Regreso al futuro a bordo de la 'Saikoneta'

El fenómeno granadino regala a sus "reales" una hora de concierto en la sala Industrial Copera, desvela su nueva canción y promete cantar en Los Cármenes el próximo año

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El armillero se dio un baño de masas con los más de mil jóvenes que asistieron al concierto | Foto: Raquel Ochoa
Chema Ruiz España
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Saiko no está en su peak; ahora está en su prime. O, lo que es lo mismo, la vista no alcanza aún a ver su techo, pero sí asiste a su despegue a una velocidad de vértigo. Tiene 21 años y en poco más de uno ha desencadenado un fenómeno de dimensiones incalculables. De alguna manera, exista mayor o menor afinidad con su música, engancha. Quizás porque sus letras se le pueden escapar a cualquier joven enamorado en un WhatsApp, o tal vez, porque le sobra calle y le da igual pasar de llenar la Plaza de Toros a dar un concierto gratis en la Industrial Copera en apenas un mes. El armillero regaló este jueves un retorno a las salas donde Miguel Cantos empezó a situar su alias en el radar musical. Sus "reales", a bordo de la 'Saikoneta', se dieron una vuelta por sus orígenes antes de regresar al futuro al ritmo de 'Bandidona', su nuevo single. Fue una hora de éxtasis a lo largo de toda la línea temporal que concluyó a la medianoche, pero deja una promesa: cantar en Los Cármenes el próximo año.

Todo fue una sorpresa, desde la celebración del concierto a la aparición del artista cuatro horas antes, pasadas las ocho de la tarde, caminando entre sus fans mientras regalaba juguetes y bebidas energéticas. Para entonces, alguno de los más de mil jóvenes que ya rodeaban toda la nave había cumplido las 18 horas de espera. "Llevan desde las tres o las cuatro de la mañana", puntualiza uno de los empleados de la sala, que se cerciora de que los chavales no son atropellados y de que la acera queda limpia. A un lado, una fila de coches deportivos que parecían sacados de cualquiera de las ediciones del videojuego Need for Speed. Al otro, cientos de grupúsculos de muchachos doblaban la esquina hasta casi bordear por completo el recinto en dos colas. En unos puestos cerca de la entrada, repartían avituallamiento para paliar la sed y artículos de merchandising que se rifaban sin mirar.

Antes del concierto, repartieron bebidas energéticas y hamburguesas entre los fans del granadino | Foto: Raquel Ochoa

Antes del concierto, repartieron bebidas energéticas y hamburguesas entre los fans del granadino | Foto: Raquel Ochoa

"A la de tres, gritan todos y la tiro de espaldas. Si no escucho, no la tiro", advierte uno de los encargados del stand, que ponía en manos del azar el destino de la última gorra disponible. De repente, una furgoneta blanca se detiene entre las dos filas para agitar a la muchedumbre con su mercancía: hamburguesas gratis. Era un bombardeo de estímulos para los sentidos. Empezaron a volar los sándwiches, envueltos en papel aluminio, mientras coreaba la chavaleria. "¡Hamburguesas, oé!", celebraban quienes cazaban alguna. Cinco jóvenes ya devoraban las suyas cuando empiezan a manifestar cansancio. "Llevamos desde las diez de la mañana y se han colado la mitad por allí".

Larga espera

La puertas abrieron hacia las nueve de la noche, cuando las nubes que se cernían sobre el cielo de La Zubia cumplían su amenaza y dejaban caer una finísima cortina de lluvia. En el interior, un deportivo rojo preside la sala enjaulado. Su maletero abierto desvela la mesa de mezclas bajo varias linternas chinas. Un controlado pero incesante goteo de personas sigue a las primeras carreras para pillar el mejor sitio frente al escenario, hasta que la nave se va llenando. Entre los muchachos, muchas camisetas del Granada. Hay 'Bryans', 'Maradonas' y hasta 'Yan Etekis' al dorso de la elástica rojiblanca horizontal, aunque predominan los 'Saikos' sobre el número 13.

Cuando la jaula se perdió entre el bullicio en el centro del recinto y se hubo llenado el anfiteatro, un sonoro bum erizó el vello de los asistentes. "Ahora sí", resonó en el interior de la sala una voz inconfundible para quienes allí se daban cita, que rompieron en un coreo conjunto: "Saiko, Saiko". "¿Dónde está la gente de la 'Saikoneta', las bandidas, los bandidos, los reales?", excitó el artista granadino. "No sabemos cómo va a ser el concierto, absolutamente nada. Solamente hay que tener ganas de perrear", expuso, para casi desatar la locura de sus incondicionales. Alguno debió de pensar después que se estaba quedando con todos, porque se esfumó durante una hora, para desesperación del público.

Un coche enjaulado presidía la sala | Foto: Raquel Ochoa

Un coche enjaulado presidía la sala | Foto: Raquel Ochoa

 

Un foco iluminó a los dj 'Lamanodeoro' y 'ULI' dentro de esa suerte de prisión en que se encontraba el vehículo. Empezaron a impartir una sesión musical plagada de éxitos urbanos, insuficiente para conservar el interés durante tanto tiempo. Las letras de Bad Bunny, Daddy Yankee, Jhay Cortez o Rosalía, entre otros, convirtieron el espectáculo en una fiesta no muy distinta de cualquier viernes noche en alguna otra discoteca granadina, aunque con menos ritmo entre los chavales. Las miradas se fueron desviando hacia las pantallas de los móviles. Algunos, aprovechaban el impás para grabar stories para Instagram e, incluso, para buscar la mejor opción de viaje en la web de Alsa. El calor fue en aumento y emergió entre la multitud un abanico que se movía con potencia, agradecidos quienes recibían el aire de refilón a su alrededor. En el anfiteatro, una pareja se fundía en un apasionado beso mientras esperaba.

"Echamos de menos hacer conciertos"

La cuerda de la paciencia del público se tensó hasta propiciar pitos, pero no lo suficiente para apagar la emoción. A dos minutos de las once de la noche, apareció Saiko, caminando desde una esquina con el rostro cubierto por un pasamontañas y una gorra amarilla visible desde toda la sala. Se encaramó a la jaula y escaló hasta lo más alto para provocar el delirio. "¡’Graná’, puto ruido!", pidió, entre gritos de sus "reales". "Aquí no hay quien nos ronque", comenzó, a la par que se colaba en la retina vidriosa de sus fans y en la memoria de sus teléfonos. "Vamos a liarla esta noche. Es un show especial para todo el mundo. Echamos mucho de menos hacer conciertos", se dirigió a las masas.

De 'Cartier', a 'Tuenti', ese tema que ha puesto en boca de todo el país un término con tanta 'malafollá' granadina como 'cipollo'. Las llamas de los cañones al pie del escenario iluminaban a los bailarines, aun así eclipsados por el armillero. Prosiguió el concierto con 'Atea' y, de inmediato, se unieron las mil voces de Industrial Copera para recitar como una sola 'Reina'. "Eras la princesa de papi, pero ahora eres mi reina. Me llevas al cielo, me quitas todas las penas", entonó a capella la 'Saikoneta'. Se divertía. Hizo entonces una pausa que, aun brevísima, dejó perplejos a los asistentes. Detuvo el tiempo en un instante mágico para después romper en un latido del que brotó el estribillo.

Saiko canta dentro de la jaula durante el concierto | Foto: Raquel Ochoa

Saiko canta dentro de la jaula durante el concierto | Foto: Raquel Ochoa

"Conversaciones con el Ayuntamiento"

Acalorado, exhausto por cantar mientras mantenía el equilibrio sobre la jaula, paró para quitarse la sudadera, retirarse el pasamontañas y beber agua. Aprovechó para pedir el reconocimiento a sus teloneros, quienes desvelaron la noticia: "Estamos en conversaciones con el Ayuntamiento de Granada, porque el año que viene toca en Los Cármenes". Fue el preludio de 'Supernova', uno de sus mayores éxitos. "Voy a bajarme un ratillo con la gente, que estoy muerto", soltó con naturalidad antes de deslizarse por los barrotes. A la gente le encantó. "¡Que se me mata mi niño!", se asustó una joven.

A hombros, y con 'Las Bratz' de fondo, fue llevado hasta el escenario, donde apuró el resto del concierto. Buscó 'Polaris' en el firmamento y rescató la arena y la sal del verano. Al borde de la medianoche, cuando salía en todas sus plataformas su nuevo single, se sumergió de nuevo entre el público para desvelar 'Bandidonas' en primicia y emprender la vuelta al futuro. El reloj se puso a cero y, como la Cenicienta, se marchó. Fue tan efímero como el caminar de un dedo sobre la espalda dibujando un corazón, pero más que suficiente para conquistar a su público. El que se enamora de la música de Saiko, al contrario de lo que dice su tema con Sech y Mora, sale ganando.