El misterio de las momias de Granada
En la provincia se han localizado a lo largo de la historia cuatro corposantos que actualmente se encuentran visibles en distintas ubicaciones
A la trastienda del restaurante El Santo, en La Malahá, se accede mediante una puertecita de madera que poco o nada se debe de parecer a lo que encontró la expedición de arqueólogos que halló la tumba de Tutankamón en el Valle de los Reyes de Egipto, a 4.000 kilómetros de Granada. Sin embargo, sin Brendan Fraser volviera a encarnar al intrépido Rick O'Connell en una nueva entrega de La Momia, el rústico establecimiento granadino sería un escenario tan acorde como la necrópolis egipcia. En su interior guarda una de las momias de la provincia, de las que hasta ahora se han localizado cuatro. "Técnicamente, se llaman corposanto", puntualiza el periodista y escritor César Requesens. No se encuentran envueltas en vendajes, como los restos egipcios que las han dibujado en el imaginario común, pero sí en una suerte de sarcófago del que escapa un halo misterioso.
"Son cuerpos de santo que se mete dentro de una escultura o una cerámica que le representa. No son cuerpos momificados, sino que lo que hay en su interior son los huesos", expone Requesens, autor de ‘La Granada Insólita y Secreta’, enfrascado desde hace años en la investigación de estas momias. Son reliquias que la Iglesia quiso conservar de figuras importantes dentro del catolicismo, restos que se guardan bajo el pensamiento de que retenían con ellos la santidad de su vida. Quedaron en las cámaras subterráneas del Vaticano, precisa, pero, posteriormente, fueron entregadas a cambio de donativos. "Casi hubo un comercio, en la época del Concilio de Trento", expone. Así, llegaron a distintas localizaciones de España. "En Granada, hay al menos siete, pero localizadas y accesibles son cuatro", subraya Requesens.
La maldición de una momia en un restaurante
De todas ellas, la que se halla en La Malahá "es la más peculiar". "No está en una iglesia. La tienen unos particulares. Incluso, construyeron un restaurante para la gente que la quisiera ver, en la antigua casa de los marqueses de Alhendín", relata. Fueron ellos quienes, según explica Requesens, la adquirieron cuando residían en lo que hoy se conoce como La Casa del Santo. "La idea es que la persona que está dentro es San Vicente Graco, miembro de la legión tebana, un centurión que fue una legión que estaba en Tebas, en Egipto, desplazada al norte del imperio romano para defender". Al convertirse al cristianismo, tanto él como el resto de guerreros se habrían negado a beligerar, con lo que el César de la época diezmó la tropa, dándole muerte.
"Con el donativo que hicieron los marqueses de Alhendín, se pudo sacar la reliquia, vestirla, hacerle la cobertura -su envoltura lo muestra vestido de soldado romano- y llevarla a La Malahá", abrocha Requesens. De ahí en adelante, la leyenda en torno a la momia fue creciendo. Surgieron teorías sobre su origen, desde un soldado romano que llegó tras desembarcar en Motril y quedó encandilado hasta que unas mulas que cargaban su cadáver no pudieron viajar más lejos porque, por alguna fuerza extraña, los restos no deseaban abandonar el lugar. Legaron nuevas historias que pasaron de generación en generación en el pueblo y, de ahí, brotó un misticismo que atrajo a no pocos curiosos. Se le atribuyeron milagros, nunca reconocidos por la Iglesia, lo que dio pie a la celebración de ceremonias y cultos hasta hace unos 70 años. Existe, eso sí, un documento del siglo XVIII, rubricado por un arzobispo y varios arzobispos, mediante el que los firmantes conceden indulgencias a quienes recen junto a los restos y manifiestan haber constatado curaciones milagrosas.
"El pueblo le tiene mucha devoción porque le llaman el santo de La Malahá. A los partidos de fútbol había veces que llevaban a la momia para intimidar al equipo contrario", argumenta Requesens, quien también hace referencia a la emisión de un reportaje en el programa Más Allá, de Televisión Española. Aquella emisión, el 9 de enero de 1977, ya recoge el misterio en torno a los restos que allí descansan. "Es una curiosa historia que tiene un protagonista también extraño, un tanto siniestro", presentó el doctor Jiménez del Oso. Entonces, los vecinos del municipio ya dieron testimonio de cómo el paso de los años había borrado de la memoria el verdadero origen de las reliquias, pero no su maldición.
"A mí me han felicitado -ríe César Requesens-, porque parece que no me afecta. Todas las personas a las que se les ha encargado la investigación sobre la momia han muerto de manera dramática", sentencia como una mala melodía. "Es muy morboso el tema, macabro total", apostilla el escritor y periodista granadino, quien reconoce sentirse "regular" cuando entra a la sala en que se encuentran los restos. "Me da una sensación extraña. No debería estar ahí. No es lugar para estar", exterioriza. "El último caso, un sacerdote que investigaba y murió en un accidente de automóvil", detalló en su reportaje Jiménez del Oso.
Requesens, en su investigación, ha podido arrojar más luz a la historia sobre cómo San Vicente Mártir acabó en La Malahá. "A mí me lo encargaron los mismos dueños del sitio. Esto era una casa particular de los marqueses de Alhendín. La compró una señora a la que llamaban María la del santo. ‘Pero bueno, la momia os la lleváis, ¿no?’, planteó cuando iba a adquirirla, pero le respondieron que no, que iba en las escrituras", narra. Fue su hijo quien, años más tarde, decidió abrir un restaurante que facilitara la visita. "Ofrecían cerveza con chopitos de tapa y momia. 'Graná' en estado puro", bromea el periodista. Los restos, abunda, fueron divididos en tres partes, de modo que habría otras dos reliquias idénticas. "Una está en Craco, en Italia; otra, en Brooklyn, y la restante está en Granada".
Las momias de la capital
Ya en la capital, en la basílica de San Juan de Dios, se encuentra otra de las momias localizadas. En concreto, en el camarín. "Mandaron desde Roma 200 reliquias de santos de las catacumbas para acompañar a las de San Juan de Dios. Debajo de un altarcito, en una especie de urna pequeña, más reducida que la anterior, el mismo cuerpo está encogido, recogido para que quepa. Es otro corposanto, con todas sus características", subraya. Se trataría de San Feliciano, cubierto de una vestimenta de romano. A sus pies, un cáliz donde se hallaría "su corazón o algo de importancia para él".
Las dos momias visibles que restan se encuentran en la entrada a las cuevas de la Abadía del Sacromonte. Pertenecen a San Víctor y San Leoncio, que habrían sido matados por su padre después de que se convirtieran al cristianismo. "Se hizo una escultura de cera por encima para recibirlos. Dentro están los huesos. Curiosamente, estas momias están representadas como murieron los santos. Es la misma postura, tal y como los mataron: uno, con una pedrada en la cabeza; otro, con el cuello cortado", precisa.
Momias perdidas
Habría, según expone César Requesens, al menos tres momias más en la provincia. "Tengo indicios de que una podría estar en Loja y otra, en la Catedral de Guadix, pero tengo que verificarlo", subraya el periodista y escritor granadino. "Seguro que hay más, con la cantidad de conventos y demás…", agrega. Incluso, se plantea la inauguración de una ruta misteriosa que recoja estas reliquias. Mientras, ahonda en un nexo granadino con Sicilia, también a través de restos. "Una rama de mis antepasados se estableció allí en el año 1492. Se hicieron condes de Buscemi y fue una familia muy noble hasta su extinción allí en el siglo XIX. Las investigaciones que he hecho me llevaron a dar con una momia que había comprado un antepasado mío italiano, que se encuentra en la iglesia mayor de la localidad. Sería San Pío, aunque los datos bailan mucho y no está muy claro", puntualiza. Un hilo que abunda en el misterio que encierra Granada.