La mejor noche

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Antonio Somoza rescata los mejores recuerdos de la noche de Reyes | Foto: Remitida
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Parece que no, pero ya está aquí, a la vuelta de la esquina, la mejor noche del año. La mejor para los niños y, digan lo que digan, y aunque puede que alguno de ustedes se atreva a negarlo, la mejor para todos nosotros.

Ya ha pasado el día 22 de diciembre y la canción histórica de los niños de San Ildefonso con la lotería y los nervios de siempre.

Ya han pasado los días en los que había que ir a Bib-Rambla a ver a los gitanos, nuestros gitanos granaínos, con su venta de pavos vivos en los pequeños corrales que había en la plaza.

Ya ha pasado la Nochebuena y la reunión de todos los que aún quedamos aquí con el pensamiento, los recuerdos y la añoranza por los que se fueron y nos dejaron un vacío que en esa noche es aún mayor.

Ya ha pasado el lío de las campanadas por televisión mientras los mayores, en ese momento, echamos de menos cuando no había tele, cuando mandaba la radio y tras la fornida voz del locutor de turno que cada vez sonaba igual, sonaba un pasodoble, España Cañí o el Gato Montés y, en mi caso, mi padre y mi madre bailaban cada año sin dejar de mirarse.

Ya ha pasado el 2 de enero, el día de la Toma, los gritos ante el ayuntamiento con el Pendón tremolado y el recuerdo a los Reyes Católicos y su llegada a nuestro reino.

Todo eso ha pasado, la Navidad para todo el mundo ha pasado, menos para nosotros, los españoles, a los que nos queda guardar las zambombas, las carrañacas, las carrascas y alguna que otra pandereta aún entera mientras vivimos la semana final con la apoteosis de la noche de Reyes. Esa noche del cinco al seis de este mes de enero.

Otra vez la mente volará al pasado recordando tus horas de sufrimiento y miedo, a la vez que de esperanza, cuando sabes que algo vendrá, pero sabes qué bueno de verdad no has sido y que algo malo habrá para que el rey de tu elección, hay tres para elegir, pueda decidir sobre tus méritos y tus pecados. Y has ido de nuevo a Bib-Rambla a ver al rey mago que te esperaba, te sentaba en sus rodillas y con muchos juguetes a los lados te preguntaba cómo habías sido, qué habías pedido y qué esperabas mientras tú no decías ni pío mirando aquella barba que ocultaba a un ser especial al que llevabas esperando un año entero.

Y, perdónenme, porque uno ya ha perdido un tanto el sentido de lo que se pide ahora, pero en mis tiempos era otra cosa. En nuestra casa había una copia perfecta en madera del puente famoso de la película ‘El puente sobre el rio Kwai’ y un ‘Fuerte’ enorme, importante, también de madera, que nos hacía vivir de nuevo las guerras de indios y vaqueros con los personajes de plástico montando a caballo o en sus carros, seguía mandando la madera, con los que se podía correr por la limpia pradera del pasillo de casa. También coches y tanques de lata y, cuando uno crecía, llegaban los Juegos Reunidos y las cajas de química para el que quisiera aprender algo más que en el colegio. Pero, en mi caso, los Reyes me hicieron competir con el ‘vicio’ de mi padre que era la lectura, y las obras de mi iniciador Julio Verne aún están en el mueble correspondiente y así conocí un viaje a la luna, las correrías de Miguel Strogoff, viajar al centro de la tierra o darle la vuelta al mundo en ochenta días.

Pero, con lo de antes o lo de ahora, ir a ver la cabalgata y a los héroes en las carrozas no cambia, gritar fuerte el nombre de tu preferido es para lo que te has entrenado en días anteriores y piensas que no habrá mala suerte, ni carbón, y todo será bonito. Pero hay que dormir temprano, no hacer ningún movimiento y dejar en la ventana, o en el balcón de antes, agua para los camellos y los señores que viene con ellos.

Pero, ¡qué noche más mala! ¡Qué trabajo cuesta dormir! ¡Qué de ruidos raros hay en el ambiente y no me digan como suene raro un cristal de la ventana o la puerta que tienen que traspasar para entrar!

La noche es sencillamente horrorosa.

Pero gana el sueño, pasan las horas, que no son muchas, y, de pronto, a una hora que no quiere nadie para despertarse, te levantas, vas al salón y en el pasillo tropiezas con lo primero y con lo segundo y con lo tercero… Y resulta que está todo lo que pediste. El rey te consideró bueno, obediente, buen estudiante y aquí están tus premios.

Llegan las lágrimas, los gritos y el escándalo después de la nochecita y los mayores miran y miran la cara de tonto que se te ha quedado al verlo todo.

Es una noche terrible, pero es la mejor noche del año.

Y ya que estamos, feliz año para todos.