Otro granadino reclama 157.000 euros tras quedar incapacitado por dos gasas olvidadas durante siete meses

Una radiografía habría bastado para identificar el origen de los fuertes dolores que sentía, en un caso que recuerda al destapado por GranadaDigital con un vecino de Motril

Hospital de traumatologia de Granada
La negligencia tuvo lugar en el Hospital de Traumatología del Virgen de las Nieves | Foto: Archivo / Antonio L. Juárez
Miguel López Rivera
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La noticia destapada el pasado jueves por GranadaDigital de que el Servicio Andaluz de Salud tendrá que indemnizar con casi 160.000 euros a un motrileño al que se le quedó más de catorce años una gasa dentro del cuerpo tras una operación ha desatado desde entonces una catarata de reacciones. El caso ha tenido repercusión fuera incluso de la provincia de Granada, siendo varias las personas que desde entonces se han decidido contar experiencias de casos similares en los que también se habrían cometido negligencias.

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Especialmente lacerante resulta el de un hombre de mediana edad, cuyo caso ha conocido de primera mano este medio, y que demanda 157.931 euros al Servicio Andaluz de Salud tras haber estado siete meses sin saber que tenía no una, sino dos gasas en el interior de su cuerpo. Una situación que no sólo le provocó intensos dolores y hematomas, sino que también derivó en lesiones medulares, lo que se conoce como mielopatía, que le dejaron incapacitado absoluto de forma permanente. Pero la historia no acaba ahí, pues cuando se las descubrieron estaban ya tan integradas en la musculatura –de hecho, sólo se apreciaban los filamentos– que no se las pudieron extirpar del todo, aunque sí la mayor parte. El caso, aún en fase de reclamación administrativa, lo está llevando el despacho de abogados granadino de Ana Prieto y Gema Marcos.

Los hechos se remontan al 15 de diciembre de 2020, cuando el protagonista de esta historia fue trasladado al Hospital de Traumatología del Virgen de las Nieves en ambulancia después de sufrir una caída. Los doctores determinaron una posible lesión medular y, tras un día en Urgencias, pasó al área de Neurocirugía, donde los doctores le recomendaron someterse a una laminectomía –intervención consistente en la extirpación de la lámina, una parte de hueso que constituye una vértebra en la columna– a fin de evitar episodios semejantes en el futuro. Comenzó con la rehabilitación y el 4 de enero de 2021 entró en el quirófano, donde le extrajeron la C4, C5 y C6.

Las dolencias del afectado, quien prefiere mantener su anonimato, deberían haberse acabado ahí, mas su calvario no había hecho más que empezar. El primer golpe le sobrevino nada más despertar de la anestesia en forma de fuerte y continuo dolor en la espalda, entre los dos omóplatos. No podía levantar la cabeza y sentía como si en el cuello no soportara el peso de la cabeza. Ni siquiera era capaz de estar sentado, únicamente tumbado en la cama, e incluso llevar collarín le molestaba. Tampoco pudo acudir a rehabilitación para continuar el tratamiento interrumpido el último día del año anterior por las fechas navideñas.

Morfina y Valium 5 fueron los fármacos que le recetaron para paliar su sufrimiento. El problema es que sólo le administraban una dosis matinal que cuando dejaba de hacer efecto le hacían revivir los "insoportables dolores" que, para más inri, no eran compatibles con los analgésicos tradicionales como el paracetamol. Tal era el efecto rebote que al tercer día el demandante se negó a que le siguieran suministrando la morfina, prefiriendo aguantar el dolor con analgésicos menos agresivos pero más continuados. Una nueva resonancia tres días después de la operación reveló un hematoma de 35x25x16 milímetros en el lecho quirúrgico y signos de mielopatía en la parte derecha. Se da la circunstancia de que las gasas no se ven en las resonancias, pero sí en las radiografías, como más tarde le terminarían explicando, así que la pregunta resulta evidente: ¿Por qué en siete meses sin dar con el problema nadie consideró que había que hacerle una radiografía?

Una semana después de operarse se reanudó la rehabilitación y once días más tarde de esta última fecha al fin recibió el alta hospitalaria y comenzó a caminar. Los dolores continuaban, eran peores que antes de ser operado y al afectado le costaba caminar incluso con andador. Con todo, sólo su fuerza de voluntad y ganas de vivir le permitieron ir tirando hacia adelante, acudiendo al hospital de día cada jornada en ambulancia. Una nueva prueba de fuerza en las extremidades realizada el 29 de enero arrojaba brotes verdes en las extremidades, sobre todo en las derechas, aunque no lo suficiente como para recibir el alta médica. El tratamiento continuó, mas desde ese momento sin fisioterapia y sí con terapia ocupacional, actividades y juegos interactivos para favorecer la movilidad.

Un ciclo interminable

Nada más lejos de la realidad, pues en febrero de 2021 los sanitarios apreciaron que había salido un bulto en la herida quirúrgica, lo que les obligó a realizar una consulta de urgencia por si fuese líquido encefalorraquídeo. La herida cicatrizaba exteriormente pero el bulto volvía a salir días después, por lo que se procedió a una nueva punción para extraer líquido en rehabilitación, donde curaban la herida a diario. Ese ciclo se repetía sucesivamente cada vez que la herida cicatrizaba exteriormente: primero se originaba un bulto, después le extraían el líquido y vuelta a empezar. Tanto que empezó a ser atendido sin cita en el ambulatorio de Cartuja.

Para el 4 de abril, o sea tres meses después de la operación, el hematoma ya tenía una dimensión de 41x15x21 milímetros, frente a los 35x25x16 de enero. El damnificado seguía sin entender nada y, en contraste, su preocupación iba in crescendo. Ya no lo reabsorbía el organismo y, además, había creado una fístula desde el lecho quirúrgico hasta el exterior de la espalda por el que expulsaba líquido seroso. Ante todo lo anterior, el neurocirujano que le había intervenido sólo le recomendaba fisioterapia. El 21 de abril, el médico rehabilitador realizó una nueva valoración que determinó que los valores habían habían caído bastante con respecto a la del 29 de enero. Tal y como ha corroborado este medio, el demandante tiene claro que esta bajada se debe a todo el proceso repetitivo que estaba sufriendo de generación de bultos, expulsión serosa por fístula y la interminable cicatrización, que perjudicaron su recuperación.

El punto álgido llegó el 23 de junio, cuando una tercer valoración determinó que los valores habían alcanzado la cota máxima de fuerza –5 en una escala de 5– en las cuatro extremidades, seguramente fruto de las actividades diarias que el paciente realizaba debido a la menor presión que tenía en la espalda, ya que la herida supuraba constantemente, aunque los dolores, entumecimiento y hormigueo continuaban. Por suerte, nueve días antes el mismo doctor que le había extraído las vértebras en la laminectomía decidió programar una nueva intervención para ver qué estaba sucediendo en el interior de su cuerpo.

Dos gasas integradas en la musculatura

En julio, el reclamante recibió la notificación de que sería operado el 5 de agosto. Acudió a quirófano a las ocho de la mañana en ayunas, pero hasta la una de la tarde no llegó el cirujano. Otro distinto al anterior. Ni siquiera tuvo que iniciar la cirugía para, tras observar la herida y revisar la historia clínica del paciente, determinar que lo más probable es que tuviese una gasa olvidada en la primera intervención que luego resultaron ser dos. El protagonista de esta historia no se lo podía creer, y por ello le contó al especialista que en numerosas resonancias no había salido a la luz dicho material quirúrgico. La respuesta, tan lacónica como esclarecedora: "Las gasas no se ven en las resonancias, sólo en las radiografías". De nuevo, la pregunta del millón. ¿Por qué no le hicieron una antes?

Lo que en principio iba a ser una operación con anestesia general, terminó siendo una intervención con adormecimiento local y sedación, "dolorosa pero transparente", y en la que tras dos horas y media al fin consiguieron extirparle la mayor parte de las dos gasas, aunque algunos restos han quedado integrados para siempre en su musculatura. El 9 de agosto recibió el alta hospitalaria y comenzó una nueva rehabilitación y todo fue a mejor desde entonces, con los hematomas, ahora sí, reabsorbiéndose. Pese a ello, el paciente siente que todo ese proceso le perjudicó. Ya el 15 de diciembre de 2021, la Seguridad Social le había concedido una prórroga de seis meses al haber agotado el periodo máximo de incapacidad temporal, de 365 días. El 24 de octubre de 2022 recibió la incapacidad permanente absoluta con carácter retroactivo desde el 14 de junio de ese mismo año, cuando había arrancado de oficio el expediente para dicho reconocimiento.

Por todo ello, reclama al Servicio Andaluz de Salud una indemnización de 157.931,59 euros en concepto de responsabilidad patrimonial más intereses. Una cantidad muy lejana a las que la compañía aseguradora del SAS ya le ha ofrecido hasta en dos ocasiones, "reconociendo tácitamente su responsabilidad en este caso", tal y como argumenta Ana Prieto, su abogada.







Comentarios

Un comentario en “Otro granadino reclama 157.000 euros tras quedar incapacitado por dos gasas olvidadas durante siete meses

  1. Cuando he leído “le extrajeron las vértebras cervicales C4, C5 y C6” he dejado de leer. Si el resto del artículo tiene el mismo rigor que esa burrada (infórmate mejor, querido articulista) ya me puedo imaginar cuánto de veraz y cuánto de sensacionalista tiene el texto.