Vídeo | Granada, magna y abarrotada con permiso de la lluvia
Aunque con un retraso de 20 minutos en su salida, los 22 pasos pudieron salir a las calles en un cortejo de Pasión envuelto por el fervor de miles de personas
Las manecillas del reloj rebasaban las cuatro y media de la tarde cuando la ciudad abrió el paraguas bajo una densa cortina de lluvia y miró al cielo con el rostro descompuesto. El amanecer había dejado precipitaciones, lo esperado, pero el paso de las horas parecía abandonarlas en el olvido hasta que la bóveda cenicienta sobre la Plaza de las Pasiegas descargó un chapetón desafiante. Los malos augurios se extendieron entre quienes ya acudían al lugar para vivir el mayor de los eventos previstos por el 34º Encuentro Nacional de Cofradías. El cónclave de los hermanos mayores tras el portón de la Catedral presagiaba en apariencia la suspensión de la cita. Un rayo de sol desgarró entonces el velo nuboso como señal inequívoca de que no habría más agua y, aunque con 20 minutos de retraso, La Borriquilla asomó la cabeza para que Granada brillara, magna y abarrotada.
Era difícil que la memoria no rescatara la imagen de la Passio Granatensis de 2009, el otro gran desfile de los titulares granadinos que la historia reciente de la ciudad puso sobre las calles. La entrada de Jesús en Jerusalén inauguró en esta ocasión 'La Pasión según Granada para una nueva evangelización', la Procesión Magna que corona el Encuentro Nacional de Cofradías. Marcó el camino de los 21 pasos restantes que, en una marcha rápida, tal vez para evitar que el tiempo tuviera la oportunidad de sorprender de nuevo con lluvia, revivieron la devoción en la capital. Ha sido para quienes han abarrotado las calles, granadinos y visitantes llegados de todas partes, una suerte de Semana Santa reducida, siete días de sentimiento comprimidos en poco más de siete horas de fulgor.
Cada salida rompía en aplauso de las miles de personas que en la Plaza de las Pasiegas disfrutaban de la Pasión granadina. Enfiló el primero de los pasos el camino hacia el pie de la torre y le siguió la Santa Cena, bajo una expresa directriz de su capataz a los costaleros que cargaban la escena: "Siempre con cariño y mimo". El sol bañó después la espalda de Nuestro Señor en el Huerto de los Olivos y, tras él, Jesús de la Paciencia. La talla de Nuestro Señor de la Humildad pisó la calle, seguido del palio salmón de Nuestra Señora de los Dolores y La Sentencia. La Borriquilla, mientras tanto, viraba en Gran vía hacia Reyes Católicos, en cabeza de la comitiva, al tiempo que una 'levantá' de El Rescate en el quicio del portón de la Catedral erizaba el vello.
Así, una a una, cada hermandad fue al encuentro de su ciudad, señalando con cera de vela el sendero mientras el incienso envolvía a los devotos a un lado y otro del desfile. Las Tres Caídas y María Santísima del Sacromonte cedieron el protagonismo al barrio del Zaidín, con salidas casi consecutivas del Cristo del Trabajo y de La Lanzada. Entre medias, el Cristo de la Expiración. Al borde de las 19:00 horas, un grito irrumpió en el fervor reinante en las Pasiegas, acompañado del tintineo de las campanillas: "¡Aurora, guapa!". En camino, Jesús de la Pasión iba arrastrando su cruz hasta alcanzar con su zancada la Plaza del Carmen.
Empezaba el camino de vuelta para las primeras hermandades cuando la esencia zaidinera volvía a situarse bajo el foco con el Cristo de la Redención, previo al momento de pedir tres favores. El crepúsculo extendía ya la sombra sobre la Catedral cuando el paso sin palio de Nuestra Señora de la Soledad iniciaba el camino inexorable hacia la Resurrección. La Esperanza, siempre lo último que se pierde, cerró el cortejo casi al mismo tiempo que la iluminación viaria se encendía para que los pasos relucieran aun en la oscuridad, si bien a la noche todavía le quedaban horas de procesión.
Las hermandades rezagadas del pelotón apuraban el desplazamiento por el recorrido oficial en una marcha danzante, para regocijo de quienes aguantaban junto a la tribuna, hasta que la ramificación obligaba a callejear para localizar las imágenes. Las primeras de esta Magna aprovechaban la ocasión que este sábado les había brindado para estirar la vuelta a casa. En lo que divisaban las puertas de su parroquia, dibujaron escenas memorables. Entre ellas, un emocionante encuentro, entre María Santísima del Sacromonte y La Aurora. "Es lo más grande que puede vivir un cristiano", exteriorizó el capataz de la hermandad de Los Gitanos, mientras casi se acariciaban los tronos, antes de enfilar el camino hacia el Albaicín y el Sacromonte, respectivamente. A paso corto hasta el templo, intentando arañar, al menos, cinco minutitos más, que todavía falta mucho para la próxima Semana Santa. El aperitivo, eso sí, hará más corta la espera.