Plaza Nueva o un Paseo de los Tristes haciendo más que nunca honor a su nombre mientras un vehículo de la Unidad Militar de Emergencias y otro del Ejército de Tierra avanzan junto al río.
La escena se traslada entonces a Calderería Nueva y el recorrido asciende hasta alcanzar el imponente Mirador de San Nicolás, acostumbrado a estar atestado de turistas y esta vez dominado sólo por la inmensidad de la Alhambra y su característico empedrado sosteniendo la cruz.
La Alhambra como pocas veces se había visto
Y precisamente la Alhambra se colaba diez después, el 18 de abril, por el objetivo crítico de este medio. Desde sus cascadas exteriores hasta la belleza del Patio de los Leones. Como en las películas del Lejano Oeste, un felino interrumpe el plano, dando muestras de la inacción del momento y haciendo bueno aquel dicho de "no hay ni el gato" para evidenciar la ausencia de personas.
Ni el Palacio de Carlos V, ni los Palacios Nazaríes, la Alcazaba o el mirador que da al Paseo de los Tristes y el Sacromonte. El segundo monumento más visitado de España -el primero es la Sagrada Familia, pero porque no tiene límite de aforo- de repente convertido en un oasis de tranquilidad absoluta y monacal.
Impertérrita como siempre, con el agua como elemento estructural, la Alhambra de Granada se quedaba tan vacía como el alma de Boabdil cuando, en el Suspiro del Moro, escuchó a su madre decir aquellas palabras llenas de frustación, ira y dolor que, por sexistas, hoy serían algo más que reprobables: "Llora como una mujer lo que no has sabido defender como un hombre". Y nunca más vio Granada.