El crimen del vudú, el otro exorcismo del Albaicín
Juan José J. A. falleció en 1995 durante un ritual en el que se intentaba expulsar al espíritu de un niño árabe por el que estaba convencido de haber sido poseído
Había caído la noche de un lluvioso sábado cuando Juan José J. A., de 28 años, murió en la vivienda que compartía con su pareja, Concepción T. Y., en la calle Aljibe de Trillo. Era el 11 de noviembre de 1995, pero ella aseguró haber encontrado su cuerpo dos días más tarde, arrodillado en el cuarto de baño y con la cabeza apoyada en el borde de la bañera. Había sufrido una fractura de las vértebras cervicales del cuello. Estas condiciones, así como una costilla rota y magulladuras superficiales en el abdomen, hicieron pensar que se trataba de un accidente doméstico, si bien el análisis forense descartó esta hipótesis. Su muerte se habría podido producir durante un ritual, una suerte de purificación a través de técnicas de vudú para tratar de expulsar al espíritu que él pensaba que le había poseído, en el que, al menos, dos personas lo habrían descoyuntado. Fue el otro exorcismo del Albaicín.
"Hay uno que es el más famoso, el que se hizo a Encarnación Guardia, que fue muy sonado. El otro se conoce como el exorcismo del vudú", precisa el escritor y periodista César Requesens, autor de la obra 'La Granada Insólita y Secreta', quien puntualiza que el suceso "fue una cosa extraña". Juan José y Concepción residían en la calle Aljibe de Trillo, en pleno Albaicín. "Algunos titulares periodísticos del momento llegaron a proclamar que ‘el maligno había hecho derramar sangre de nuevo en el barrio en otro misterioso ritual’", escribió el abogado César Girón, autor de, entre otros libros, ‘El Dossier Negro de Granada’. La vivienda se ubica hacia la mitad de esta callejuela, en la que casi se pueden tocar a la vez los dos extremos al extender los brazos. De noche, aun bajo la pálida luminiscencia de las farolas que la alumbran, infunde cierta congoja, como sucede en otras del barrio.
No había, a primera vista, nada extraño en estos jóvenes. "Era una de las muchas parejas que vivían en el Albaicín y tenían una vida alternativa, con otras costumbres", se encoge Requesens. Pero el barrio siempre fue celoso con la privacidad, y de puertas hacia adentro escondían afición por los rituales y el esoterismo. Él, hijo de españoles emigrados, había nacido en Uruguay, pero regresó siendo joven. Concepción tenía origen dominicano, y ahí radicaría su culto a ciertas creencias oscuras. En concreto, las crónicas del suceso señalaron que se consideraba santera, una religión a medio camino entre el vudú y el cristianismo. "Hacía curaciones y diversos tratamientos", detalla el periodista y escritor. "A ella le gustaba su magia y sus cosas", señalan familiares del fallecido.
La posesión
Pero hasta ahí, nada se adentra de lleno en el plano paranormal. Todo comenzó con una visita a la Alhambra, en la que se tomaron una fotografía. En la instantánea, Juan José aparecería rodeado por un aura luminosa en la que ambos identificaron la figura de un niño. Él empezó a sentir desde entonces unos dolores y molestias en la zona del cuello, por lo que se convenció de que estaba siendo acosado por un espíritu que se le había asido por la espalda y le aterrorizaba. "Había momentos en los que hablaba con la voz de un niño y en árabe. Era extraño escucharle con esa voz y diciendo datos que él no podía conocer. Eso empezó a alterar a los de su entorno y especialmente a su novia, porque, además, él perdía la conciencia durante un tiempo y se convertía en un niño, que era quien hablaba por él", apunta Requesens.
"Los testimonios sobre la posesión de este chico eran muy fuertes. Su conversión era muy evidente. Se transformaba en un niño. Dejaba de ser él durante un rato. Si una persona, de repente, se transforma en otra y se pone a hablar en un idioma que no conoce, hay un hecho sobrenatural. Si sabe cosas que no sabría de manera natural, ¿cómo puede acceder a esta información? ¿Cómo puede comportarse así? ¿Cómo puede hablar ese idioma?", plantea el experto. Sostiene que, una vez revisados los indicativos que se tienen en cuenta a la hora de determinar si existe posesión -entre otros aspectos, se comprueba si la persona padece alguna enfermedad de carácter psiquiátrico-, se puede determinar que Juan José los cumplía. "En este caso, no fue una posesión demoniaca, sino de una persona, una entidad extraña", apunta.
El convencimiento del hombre y su pareja de que esta posesión se había producido les llevaron a tomar cartas en el asunto. "Decidieron encerrarse en una casa y practicarle un exorcismo, digamos doméstico o casero, al estilo de su tradición, del vudú", narra Requesens. "Pudo haberse producido con ocasión de otro tipo de ceremonia más específica, propia de algunas de las derivaciones caribeñas de la religión animista, de santería cubana o Regla de Ocha, o de santería dominicana, Candomblé, Macumba o Umbada", señaló César Girón, apoyado en las diligencias abiertas en su momento para esclarecer los hechos. Nunca llegó a quedar claro el procedimiento, pero, en cualquier caso, "durante ese tratamiento que intentaron hacer para expulsar al espíritu, el chico sufrió unas convulsiones muy fuertes", añade Requesens.
El ritual
"Intentaron sujetarlo para que no se hiciera daño y una de las personas que estaban asistiendo a este exorcismo tuvo la mala suerte de que le apretó la cabeza con tanta fuerza que le rompió el cuello", subraya el escritor de 'La Granada Insólita y Secreta'. El joven murió en aquella misma noche de sábado, pero fue el lunes cuando su pareja, Concepción, notificó el hallazgo del cuerpo. "Bajó a una tienda de comestibles que había cerca para que le dejaran llamar por teléfono y avisar", recuerdan familiares de Juan José, quienes, sin embargo, inciden en que vecinos del lugar aseguraron que "la mujer había fregado toda la casa momentos antes". El testimonio concuerda con lo que la funeraria trasladó al entorno del fallecido, que fue que "todo estaba ordenado". "Le habían cambiado los pantalones", apuntan.
En aquel momento, comenzó una investigación que desembocó en un largo proceso judicial. "Inicialmente, nada hizo pensar a la Policía Judicial ni al titular del Juzgado de Instrucción número 6, Miguel Ángel del Arco Torres, que se hizo cargo de las diligencias, que se encontraban ante un suceso extraño, por lo que ordenó el levantamiento del cadáver entrada ya la madrugada. Los resultados arrojados por la autopsia que fue practicada al día siguiente y la reconstrucción de los hechos que el juez ordenaría practicar inmediatamente, con presencia de la única persona conocida y relacionada con el asunto, Concepción T. Y., (...), llevarían a barajar la hipótesis de que la muerte de aquel hombre no era una cuestión accidental, sino un suceso insólito en el que la superstición, el rito y la magia se concitaban con la incultura y la locura en un nuevo crimen ritual", escribió César Girón.
Proceso judicial
El juez se llegó a trasladar hasta el domicilio para llevar a cabo la ordenada reconstrucción del hallazgo del cadáver, durante la que encontraron un fetiche, que representaba una cabeza humana en la que los ojos y la boca eran conchas marinas, coronada por una pluma. Concepción fue detenida e ingresó en la Prisión Provincial de Granada, a pesar de repetir en sus sucesivas declaraciones que no tuvo nada que ver con lo sucedido.
En el centro penitenciario estuvo recluida durante 20 días, antes de pagar una fianza de 200.000 pesetas. Se mudó a Valencia, con la obligación de comparecer cada 15 días en el juzgado de guardia, y el juez instructor dictó auto de procesamiento contra ella como única imputada. En el año 2000, fue a juicio, pero la causa fue finalmente archivada. El caso quedó sin resolver y la historia quedó en el legado negro de Granada. La familia de Juan José, no obstante, tiene claro lo que sucedió: "Lo mató la pareja que estaba con él, en compañía de alguien más".