"Los cuatro años de carrera han sido mortales por los cortes"

Rosa aborda la realización de su Trabajo Fin de Grado con "miedo" y detalla cómo vivió los cursos anteriores sin luz

ZONA-NORTE-ROSA
Rosa toma apuntes a la luz de la linterna tras el último corte de luz en la zona Norte | Foto y vídeo: Víctor Philipps
Mariona Gallardo | Chema Ruiz
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Cuando las manecillas del reloj toman una posición cercana a las 20:30 horas, Rosa Oliver empieza a buscar las linternas. "En mi casa es que se sabe cuándo se va a ir porque disminuye la intensidad de las luz en las bombillas", advierte. No pasan muchos minutos hasta que su avance torna en oficialidad. La plazoleta de su domicilio se queda a oscuras y en ella brota el nerviosismo. Acaba de finalizar la carrera de Trabajo Social, a falta únicamente de la entrega del Trabajo Fin de Grado (TFG). Una prueba dura que despierta cierto temor en la joven granadina. No tanto por lo académico, sino por lo que supone desarrollar una investigación de este calado sin electricidad. "Me da miedo que llegue la hora de realizarlo y volver a como he estado estos años atrás, que tenga que ser todo a oscuras y tenga que irme de mi casa porque no hay luz", se encoge.

Su vida universitaria ha estado lejos de ser como la de cualquier otro estudiante. "He tenido que hacer trabajos a oscuras, tenía que enchufar el ordenador toda la mañana para que, cuando llegara la tarde, me durara un par de horas la batería", detalla. Porque ya asumió que con el crepúsculo llegaría también el apagón. "Cuando se iba la luz, ya no había forma de cargarlo. Aguantaba hasta que llegaba el momento del corte y ya no podía seguir", ahonda. Unas circunstancias anómalas que, incluso, hubo quien no se creyó, aunque finalmente logró la comprensión de profesores y algunos compañeros con su situación.

"Ha habido días en los que me iba a la Facultad y me quedaba hasta la hora del cierre, porque aquí llegaba y nunca había luz. Han sido cuatro años mortales, catastróficos, con frío, linternas, las luces de las velas… Eso era el pan nuestro de cada día", precisa. Llegado el momento, durante un confinamiento en el que todo era a través de Internet, tuvo que salir de casa para quedarse con un familiar y poder continuar con sus estudios. Ahora, ve asomar por el horizonte la posibilidad de que se vea de nuevo obligada a hacerlo. "Empiezo el TFG en febrero y llevamos con cortes desde el mes de noviembre. Es continuo, todos los días", argumenta.

Durante la conversación, cae la noche y se cumple su augurio. Sus vecinos salen a la calle, desesperados, acompañados de la penumbra que esconde las pancartas que han colgado en la plazoleta. "La hora de corte es todos los días al llegar las siete, las ocho o las ocho y media… Y ya no puedes seguir", puntualiza. Ella enciende linternas, incluso una frontal para poder alumbrar el cuaderno en el que escribe sus apuntes antes de poder trasladarlo al ordenador. En su habitación, decoran con orgullo las orlas de sus estudios. También sirven de motivación, aunque la tesitura mina el ánimo. "El TFG son muchísimas horas diarias. Mi porvenir, mi futuro, está ahí. A oscuras, no se puede", lamenta.